SOYRINGO0041_posterIr al frente. La vida como una guerra, una larga batalla desigual contra hombres gigantescos (él que no era un alfeñique), con los pies planos que le impedían los desplazamientos laterales, con la guardia invertida por decisión de sus técnicos, esa zurda repetida como un pistón que abría defensas cuando había sido hecha para demoler, la derecha que explotaba en las cabezas rivales y a veces mandaba al piso a los contrarios (A Alí lo tiró con una izquierda aunque el árbitro no la consideró caída, dos veces en una misma pelea mandó al piso a Joe Frazier, otra al veterano Floyd Patterson). Otras veces era él quien caía y se ponía de pie más allá de lo sensato.

Los pilotos de los aviones cazas en la Segunda Guerra Mundial se jugaban la vida en cada misión; cuando volvían a tierra, si volvían, se iban de juerga, alcohol y mujeres hasta el próximo combate, cada día podía ser el último. Algo así fue Oscar Natalio Bonavena, el mejor peso pesado argentino de la historia (tal vez Luis Angel Firpo pero ya no queda nadie para rebatirnos), un bufón como lo define Nacci, un provocador rumboso y excesivo abajo del ring, un kamikaze arriba de él.

Soy Ringo rescata a este hombre contradictorio, lo hace emerger de su época como un ícono a contramano, un individualista en un tiempo de esperanzas colectivas, un piola, el más grande de todos ellos en tanto realizó el sueño de todos los pibes de barrio: llegar bien arriba, al Madison, conquistar Nueva York y burlarse del más grande, Alí. Todo era posible para Ringo porque después se la bancaba allí en donde debía: arriba del ring.

¿Qué oculta la risa? Tal vez esa sea la pregunta que deja abierta Soy Ringo, su mérito principal, la respuesta que aún hoy buscan sus hijos (ver reportaje); Nacci hace de su película una hipótesis que responde de forma implícita a su propia pregunta: detrás de todo está la muerte, hay formas de afrontarla, la espera pasiva en el rincón o el ir a buscarla con la seriedad de un duelista o la carcajada de un pícaro. Ringo fue este último personaje trágico y burlón, por eso la película está pautada por el suspenso, como si no conociéramos el desenlace, y por el dolor de lo inevitable, el auto que avanza en la oscuridad por la ruta desierta –imagen que se repite pautando el relato-.

1431027293D

No es Custer mediado por Errol Flynn y cabalgando hacia la muerte con las botas puestas, pero podría parecérsele; tampoco uno de los jodones Amigos míos de Monicelli que gastan a todo el mundo (anche ellos mismos) sabiendo que la parca los espera a la vuelta del camino, pero también se les asemeja. No es el caballero cruzado jugando al ajedrez con la muerte, ni el payaso riéndose para huirle en El séptimo sello. Es apenas Ringo que en Parque Patricios nunca se cruzó con Bergman (faltaba más), pero que ahora encuentra un director a su medida para que imprima su leyenda. Cuando uno se va volviendo viejo, aunque no sabio, las necesita y las menta. Soy Ringo cierra alguna de las puertas de nuestra historia y abre las del mito. En buena hora.

Soy Ringo (Argentina, 2015), de José Luis Nacci, c/Alberto Oliva, Juan Abraham Larena, Héctor Veira, Adriana Bonavena, Oscar Bonavena (h), Vicente Bonavena, Carlos Irusta, José Menno, Ezequiel Fernández Moore, 100′.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: