ELCRÍTICOEl crítico no sublima como el ‘cine de autor’ ni entretiene como el ‘de género’, pese a que pretende jugar con la mixtura de ambos estilos, cayendo en reduccionismos indignos en cualquier crítico de cine. La mayor autoconciencia de la película estriba en todo lo que su protagonista señala como fallas en el cine que le repele: falta de sentido del ritmo, un personaje principal sin peso, acumulación ridícula de clichés y más. Si bien esa postura responde a la lógica del personaje -prototipo muy básico del crítico de cine-, la película no puede permitirse caer en los mismos errores y lugares comunes a menos que esté dispuesta a aniquilar a su personaje, cosa que no hace. Por el contrario, da muestras muy claras de compartir las pretensiones artísticas de aquel, coincidentes con el discurso de Víctor Tellez (Rafael Spregelburd), pero a las que nunca logra arribar.

Sin ser siquiera capaz de cumplir con los mínimos requisitos a la hora de abordar el género, El crítico mira con desprecio a la comedia romántica a través de la voz del protagonista. El primer beso es filmado con una grúa que, yendo en dirección contraria a la debida, anula el efecto de los fuegos artificiales dejándolos fuera de campo para centrarse en una luna que tampoco embellece el plano; la presentación de la ‘musa’ carece de encanto, y eso que la belleza de Dolores Fonzi luce siempre (tal vez sea ella lo mejor de la película); el primer encuentro sexual –o amoroso, si prefieren- sufre un planus interruptus justo cuando la cámara está por captar el beso en plano detalle. Por esto mismo no queda claro el montaje de escenas de grandes comedias románticas populares como Hechizo del tiempo, La boda de mi mejor amigo, Cuando Harry conoció a Sally, mientras la voz en off del protagonista no para de señalar errores. ¿Es el personaje tan inepto como para no reconocer en ellas piezas valiosas del género? ¿Cuál es el discurso de la película, en esta instancia, siendo a su vez tan ineficaz para construirlo?

La película es fallida en general, más allá de la cuestión del género. No encuentra el timming ni para el drama ni para la comedia y no tiene nivel autoral; el montaje no presenta demasiados matices haciendo que la película se vuelva chata y pesada; las elipsis son confusas y dejan sin explicación situaciones que las requieren, como el final ‘dramático’ de la sobrina de Tellez, que en un principio da a entender que estamos frente a un hecho de violencia de género, para después desmentirlo sin esgrimir argumentos claros.

captura_de_pantalla_2012-08-10_a_las_00.37.10Apelando a cameos y referencias ‘sólo para entendidos’, la película se centra en el pequeño submundo cultural de la crítica cinematográfica, y lo único que le deja al espectador común es la cáscara endeble de un relato monocorde. Me pregunto qué sentido tiene utilizar a críticos como D’ Espósito, Panozzo (director del BAFICI) y Quintín (ex director del BAFICI) si no van a participar activamente de la trama, con la cantidad de cosas interesantes que pueden decir y aportar sobre la materia. ¿Para qué los pone Guerschuny en escena? ¿Como patota? ¿Para que sepamos quiénes son sus amigos? ¿Quién, además de los que pertenecemos a este microuniverso, puede llegar a reconocerlos? Con todo esto resulta al menos llamativa la aprobación general que tuvo la película entre los críticos -especialmente entre aquellos de quienes hemos aprendido tanto- teniendo en cuenta sus torpezas.

Javier Porta Fouz (crítico y programador del BAFICI), en su breve crítica publicada en La Nación, destaca con excesivo entusiasmo aciertos de la puesta en escena y cierra la nota señalando algunas irregularidades del final, cuando esas irregularidades son sistemáticas desde el comienzo, lo que pareciera responder a un intento por no dejar en evidencia otros intereses. Claro está que Víctor Tellez no representa a la franja crítica cinéfila sino a la funcional al sistema y que desde los grandes medios puede tener injerencia en los resultados de permanencia en cartel –y, por lo tanto, económicos- de una película. Que ésta sea la posición subjetiva del relato tal vez puede llegar a justificar la incapacidad de la película a la hora de expresar cualquier tipo de belleza: la de las mujeres (no sabe ni espiar a una adolescente cambiándose), la del propio cine, la de la actividad del protagonista (no se patenta el proceso de la escritura y ni siquiera mitifica un espacio como el del microcine Vigo) ni la de Buenos Aires, pero la insistencia en su affaire godardiano con el cine -que me hace pensar en la definición que hace Glauber Rocha sobre ‘el mal de Godard (*)- no se condice con esa carencia de amor.

elcritico_0Es que el flirteo de El crítico no es con el cine y sus emociones, sino con la industria cultural y sus funcionamientos. Lejos de circunscribirse únicamente al ámbito de las privadas y de las redes sociales, como lo señalara Lerer en su texto ¿El fin de la crítica? (publicado en julio de 2013 en su blog Micropsia), la relación (cuestionable según el mencionado texto) entre cineastas y críticos en este caso está mucho más manoseada. Me pregunto cuán cuestionable debería ser que Porta Fouz, programador del BAFICI, escriba en un medio masivo a favor de una película en la que participa el director del festival y, sobre todo, que Panozzo escriba sobre la película en el catálogo. O que Leonardo D’ Espósito, uno de los críticos que participan en ella, publique en Perfil.com un comentario que no sólo está lejos del resultado final y real, sino que además echa por la borda todo lo escrito y expresado por él durante años como redactor en El Amante. ¿Qué hubieran dicho estos popes de no haber sido transformados en personajes de ficción?

El gran porcentaje de críticas a favor no guarda relación alguna con la calidad de la película, incluyendo la del propio Lerer, que en aquel texto se quejaba sin rodeos de que la crítica argentina «ha pasado a convertirse en un Club de Fans con muy poco criterio propio y con cero capacidad crítica» y que «basta solo ver los promedios de Todas las Críticas: casi no hay películas con promedio negativo. Los únicos que pierden, de vez en cuando, en este terreno, son esas películas argentinas lanzadas casi sin difusión y sin prensa ni muchas salas«.  El propio Spregelburd -mejor dramaturgo que actor- en su entrevista para la revista Haciendo Cine (que dirige Guerschuny) reconoce que El crítico se desvía del verdadero mundo de la crítica, a la que define como decadente según sus experiencias en un par de privadas, y señala sin vueltas el mecanismo político del medio. Parece que a todos los demás les picó el mismo bicho que a Tellez, que termina entregado a la mediocridad de la que se la pasa quejándose.

(*) «La mayor parte de las películas de autores jóvenes sufre hoy en día de este ‘mal de Godard’. Sólo un sufrimiento directo de lo real y una crítica dialéctica puede superar el nivel de la imitación mitológica de la técnica cinematográfica, instrumentalizando los juegos en expresiones progresivas. (Un cineasta tricontinental, Cahiers du cinema, noviembre de 1967).

Aquí pueden leerse un texto de Luciano Alonso y otro de Hernán Gómez sobre la misma película.

El crítico (Argentina/Chile, 2013), de Hernán Guerschuny, c/Rafael Spregelburd, Dolorez Fonzi, Ignacio Rogers, Ana Katz, Daniel Cargieman, Marcelo Subiotto, Eduardo Iaccono, Telma Crisanti, 98’.

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