Manuel Puig crece viendo cine. El cine gesta a Manuel Puig. La literatura le da forma. Una forma que desplaza seres reales, para devenir en personajes. Y de éstos, Puig crea una enorme galería mediante lectura de rasgos, recreaciones de costumbres y hábitos. Los pobladores de su General Villegas natal tuvieron la oportunidad de conocer sus primeras dos novelas: La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969). Novelas que fueron interpretadas como crónicas por aquellos que en su momento se encontraron reflejados en tales relatos. Toto, su álter ego niño en la primera, es referido por él en una entrevista televisiva concedida en 1973 a la periodista Felisa Pinto: “El paisaje de la Pampa, que en realidad es la ausencia de todo paisaje, resulta una pantalla en blanco donde cada uno proyecta las fantasías que quiere. Ahí, un chico que no puede aceptar la realidad por sentirla hostil, cambia los términos y toma como realidad a la ficción; ya sea la ficción del cine o la que le dicta su propia imaginación. En esa pantalla suya, la bondad es siempre premiada y la gente buena es hermosa”. Un Puig tímido y temeroso según Felisa Pinto, su entrevistadora en aquel 1973, lee ese texto para la cámara. Una filmación en 16 milímetros, hoy sobre encuadrada por la cámara de Carlos Castro, en el comienzo de su película Regreso a Coronel Vallejos. Un regreso que concilia a Puig (muerto en 1990), con su General Villegas natal. O un ajuste de cuentas. Quien lleva a cabo la tarea desde su relato, es la protagonista absoluta de la película, Patricia Barguero, habitante hasta hoy de ese pueblo inmortalizado por una escritura que supo trascender. Bargueño da cuenta a través de la película de su admiración por Puig a partir de un accidente que casi le cuesta la vida. Es desde ese hecho, ya lejano en el tiempo, que se reinventa a partir de quedar cuadripléjica. De este modo, en Regreso a Coronel Vallejos dan testimonio los habitantes actuales del pueblo: docentes, un sacerdote, un odontólogo, un funerario, un habitué de un concurrido bar de la zona, la entrevistadora Felisa Pinto y Carlos Puig, hermano del escritor. Refieren a aquella población de los años cuarenta que retrata Puig. A la luz de los tiempos actuales, la hostilidad de entonces hacia el escritor -que cuando publicó sus relatos ya había emigrado hace tiempo-, es hoy historia antigua, pero apasionante para Bargueño y la cámara de ese otro habitante del pueblo que es Castro. Pasión que logran promover al espectador que se anoticia del enojo de aquellos pobladores de antaño que se pensaron descubiertos a través de esas novelas.
Percibir el pueblo. Regreso a Coronel Vallejos no se limita al anecdotario comparativo entre el antes y el después. El espíritu de la película se hace presente a través de la promoción del universo Puig. Así, es el pueblo ficcional el que se da a percibir, no General Villegas. ¿De qué modo? Por una parte, a través de planos generales de exteriores diurnos del pueblo, con cámara fija. La percepción es la de un tiempo detenido. Si bien dicho recurso no es novedoso, en tales planos no hay gente. De esta forma, la percepción es no la de un pueblo fantasma, sino la de un regreso a aquel entorno de puertas adentro, con sus misterios y secretos que, se presume, resuenan dentro de cada una de las viviendas. El plano general despojado conecta con la idea de pueblo, a través de una paz sospechosa.
Pero el plano fijo más contundente es el de tres mujeres de edad avanzada, entre septuagenarias y octogenarias, que prestan su testimonio en forma alternada a través de toda la película. Pero lo que menos parece importarle a Castro son los testimonios en sí, sino la materialidad expresiva de los mismos en ese plano: las voces de las mujeres, sus modos de referirse a las habladurías de aquellos viejos tiempos, hasta las miradas de soslayo entre ellas, pasando por la sordera de la que aparenta ser la mayor de las tres, y hasta dichos baches en los cuales no saben más que decir. Con la idea de reflejar el microclima de los personajes de Puig, las mujeres integran ese plano fijo frontal y cerrado sobre ellas y la mesa en torno a la cual se encuentran sentadas. En un extremo, un pequeño ventanal deja ver lo que parece un jardín con plantas. Con la excusa del testimonio, dicho encuadre integra a tres habitantes de General Villegas que, sin saberlo, se prestan al juego de devolver con su imagen aquellos personajes de la “ficcional” Coronel Vallejos.
El cine. Pero Manuel Puig crece viendo cine. Y el cine gesta a Manuel Puig. Tan presente se encuentra el hecho cinematográfico en Regreso a Coronel Vallejos, que ya en su primera aparición, el trío de mujeres especula sobre cómo se hace cine. Aluden a la cantidad de gente necesaria y al tiempo que termina quedando luego de todo lo registrado. El escritor no solo era cinéfilo, sino que estudió cine en Italia. Durante la entrevista televisiva da cuenta de su vínculo con los géneros cinematográficos: “El pueblo era como un western en el que yo había entrado. Una película que yo había ido a ver por error.” En el western, el entorno es hostil; no le debía haber sido fácil a ese niño apodado “Coco”, su relación con el resto. Y con respecto a su primera novela, el escritor dice que: “… fue un intento de aclararme porqué de niño yo solamente respiraba dentro del cine. Y afuera, si no estaba con un escudo, no me sentía bien. Entonces escribí La traición de Rita Hayworth.” Pero su relación con el cine también fue conflictiva. De hecho, según contó en una oportunidad Raúl De la Torre, el escritor no quedó conforme con ninguna de las traslaciones cinematográficas de sus textos.
Ciudadana Barguero. ¿Qué pensaría Manuel Puig de este tributo llamado Regreso a Coronel Vallejos? Porque lo cierto es que el ambiente del pueblo ficcional a través de las tres mujeres, de los planos generales en exterior, además de una promoción de la cadenciosidad de toda la película, rescatan sensorialmente el mundo de Puig. Quien lleva el punto de vista en la película, Patricia Barguero (“mis amigos me apodan la viuda de Puig”, cuenta), parece concretar su deseo de un mano a mano con su admirado escritor, a quién jamás conoció. Sobre el cierre del documental, su imagen escucha en off la voz de quién la hizo renacer: “Cada novela mía ha sido dictada por la necesidad de aclararme un problema. Problema que no resuelvo, y que en general se me cruza un personaje de la vida real que lo comparte…” Ante tal réplica, Patricia Barguero se hace cargo de su condición de personaje y mira a cámara – “… y lo aprovecho como protagonista” – para enseguida sonreír.
Regreso a Coronel Vallejos (Argentina, 2016). Dirección: Carlos Castro. Guion: Carlos Castro, Gustavo Alonso. Duración: 72 minutos.
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Acá se puede leer un texto sobre la película realizado por Romina Quevedo en el marco de la 5° Semana de Cine Documental.
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