poster-650849c3-e0a4-4c85-beaa-3700ba512613¿Cuándo empezamos a referirnos a un director como a un autor y qué es exactamente lo que lo convierte en uno? A menudo se comete el error de pensar que, si un director es original y produce una obra fácilmente reconocible, entonces necesariamente estamos ante un autor y director valioso, lo que no es cierto. Parece razonable, pero está mal pensado. Un director puede ser fácilmente reconocible, pongamos por caso, porque utiliza algún recurso técnico original, que lo distingue y lo diferencia del resto. Luego, su obra puede estar vacía de contenido y ser sólo una obra fácilmente reconocible y nada más.

Pienso que Jared Hess es un autor original y pienso que su singularidad se pone de manifiesto casi de inmediato, en cualquiera de sus películas. La mayoría de las veces trata con personajes marginales, tímidos, retraídos, excéntricos por doquier. Sus películas son lentas, aunque sus tramas tienen potencial pirotécnico. Las atraviesa el humor seco, el deadpan. Basta pensar en los personajes rubios de pelo largo, flequillo y bigotes.

Consecuentemente, mi primera reacción ante su cine fue de desconfianza. ¿Esa excentricidad tiene algún sentido o es un recurso para llamar la atención? ¿Qué tiene para ofrecernos más allá de los fuegos de artificio, de un golpe de efecto? ¿Hay verdaderamente un autor detrás de Jared Hess o es un embaucador, como algunos de sus propios personajes? Bueno, la respuesta es que hay un autor, con una cosmovisión original, y cada una de sus películas confirma esa originalidad, con mejor y peor resultado.

En 2004, Napoleon Dynamite irrumpió en la comedia norteamericana con una impronta ciertamente peculiar que, en su momento, desconcertó a más de uno y todavía lo hace. Hay una teoría que dice que si  uno realiza una obra inexplicable, siempre encontrará quien la ame y quien la odie. En lo personal (y posicionado en el lugar de privilegio que otorga el tiempo transcurrido), diría que  Napoleon Dynamite es una obra valiosa y excepcional, que sirve tempranamente para definir ciertos rasgos que son marca distintiva del director, entendido como autor. Hay algo en su manera de hacer humor que nos recuerda al cine de Mike Judge, en lo concerniente a la crítica social indirecta al modo de vida norteamericano. También pienso en el cine de Christopher Guest, en el modo sutil de reírse del ridículo. Incluso tiene ciertas reminiscencias al cine de Wes Anderson, por lo estrafalario de los personajes y por la manera compasiva de retratar su patetismo.

film-napoleon_dynamite-2004-napoleon_dynamite-jonheder-footwear-bootsNapoleon Dynamite (Jon Heder) es un adolescente retraído, apático, abúlico; su núcleo familiar no encaja con lo previsible (vive con su abuela y su hermano treintañero adicto a las salas de chat. Su abuela tiene un accidente en moto y un tío que vive anclado sentimentalmente en el pasado se hace temporalmente cargo de ellos, cuando en realidad no debería ser necesario). En definitiva, Napoleon no encaja en la sociedad, es un loser total y su único amigo es un estudiante mexicano con quien comparte la misma suerte. Sin embargo, con el transcurrir de la película descubrimos que ambos (él y su amigo) tienen un gran potencial, que sólo espera la ocasión propicia para ser descubierto. Esto mismo aplica a la suerte de Nacho (Jack Black), el protagonista de Nacho Libre, su próxima película.  Napoleon Dynamite tuvo una adaptación televisiva. Una serie animada para Fox que duró una única temporada, que cuenta con la particularidad de utilizar a los actores originales en las voces. La serie está bien, aunque no destaca.

Nacho Libre (2006) es, a mi juicio, una obra maestra, de lo mejor que ha prohijado Jared Hess y toda la comedia norteamericana de los últimos años. Obviamente, es difícil desentrañar qué es exactamente lo que la vuelve tan especial, aunque está claro que es una suma de factores. La historia es genial y completamente inverosímil, pero está oportuna y desconcertantemente basada en un hecho real (al igual que Masterminds). Se trata de la historia de un fraile que tiene a su cargo a unos huérfanos en una parroquia perdida de México y, para conseguir dinero para la parroquia, decide convertirse, en secreto, en un luchador de lucha libre. De por sí, el mundo de la lucha libre es demencial, pero el agregado de la doble identidad es un golpe maestro. Si a eso le sumamos que la historia es real, estamos ante una genialidad de primer orden. Como si fuera poco, la actuación de Jack Black, con toda su exageración, hasta el paroxismo de la caricatura, no se contradice con el tono de la película, que hace de la exageración y la caricatura un atributo. Otro tanto puede decirse del personaje de Esqueleto (Héctor Jimenez) y su peculiar rostro. Héctor Jimenez tiene una manera de gesticular que ejerce un poder hipnótico. De hecho, la reincidencia del actor en Gentlemen Broncos (2009), la película sucesora, es, sin dudas, un acierto. A esta altura, está claro que los personajes secundarios de las películas del director saben ser tan atractivos como los protagonistas.

Avec: Jack Black dans le film, Super Nacho, de Jared Hess (USA - 2006).

Gentlemen Broncos relata la vida de Benjamin (Michael Angarano), que parece un émulo de Napoleon Dynamite. Es un estudiante retraído, tímido, con una gran imaginación y potencial, pero que no parece encajar en la sociedad y que se exilia escribiendo historias de ciencia ficción. Un día, por insistencia de su madre, asiste a un congreso para potenciar el talento de estudiantes creativos, donde conoce a Chevalier (Jemaine Clement), su autor favorito. No obstante, las cosas no saldrán como esperaba. Chevalier plagiará la novela del desconocido Benjamin. Mientras tanto, el excéntrico director independiente Lonnie Donaho (Héctor Jimenez) llevará a cabo una adaptación al cine, de bajo presupuesto. Gentlemen Broncos no es mala pero lo bizarro de la historia dentro de la historia, y el patetismo de los personajes, aparece tan subrayado que se vuelve únicamente deforme, sin otras lecturas posibles. Luego, su único destino es el de película de culto. Basta pensar en el personaje del ángel de la guarda, interpretado por Mike White (co-guionista de Nacho Libre), tan exagerado que bordea lo surrealista. El problema no está en lo demencial de la propuesta, sino en el riesgo de no poder cumplir esa promesa. Tal vez por haber abusado de creatividad e ingenio, en la próxima película, Don Verdean (2015), hay cierta tentativa de narrar una historia más verosímil, más realista, aunque resulta igualmente cómica, sobre todo en la segunda mitad.

Don Verdean narra la progresiva decadencia de un arqueólogo (Sam Rockwell) que, debido a una serie de desafortunadas circunstancias, acaba convertido en un farsante. Nuevamente ocurre que el personaje secundario de Boaz (Jemaine Clement), primero empleado y luego socio de Don Verdean, se roba el protagonismo. Se trata, desde luego, de un personaje deliciosamente caracterizado, por lo desquiciado que resulta. Al igual que la mayoría de héroes y anti-héroes de las películas de Jared Hess, parece estar más allá del bien y del mal. Son personajes raros, excéntricos, que pueden actuar bien o mal, pero que son fatalmente inocentes en su locura. Por otra parte, la estafa perpetrada con torpeza e inocencia será, también, el eje de Masterminds (2016).

masterminds_poster_goldposter_com_10Como queda dicho, llama poderosamente la atención que la historia que relata Masterminds esté basada en un hecho real. Hasta el día de hoy, continúa siendo el robo de dinero en efectivo más grande de la historia norteamericana. Por lo tanto, la película, aunque claramente es una comedia, también es una película de atraco. El acertado título de “mentes maestras” (ofensivamente traducido como “Locos de mentes” en la versión local) se carga de otro sentido cuando conocemos a los protagonistas del robo. En lugar de ser grandes estrategas y mentes delictivas brillantes, resultan ser personajes patéticos y de pocas luces. Básicamente, lo que cuenta la película es el antes y el después del robo. Personajes más bien torpes intentando realizar actos delictivos más bien complejos, que nos recuerdan a Fargo, de los hermanos Coen o, incluso, a Small Time Crooks, de Woody Allen.

En pocas palabras, David Ghantt (Zach Galifianakis) trabaja junto a Kelly (Kristen Wiig) en una compañía de vehículos blindados. En más de una ocasión, transportan dinero bancario que depositan en bóvedas privadas. David está secretamente enamorado de Kelly, aunque está a punto de casarse con la extrañísima Jandice (acertadamente interpretada por Kate McKinnon), que parece vivir en otro mundo. Un día, Kelly renuncia al trabajo y se envuelve en malas compañías. Su amigo Steve (Owen Wilson), ladrón de poca monta, intenta convencer a Kelly para utilizar a David de intermediario y robar la bóveda. El robo sale bien, pero resulta hilarante e increíble que así haya sido, pues los ladrones no hacen más que cometer imprudencias y equívocos sucesivos.

De alguna manera, Steve se deshace de David, quien se esconde en México, con la promesa de reencontrarse con Kelly. En su lugar, Steve contrata al asesino a sueldo Mike McKinney  (Jason Sudeikis) para borrarlo del mapa de manera definitiva y deshacer evidencias o posibles cabos sueltos. Aquí la película presenta un delicioso twist argumental, que vale la pena corroborar personalmente.

El humor escatológico, presente en varias películas de Jared Hess, se vuelve central en Masterminds, logrando algunas escenas genuinamente incómodas e inolvidables, como cuando David se entrena para sobrevivir en condiciones adversas y se come una tarántula o cuando se pedorrea en la piscina del hotel y se oscurece el agua a su alrededor.

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Zach Galifianakis está muy bien, como siempre. No podemos esperar menos de él. Son particularmente divertidas las escenas en las que intenta pasar desapercibido en el aeropuerto y se pone una peluca que duplica al personaje de Brutus (Sam Rockwell), en Gentlemen Broncos. No obstante, el personaje más logrado es, sin asomo de dudas, el asesino a sueldo. Ese personaje, desde su aparición, consigue causar una impresión profunda y, a medida que transcurre la película, esa impresión no hace más que confirmarse y ampliarse, hasta trascenderlo. Realmente es un villano inolvidable. Lo que Jared Hess consiguió con ese personaje es algo único. Es otro perdedor, otro patán absoluto, pero, a diferencia de Steve o incluso de David, Mike efectivamente es un villano. Es malo y le gusta serlo, sólo que es un auténtico idiota, aunque no se da por enterado. Hace todo mal, pero no es atolondrado como David, sino que parece no darse cuenta. De hecho, ese rasgo lo convierte en un personaje genuinamente peligroso e intimidante, pues está tan loco que es capaz de cualquier cosa. Básicamente, es un alucinado y, como tal, ejerce un magnetismo indiscutible.

En cuanto al resto de la película, es divertida sin ser hilarante. Resulta notable la ausencia de héroes. Todos cometen actos delictivos o actos de los que no podrían enorgullecerse. Toda la historia se desenvuelve en el borde filoso de lo éticamente cuestionable y, a pesar de eso, se genera un vínculo de empatía entre el espectador y los personajes. También es interesante que la película no arriesga moralejas y que, incluso, nos posiciona del lado del villano. Hacia el final, uno ya está tan encariñado con David, que realmente espera que haya tenido la astucia de esconder en alguna parte los dos millones de dólares que continúan desaparecidos.

Locos de mente (Masterminds, EUA, 2016), de Jared Hess, c/Owen Wilson, Zack Galifianakis, Kristen Wiig, Kate McKinnon, Jason Sudeikis, 95′.

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