La primera imagen que tenemos de Stone, Larkatos y Spencer es la de ellos tres en un descapotable por las calles de París. La voz en off del negro presenta a los otros dos y amaga con guiar la narración. Una pista falsa más sobre lo que vamos a ver. La primera fue la firma de Clint Eastwood, la segunda el tráiler. Todo hace pensar en una narración clásica con secuencias de acción alrededor del incidente en el que estos tres yanquis reducen a un terrorista islámico en un tren a París. Pero no, 15:17 Tren a París es casi un experimento, una anomalía.

La película no va a quedar en la historia y parece difícil que alguien pueda verla completa fuera del cine. Durante los primeros tres cuartos de película, los que llevan hasta el tren, la narración apenas si tiene conflictos desarrollados. Más que armar una historia, lo que hace Eastwood es presentarnos a un personaje y acompañarlo hasta el momento en el que salva la vida de decenas de personas. El problema es que ni el progresismo bobo puede ver otra cosa que patrioterismo, yanquis y cristianismo, ni la bandita de antiprogres fermentada durante el kirchnerismo logra superar su adolescencia reactiva y dejar pasar ni una sola oportunidad para exaltar todo lo que los progres critiquen. Era de suponerse que salieran de su trance cínico-libertario después de dos años sin kirchnerismo en el gobierno, pero no, parece que se les hizo crónico.

En el medio está la película que más que una película es una declaración. Todo lo que no da cinematográficamente lo da en forma de diálogo entre Eastwood y nuestras expectativas. En lugar de matizar o refutar el mito del yanqui básico cabeza de termo, Eastwood lo exalta. La escuela religiosa de los chicos no los refugia, es rígida, esquemática, pero a esto no se opone un agnosticismo liberal sino la declaración de la madre de uno de ellos: “¡Mi Dios es más grande que sus estadísticas!”. Los chicos juegan con armas de juguete que parecen reales, un plano las muestra todas juntas, como un arsenal; segundos después, Spencer saca del armario un arma real: “¿nunca fuiste a cazar?”, le pregunta extrañado a Anthony. En una película argentina una escena así sería, inequívocamente, una denuncia o la anticipación de un accidente. Acá es solo parte de la presentación de los personajes, de como se criaron entre armas y ansiando la guerra.

Había algo parecido en Francotirador. Al igual que estos personajes, Chris Kyle no era presentado como un tipo de muchas luces. La cuestión es que no importa, la inteligencia está sobrevalorada. Eastwood mira de costado, con cara de Gran Torino, al liberalismo culto, lo desprecia sin resentimiento. ¿Woody Allen está hace una década mostrándonos lo maravilloso de la cultura europea? Genial, dice Clint, yo también voy a pasear por Europa, pero sacándome selfis y haciendo el paseíto para yanquis gordos; hasta voy a meter a estos termos en un “tour de la perversión” sin ni siquiera insinuar que alguno de los protagonistas coja.

Está tan seguro de su posición que pone a un alemancito flacucho a burlarse de que los estadounidenses creen que Hitler se suicidó porque estaba llegando el ejército americano y no el soviético. El alemancito les echa en cara que siempre creen que son los únicos que pueden salvar a la humanidad. Los protagonistas se ríen, no les importa mucho. La respuesta está en el incidente que justifica la película. Efectivamente son estos tres pibes de pocas luces (¿los tres? Larkatos le dice a Stone que ataque al terrorista pero no sale de atrás del asiento, ¿es un cobarde?) los que tienen que salvar a los franceses, como en la segunda guerra, cuando no pudieron resistir la invasión ni por dos meses y tuvieron que ir los yanquis a recuperarles el país. Pero no solo eso. Además Eastwood los pone a protagonizar la película, como si dijera que esos tres tipos, así de básicos como los ven, no solo les salvan la vida sino que hasta pueden actuar.

15:17 Tren a París (The 15:17 To Paris, EUA, 2018). Dirección: Clint Eastwood. Guión: Dorothy Blyskal (basado en el libro de Alek Skarlatos, Anthony Sadler, Jeffrey E. Stern). Fotografía: Tom Stern. Edición: Blu Murray. Elenco: Alek Skarlatos, Anthony Sadler, Spencer Stone, Judy Greer, Jenna Fisher, Ray Corasani. Duración:94 minutos.

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