Como soy un tipo ingenuo llegué al cine con expectativas: primera película de la historia del cine colombiano nominada al Oscar, 10 minutos de aplausos en Cannes, un montón de premios y un tema que me interesa mucho.
El tema está bajado en la primera línea del guión, y durante las dos horas que dura la película nada nos saca de ahí: un hombre blanco, etnobotánico, alemán, se encuentra en el medio de la selva con un nativo del Amazonas colombiano y le dice así de una sin filtros sin ningún respeto que está buscando una planta, la chakruna, porque no puede soñar.
El nativo es una caricatura muy mal hecha, ridiculísima e insultante, de un chamán desprendido de su tribu. Un morocho disfrazado con huesos y plumas y la cara pintada, que se mueve como un cavernícola, con diálogos en los que supongo que los guionistas quisieron emular una sabiduría milenaria, pero se quedaron en un catálogo de lugares comunes de una supuesta espiritualidad que bien podría salir de la boca de cualquier hippie que venda artesanías en Tafí del Valle (con todo respeto a los hippies que venden artesanías). En otros momentos el nativo es sencillamente un bruto, un ignorante.
Lo que resultaría muy ofensivo si no fuera porque el alemán que llega en su barca también es una caricatura que subestima la idea del “hombre de ciencia”, del escéptico, y también carga con todos los lugarcitos comunes del tipo que primero no cree en lo que le dicen los americanos pero con el paso de los minutos se va convenciendo de todo.
De manera que lo que vemos no es, como esperamos ante la primera alarma, una simplificación reduccionista de las sabidurías americanas, sino del ser humano en general, y de uno de los temas más interesantes que involucraron a nuestras civilizaciones.
Lo primero que el blanco hace es, naturalmente, mostrarle al morocho un libro. De un precursor suyo, que estuvo en los mismos ríos buscando la misma planta. Entonces viene el obvio flashback a ese otro hombre blanco, el escritor del libro, que se encontró con el mismo nativo pero más joven, cuatro décadas antes. El otro hombre blanco es todavía más ridículo que el primero, porque el actor es muy malo y sobreactúa todo el tiempo, qué sensación fea que es la vergüenza ajena.
Todo esto en un Amazonas en blanco y negro, insulso, sin un solo movimiento de cámara sensible. Mirá que debe ser difícil hacer una película contemplativa de dos horas en el Amazonas, que me parece el lugar más espectacular del mundo, sin que aparezca ni por accidente una sola idea visual. Pero esta gente lo consiguió con creces. Me encantan las películas lentas que filman la naturaleza sin que pase nada, pero esta no es ni eso.
En un momento parece que no sabían bien cómo rellenar, así que los viajeros empiezan a encontrarse con unas civilizaciones medio bizarras. Esa es la mejor parte porque te da un poco de curiosidad de a ver qué pasa. Pero después no pasa nada. Una serie de moralejas obvias y de una corrección política desesperante: un cura evangelizador que les prohíbe usar su idioma y les pega con un látigo a los indiecitos, blancos malos que someten a los morochos buenos, ese tipo de gansadas.
Yo soy habitué de la chakruna porque es la otra planta maestra que se mezcla en la preparación de la ayahuasca: es la parte alucinógena, portadora de DMT e inhibidora de la monoaminooxidasa. Conociéndola previamente y de forma más o menos cotidiana, todo el discurso del final, “esta es la última chakruna del mundo”, me resultaba ridiculísimo, todavía más que la ropa que les hacen usar a esos indígenas, pobres. Estos tipos se piensan que la manera de hacernos sentir que algo es sagrado es poniendo personajes que digan que esa cosa es sagrada.
Al final el blanco toma el té y ve unas cositas raras y uno se pone triste por haberse aburrido tanto.
El abrazo de la serpiente (Colombia/Argentina/Venezuela, 2015), de Ciro Guerra, c/Nilbio Torres, Jan Bijvoet, Antonio Bolivar, Brionne Davis, 125’.
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No pretendo defender el Abrazo de la Serpiente, me parece que la verdadera crítica y los premios la defienden por sí misma y, en todo caso, como cualquier obra de arte puede sentar a buen o mal gusto del espectador. Quisiera más bien defender el oficio del crítico de arte, oficio extenso, arduo y vilipendiado por publicaciones como ésta.
Hacer crítica de arte es mucho más complejo que emitir juicios de gusto, se trata de hacer análisis semióticos del contenido de la obra y develar las coherencias, incoherencias e ideología de la misma. Un crítico de arte que se precie de serlo, sabe evitar lo que Eco denominó «imperialismo semiótico», es decir, falsos análisis del signo que sólo pretenden llenar las ideas y apreciaciones del «crítico», olvidando por completo el bios ficcional de la obra y cómo sus signos se dinamizan y significan en tal contexto.
Lastimosamente, a todas luces, éste artículo no es crítica de Arte, es pura opinionología, lo cual no es malo per se, lo terrible es que se venda como crítica algo que no lo es, algo que es un manojo de juicios con algo de sarcasmo pre-púber. Lo terrible es que por éste tipo de publicaciones cualquier persona con una mínima sensibilidad se va creyendo con el derecho de destruir una obra y de paso destruir un oficio que harta falta le hace a un país tan conformista y mediocre (culturalmente hablando) como Colombia.
Luz, vamos, relajate. ¿vos viste esta película? ¿A vos te parece que está a la altura de las obras de arte que merecen o bancan o piden en su análisis esa seriedad que exigís?
Hay obras que piden en su análisis cierto background intelectual y hay obras que no. Yo personalmente no comentaría las primeras, pero por suerte soy de la opinión de que no son pertinentes las mismas categorías de análisis para objetos diferentes. Claro que está el riesgo de equivocarse o de ser injusto, pero bueno, estamos comentando películas, no haciendo neurocirugía.
Al final de tu comentario pedís cierta condescendencia por una supuesta falta de tradición cultural en Colombia. Entiendo que pedís una palmadita en la espalda a los pobres colombianos que nunca hicieron películas y lo hacen lo mejor que pueden. ¿A vos te parece que el mejor aliento a una industria naciente sea bajarles la vara o el parámetro de medida? Yo creo que sería insultarlos, o devolverles el insulto que nos echaron a los que fuimos a mirar esta cagada.
También disiento con esa división tan tajante entre crítica de arte y la opinología, de hecho me parece que casi todo lo que hacemos durante el día nace en la opinología, y me encanta que así sea.
LUZ! dices: ¿Un oficio que tanta falta le hace a este país? ¿FALTA? quizas le hará falta al EGO de los chiflados que se sienten lumbreras del cine que viven agarrados de las becas. ¿te parece bien que se derrochen los miles de miles de millones de los impuestos del pueblo en el tal cecesario oficio que dices, mientras la gente se esta muriendo en hospitales donde no hay ni una jeringa? (y otros huecos fiscales del país) ¿acaso la humanidad no vivio miles y miles de años sin cine? ¿alguien se ha muerto por no ver una pelicula? es que no existe la literatura y otros artes mas aportantes y menos costosos para culturizarse?
Ospina, que usted no vaya a cine no quiere decir que el resto del país no lo pueda hacer, por otra parte, que en los hospitales no haya ni una jeringa (y otros huecos fiscales ) no es porque le den esa platica al cine, es más bien porque esos politicos que usted eligió para gobernar a su país y a su ciudad se roban mas del 70% de sus impuestos.
Acuerdo totalmente contigo,Luz La pelicula me pareciò una joya…
No me gustó la película, pero decir que un país es mediocre culturalmente es una apreciación aún más fuerte que la crítica de la película, creo que es una ignorancia total. un país no se puede catalogar por una película , y le pregunto a la persona que lanzó ese juicio en que se basa ? Probablemente si tiene argumentos le conteste , de lo contrario debo pensar que son solo prejuicios e ignorancia.
La «crítica» me hizo cagar de risa, en ese sentido es muy buena, pero creo que Luz en parte tiene razón; seguramente al «critico» le da la cabeza para destrozar la película con otras herramientas que las que usó, solo que tal vez no tuvo ganas porque la película le pareció tan mala que no merecía el esfuerzo. También la réplica de Manuel me parece correcta, tiene razón en todo lo que dice y fundamenta muy bien sus argumentos, lo que demuestra que Luz tiene en parte razón.
Sabrán disculparme, pero tengo que pelearme con Ospina, ademñas de con Luz. Yo sí creo que una película, o cualquier obra de arte, es algo muy importante, y vimos muchas veces cómo la crítica acompañó o desalentó cambios de paradigmas estéticos o la difusión o no difusión de obras.
Las películas nos enseñan a mirar, como los libros nos enseñan a leer. Todas las películas que miramos nos cambian la vida, aunque no nos demos cuenta. Así que esto es una cuestión moral: una película puede hacernos poner en duda una estructura de pensamiento o nos puede modificar la manera de metabolizar las ideas o nos puede aportar una manera nueva de narrar, lo que afectaría directamente en la memoria y en la reconstrucción de la vida privada y pública, entre otras miles de formas de cambiar a los humanos.
Y una película también puede afianzar prejuicios, estructuras rígidas, nos puede volver estáticos, si no aporta nada nuevo.
El abrazo de la serpiente toma un tema que es muy sagrado y lo banaliza por completo, reproduciendo uno atrás del otro los prejuicios que cualquier pelotudo puede tener sobre una temática muy profunda y compleja y vital. Hace que las cosas se mantengan de una forma horrible.
Por eso me pareció un deber moral ningunear a estos hijos de puta.