Duna versión Villeneuve es, sin duda, la contracara de la Duna (1984) versión Lynch y de la que podría haber sido la Duna psicomágica versión Jodorowsky. David Lynch subestimó la novela de Frank Herbert y, sobre todo, subestimó el género de la ciencia ficción, por eso su bodoque del año 1984 quedó en los anales como uno de los bodrios más temerarios de la historia del cine moderno. En sus antípodas, Denis Villeneuve respeta hasta el último detalle tanto de la novela de Herbert como de los matices de la ciencia ficción como género para dar su versión de Duna: una tan perfecta como rematadamente aburrida.

Duna versión Villeneuve no es aburrida porque no pasa nada; es aburrida porque no despierta una sola emoción desde los personajes -principalmente- y desde la propuesta narrativa de la historia para conectar el deslumbramiento visual que uno tiene por los escenarios de la película y sus efectos especiales con la empatía clásica de identificación que genera una novela de iniciación: esa del niño que asume su destino de héroe y, profecía mediante, se lanza en su trayectoria valiente a consumarlo.

Duna versión Villeneuve parece ser una sucesión de pinturas entre románticas y expresionistas de una galaxia diez mil años avanzada en nuestro futuro en el que uno cae abriendo la boca -pues la fotografía, los efectos especiales y la edición son realmente deslumbrantes- pero que más allá de ver la textura, los colores y los detalles de estas “pinturas”, no hay nada más para ver: ni símbolos, ni metáforas, ni belleza ajena al CGI.

Duna versión Villeneuve exagera, por ello, en la música de Zimmer: la necesita permanentemente como una catapulta de golpes de efecto para generar a la fuerza (muy a la fuerza) emoción allí donde el diálogo, el actor y la caracterización de los personajes no la generan nunca. Los Harkkonen arrasan Arrakis y a la familia Atreides en una noche y da exactamente lo mismo si no lo hubieran hecho.

Duna versión Villeneuve tiene una parte medio bizarra con la analogía entre Leto Atreides (Oscar Isaac) muriendo a mano de los Harkonnen y la foto del Che Guevara en Bolivia después de su fusilamiento.

Duna versión Villeneuve tiene todo el peso dramático en el trabajo descomunal de Rebecca Ferguson en su rol de la Dama Jessica intentando mitigar el conflicto de ser la madre de un mesías (de un mito) y la madre de un simple joven noble por herencia, puesto en un lugar que no necesariamente hubiera elegido.

Duna versión Villeneuve muestra una humanidad diez mil años en el futuro revisionada en un tecno feudalismo capitalista bastante básico y despojado, mezclado con un refritado extraño de religiones que, lejos de aportarle mística y misticismo (como lo hizo la orden de los Jedi a la saga de Star Wars, por ejemplo), le aporta una confusión de guiños a las religiones monoteístas actuales y sus habituales e históricas cruzadas religiosas.

Duna versión Villeneuve es la primera parte de la saga que planea seguir el itinerario de los libros de Herbert y por eso todo queda en un “veremos” grande, sin mayor capacidad o ansia de intriga como en El señor de los anillos de Jackson, independientemente de haberse leído o no la novela antes.

Duna versión Villeneuve no está ni cerca de ser esa obra maestra que fue Sicario (2015) o La llegada (2016), o de ser una obra maestra de algún tipo.

Duna versión Villeneuve cae en el mismo pecado que cayó Blade runner 2049 (2017): ¡el ritmo! Es como si Villeneuve se enamorara de mirar lentamente sus propios escenarios (superior al de sus predecesores: Scott y Lynch), sus propios engendros juveniles de la imaginación vueltos materialidad fílmica sin importarle mayormente los espectadores que prefieren el ensamble imagen-historia antes que el escenario en su propia capacidad de disfrute visual y digital. Villeneuve, en su Duna, sacrifica ritmo narrativo por contemplación escénica y eso, para una película de ciencia ficción épica, es un casi pecado funcional.

Duna versión Villeneuve aburre haciendo que Jason Momoa caracterice a su Duncan como una mezcla tibia de Baba Voss, Conan y Khal Drogo que conspira aún más en la falta de emociones que Paul (desabrido Timothée Chalamet) des-genera a lo largo de todo el film.

Duna versión Villeneuve tiene un mérito importante que es el de lograr cierta autonomía artística más allá de la analogía/adaptación de la gran novela de Herbert y salir bien parada en ella.

Duna versión Villeneuve no es una mala película en lo absoluto y verla en el cine es, realmente, un prodigio… El problema está en cuando uno sale de la sala y nada de eso que lo impresionó lo vuelve a impresionar. El problema está en las dos horas y media de metraje donde “lo aburrido” en vez de volverse una poética, como en el cine iraní, se transforma en una trampa estética donde el puro significante vale más que algún significado o, lo que es peor, donde el puro significante es el único significado posible de la película, justamente después de dos horas y media de metraje.

Calificación: 7/10

Duna (Dune, Estados Unidos/Canadá, 2021). Dirección: Denis Villeneuve. Guion: Denis Villeneuve, Jon Spaihts, Eric Roth, Frank Herbert). Fotografía: Greig Fraser. Montaje: Joe Walker. Música: Hans Zimmer. Elenco: Timothée Chalamet, Rebecca Ferguson, Zendaya, Oscar Isaac, Jason Momoa, Stellan Skarsgård, Josh Brolin, Javier Bardem. Duración: 155 minutos.

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