Un auto arde en llamas a la vera de un río antes de que despunte el amanecer. Al día siguiente, una madre desesperada grita que ese es su auto y pide que la dejen pasar mientras el oficial le ordena esperar al fiscal y trata de calmarla. «Adentro no hay nada, es una bendición que su hija no esté ahí».
Así comienza Una hermana, ópera prima de las directoras Sofía Brockenshire y Verena Kuri, quienes venían de realizar en conjunto el cortometraje Epecuén (2011). La acción se desarrolla en un pueblo de la provincia de Buenos Aires cercano a Lobos. Guadalupe fue a la facultad, salió con unos amigos a un boliche y no regresó. La joven está desaparecida. Su madre, Beatriz (Adriana Ferrer), está abatida. La vemos sin fuerzas para levantarse de la cama o del sillón de la casa, y prácticamente no la vemos fuera de ella. Quien se levanta en medio de la incertidumbre y la angustia de la ausencia para ponerse a recabar información sobre el paradero de Lupe y realizar los trámites policiales y judiciales pertinentes es la hermana menor, Alba (Sofía Palomino), nombre nada azaroso pues simboliza el paso de la oscuridad a la luz, la búsqueda de esclarecer la verdad.
Alba se acarrea la pesquisa sobre sus hombros. La vemos pasearse por la estación de tren donde Lupe viajaba cada mañana con una foto, hablar con una compañera de facultad que estuvo con ella hasta que supuestamente salió sola en el auto de noche, recorrer el boliche buscando algún indicio nuevo o algún testigo, esperar horas en la comisaria y en el juzgado para poder ver al fiscal de la causa.
Un acierto son las escenas de niños jugando en el vagón abandonado de un tren a las escondidas, o las del pequeño hijo de Lupe, Mateo, quien llama a su mamá descorriendo y corriendo la cortina de tela de la puerta, como un símbolo de presencia y ausencia, como modo de tramitar el agujero de la pérdida.
Lo interesante de la película de Brokenshire y Kuri es que no se recuestan sobre el policial de género clásico, que implica averiguar qué paso con Lupe o quién es el responsable de su desaparición. La película sutilmente va sembrando pistas alusivas de lo que podría haber sucedido pues, en paralelo al periplo de Alba, vemos despertar las sospechas en Teresa (Eugenia Alonso), la empleadora de Lupe en el aeroclub, con respecto a su pareja Román, el dueño, a quien solo una vez vemos directamente y que casi siempre se encuentra fuera de campo. La estética de las directoras por los márgenes de la novela negra, aquellos que alrededor del crimen instalan la denuncia de la indolencia e indiferencia de una comunidad que en ningún momento vemos involucrada, conmovida o movilizada por la desaparición de Lupe, y de un sistema policial y judicial altamente frío, burocrático y lento, que deja a los familiares de la víctima en absoluta soledad y sin respuestas. La película, en este punto, evoca a El castillo (1926) de Kafka, en el que los espacios se convierten en un laberinto pesadillesco en el que deambula Alba sin encontrar ninguna mano amiga que la acompañe o funcionario que de la cara.
Así nos queda la vastedad de esos planos generales del campo desolado, aquellos en los que buscar a alguien se revela como encontrar una aguja en un pajar, y donde resuena una y otra vez el vacío de la ausencia infinita. En Una hermana, las directoras logran tocar con su película la problemática de la violencia de género, pero lo hacen de manera alusiva, sin caer en subrayados o explicaciones que podrían resultar panfletarias, aportando de este modo inquietud, suspenso, onirismo y belleza estética.
Una hermana (Argentina, 2017). Dirección y guion: Sofía Brockenshire, Verena Kuri. Fotografía: Andrés Hilarión, Roman Kasseroller. Edición: Laura Bierbrauer, Sofía Brockenshire, Verena Kuri. Elenco: Sofía Palomino, Adriana Ferrer, Saúl Simonet, Sebastián Carbone. Duración: 69 minutos.
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