Gustavo Biazzi es uno de los directores de fotografía más prolíficos de los últimos tiempos. Dentro de sus recientes trabajos se encuentran La patota (Santiago Mitre, 2015), El cielo del Centauro (Hugo Santiago, 2015), Los dueños (Agustín Toscano, 2013) y El estudiante (Santiago Mitre, 2011). Ahora, presenta su ópera prima Los vagos, un coming-of-age contextualizado en la década del 90 y filmado íntegramente en su Misiones natal.
La historia sigue de cerca las aventuras de Ernesto y sus amigos, unos treintañeros de clase media, por los paisajes misioneros durante el verano. La trama es sencilla y no supone grandes novedades, pero sí me ha dejado una serie de cuestionamientos en cuanto a la idea que plantea: «¿qué implica ser un hombre?».
El problema de Los vagos es que la temática de la lealtad masculina suele confundirse con matices de machismo. Un machismo tan naturalizado que provoca una incomodidad rabiosa. La construcción de los personajes recae en la fórmula de los estereotipos. Los hombres salen de joda todos los días, se alcoholizan, meten los cuernos a sus novias, contratan prostitutas, acosan literalmente a amigas de sus novias; no hay rastros o referencias a sus actividades laborales o estudiantiles. Mientras que, por su parte, el universo femenino está retratado como el de la muchachita de provincia que la súper remó y llegó a recibirse en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires; o el de aquellas mujeres que salen a trabajar por la madrugada para mantener una familia; o las madres primerizas muy jóvenes que embaucan a los hombres y después los dejan.
Pareciera que el único motor de Ernesto y su pandilla es el de concretar el acto sexual. Necesitan coger por la vía que sea y nada más les importa. Estos rasgos recuerdan a la Supercool de Greg Mottola (2007), pero debemos señalar que sus protagonistas eran adolescentes que se estaban preparando para el inicio de su vida universitaria. Y no eran cualquier tipo de adolescentes, sino nerds que, a lo largo de sus años de estudio, fueron constantemente discriminados. En ellos convivía la angustia del cierre de una etapa, la frustración de ser vírgenes y menores de edad, y la tristeza de haber padecido el sistemático rechazo. Los protagonistas de Los vagos no son adolescentes, están por pisar los treinta años y están finalizando sus estudios universitarios.
Clasificar la película de Biazzi dentro del sub-género coming-of-age me hace agua todos lados. ¿Dónde se percibe el pasaje de la inocencia a la adultez? ¿Es que acaso hay inocencia en el gesto deshonroso de manosear sin consentimiento a una mujer que baila? ¿O es que simplemente debemos conformarnos con el argumento del protagonista: “estaba borracho, no me acuerdo de nada”? El final de la película complica aún más las cosas cuando vemos al grupo masculino cantar victorioso: “¡qué viva la soltería!” Entonces, ¿dónde está la auténtica reflexión de la película? ¿Debemos leer esos gestos con lentes críticos o como una oda a la inmadurez y la estupidez humana? El guion de Biazzi falla al no clarificar estas cuestiones. En tiempos de activismo y lucha feministas, estos mensajes deben tratarse con especial cuidado y no porque se puedan herir susceptibilidades, sino, simplemente, porque los tiempos han cambiado y han cambiado para bien de todos.
No basta con aclarar que la película se desarrolla en la década neoliberal de los 90, donde no existían los teléfonos celulares y los jóvenes se comunicaban de otra manera. Tampoco basta con mostrar que las familias de esos muchachos pertenecen a una clase media acomodada y pudiente, que celebra con asados la llegada del fin de semana y salidas en lancha por el río. Tampoco alcanza con mostrar conversaciones en las que los padres aconsejan a sus hijos seguir el “efecto cascada”: a las minas no hay que curtírselas de entrada, sino decirles palabras lindas para que, luego, hablen bien de ellos con sus amigas y, en consecuencia, hay levante tanto para el conquistador como para sus fieles amigos. Ni siquiera satisface el poner el libro “Si esto es un hombre” de Primo Levi al lado de la cabeza dormida de Ernesto.
Por momentos, pareciera que se intenta justificar el machismo y, en otros, pareciera que se lo cuestiona. Sin embargo, el mensaje no queda claro y ofrece una información confusa que nos distancia de la reflexión. La música conformada por el repertorio característico y popular de las fiestas de quince y casamientos, como por ejemplo, “Llegó tu papi” y otras canciones compuestas por Los Palmeras funciona de mil maravillas. La selección de planos y tratamiento visual demuestran que Biazzi es un excelente director de fotografía, y no hay nada para reprocharle en este sentido.
Los vagos (Argentina, 2018). Dirección: Gustavo Biazzi. Guion: Gustavo Biazzi. Fotografía: Alejo Maglio. Montaje: Leando Aste. Elenco: Agustín Avalos, Bárbara Hobecker, Ana Clara Lasta, Marcelo Henríquez. Duración: 88 minutos.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá:
Gracias por sintetizar esto. Esta película es terrible pero a la vez tan interesante… Es para estudiarla de pé a pá. La impunidad con la que se adjudican la voz de una época es asquerosa. Pero a la vez nos ofrece la posibilidad de tener una lectura tan buena sobre la capacidad de ser hegemonía cinematografica que tienen todos los sectores pudientes. Sobre todo en el interior.
No deja de parecerme de todas formas brillante por parte de Biazzi llevar hasta el final este fiasco cheto y machista sin cuestionarse nada…