Hace un par de semanas, Sergio Schmucler (sociólogo y cineasta cordobés) disparó en La Izquierda Diario una suerte de controversia afirmando que el llamado Nuevo Cine Cordobés es más bien un invento de la prensa elaborado por tres críticos cordobeses y de una movida cinéfila súper reducida que retroalimenta -con cierta soberbia, según él- dicho fenómeno sin mayores alcances (de público) que ellos mismos y algún que otro festival. Uno de los críticos aludidos en esta afirmación, Roger Koza, respondió -chicanas más, chicanas menos- a Schmucler diciendo que quizás en lo único que concordaba con las afirmaciones del mismo era que aún, en este Nuevo Cine Cordobés o como se llame, no se ha producido ninguna obra maestra. Lucas Moreno, cineasta y crítico cordobés, un par de semanas después, atendía a la polémica y en La Voz del Interior publicaba que “más que un nuevo cine cordobés, existe una cinefilia cordobesa que incide en la producción y repercusión cinematográfica. Allí está la banalidad del misterio. El cine en Córdoba no es novedoso; lo llamativo es la retroalimentación entre realizadores y cultura cinéfila, una contaminación de ecosistemas propiciada por los límites de la ciudad.” Pues bien, sin este contexto crítico de difusión y amistad, sin este marco reducido de retroalimentación, sin esta contaminación de ecosistemas condicionados por los límites de la ciudad, sin obras maestras que muestren ciertos estándares de calidad cinematográfica subiendo la vara en cuanto a su consumación y progresión artística, ¿qué tipo de difusión y hasta proyección pudiera haber tenido El último verano de Leandro Naranjo? Y, en la misma lógica de esta pregunta, de haber un Nuevo Cine Cordobés (por más que no se aclare todavía cuál fue el “viejo”) o Cine Cordobés Contemporáneo como proponía otro de los críticos mencionados por Schmucler, Alejandro Cozza, ¿qué lugar ocuparía El último verano? ¿Sería una de las peores películas acumuladas dentro de este cine en construcción más que en expansión? ¿Hay malas películas en este Cine? ¿La crítica habló de ellas? Si uno toma a Salsipuedes de Mariano Luque como, quizás, la mejor obra de toda esta pequeña movida retroalimentada sin obras maestras, ¿qué tan lejos está El último verano de ella en cuanto a propuesta artística general; especialmente en relación al efectismo del guión y del montaje?
Mientras este Cine Cordobés, como ya afirmamos, siga estando en construcción más que en expansión, estas preguntas pueden resultar un poco imprudentes; eso no quiere decir que en un futuro, puedan (deban) ser respondidas con cierta claridad y fundamentación. Hasta entonces, hay que particularizar. Y particularizando, uno se enfoca en los primeros tres minutos de El último verano: allí, en un color blanco y negro muy a lo Jarmusch, Santi -chico de unos veintipico- y su amigo van en un auto, de noche, y el amigo de Santi, de la nada, vocaliza las primeras líneas de diálogo de la película preguntándole a Santi: “Che, Santi, no estás re podrido de que todos te pregunten qué vas hacer ahora con este tiempo”. Santi, desganado, fumando, piensa unos segundos sin mayores esfuerzos y responde: “Sí, la verdad es que estoy un poco cansado. No sé por qué todo el mundo me pregunta lo mismo”. Su amigo repregunta: “¿Y qué vas a hacer?”. A lo que Santi remata diciendo: “Lo mismo de siempre, pero solo”. Silencio. El auto sigue andando. Santi pone música en la radio. Suena una guitarrita indie medio pedorra. Sigue el auto. Escena siguiente. Santi llega a su casa (de clase media acomodada según se nota cuando abre la puerta de la entrada con un control remoto), se va a la cocina, toma un vaso de agua y se queda viendo inmóvil su propio reflejo en el vidrio de la ventana de la cocina. Un reflejo oscuro, potenciado por el blanco y negro de la película. Obviedad(es) varias y encrucijada vital: ese nadismo llamado “lo mismo de siempre” será el eje central de la película y la misma se encargará de describirlo, o, haciendo caso al adjetivo “último” del título, por el contrario, ese nadismo se terminará en esa noche, en ese verano y “lo mismo de siempre” tendrá una nueva resemantización, un nuevo punto 0; una crisis quizás, una crisis que apunte de manera irónica, a demolerlo por un vitalismo más trascendental.
No, no la tendrá. La hora y diez que acontecerá a partir de ahí será una acumulación irritante (por momentos) de nadismo dentro de espacios mayormente cerrados entre una serie de personajes veinteañeros (aunque mentalmente parezcan quinceañeros) que se terminarán condensando en dos: Santi y Juli, dos viejos amigovios de la adolescencia que se reencuentran en una fiesta y durante toda la noche amagan (amagarán) con histeriquearse, seducirse, garcharse, recordarse, conocerse, desearse y conectarse, especialmente conectarse (quizás para que todo lo otro pase). Durante este proceso, Santi, reciente egresado de Cine, y Juli, estudiante de Letras y cantante, fumarán mucho, tomarán mucho, escucharán música, verán películas, comerán pururú, hablarán vanidades para rellenar el tiempo y potenciar el histeriqueo, se darán a entender que todavía se gustan y no (se) harán nada de nada en toda la noche al punto tal de reducir la película, a la nada misma.
Ahora bien, esta nada, este nadismo más bien ¿de qué se trata? O, en todo caso, ¿es una propuesta narrativa y estética en sí, es decir, la película apunta artística y voluntariamente a incinerarse (simbolizarse) en la nada o, por el contrario, la nada es un efecto involuntario de una búsqueda fallida?
Curiosamente, la película desconcierta al respecto. No queda bien en claro nunca si esa nada es voluntaria o involuntaria. Todo disparador en la trama, tiene, casi al mismo tiempo, un anulador. La anulación desconcierta. Cuatro ejemplos dan cuenta de ello: 1) Santi, su amigo y una tal Maca van a comprar bebidas para la fiesta. Consiguen Amargo Obrero y pomelo para mezclar. Es decir, una bebida que no toma nadie en una fiesta en Córdoba pero que en cierta forma, resulta original (y popular) para no nombrar el famoso fernet y con ello dar guiños obvios de cordobesismo de manual (los otros serían el cuarteo y los chistes). Sin embargo, lo primero que hace Maca al ver las bebidas es preguntar por qué no hay fernet. 2) El amigo de Santi se pone en medio de una ronda junto a Maca, Santi, Juli y dos chicos más a discutir con uno de ellos sobre marxismo y peronismo. Santi es egresado de Cine, Juli de Letras. Justamente si uno elige este perfil de personajes, este perfil de jóvenes “intelectuales”, espera una discusión de éstas. La discusión comienza y parece seguir la vieja distinción planteada en los 70 por José Pablo Feinmann -cuando era medianamente interesante y no le envidiaba los culos a Tinelli- acerca de la virtud carismática y sentimental del peronismo en oposición a la programática y conductista del marxismo. Sin embargo, apenas la discusión se pone seria, el amigo de Santi la banaliza con ejemplos de fútbol y video juegos para rematarla con una frase jamás usada en la historia del cine: “Hay que desconfiar de las personas a las que no les gusta el fútbol, el alcohol y el tabaco”. Juli y Maca, encima, caen en cierto lugar común (¿machista?) diciéndole a los chicos que bajen un cambio, que hablar de fútbol, video juegos, peleas y política es aburrido. ¡Juli estudia Letras! ¡¡Le saltaría a la yugular a cualquiera de los dos y la seguiría toda la noche con el tema!! Sin embargo, nada, Juli y Santi se van a fumar a la terraza y enumerar los faraónicos monumentos construidos por el ex gobernador de Córdoba que se ven desde ese lugar mientras el resto se pone a jugar a las cartas. 3) La tensión sexual entre Santi y Juli no da para más. No hay nadie en el departamento. Juli viene de cortar con el novio. Está vulnerable. Los dos se miran cómplices. Parece ser hora de garchar. Pasa que si lo hacen, la película se termina o, por el contrario, recién comenzaría. Ninguna de las dos opciones parece posible. Así que se van a preparar pururú y a escuchar en tiempo real una de las canciones de la banda de Juli fumando y fumando. 4) Leandro Naranjo es programador de Cinéfilo Bar y crítico de la revista Cinéfilo. Casi todos los “actores” de la película también. Obviamente, Santi tiene que tener relación con Cinéfilo y por ello, sí, Rosendo Ruiz tiene que aparecer y aparece, igual que el bar. Todo parece autorreferencial. Más si uno tiene en cuenta que Santi y Juli se llaman Santiago y Julieta en la vida real y esta última es estudiante de Letras y cantante. Por ello, ya en Cinéfilo Bar y después de ver Los paranoicos de Gabriel Medina, Santi y Juli hablan de la posible primera película de Santi qué, curiosamente, tiene un guión idéntico a El último verano y tendría, como El último verano tiene, música de Juli incorporada. La ironía -y con ello, el simbolismo y porqué no, hasta alguna metáfora- intenta asomarse, sin embargo, no, la película en su desarrollo no ha sido Copia certificada de Kiarostami o Aquel querido mes de agosto de Gomes; el nadismo pululante durante toda la película (que ya llega a su fin, casi, en esta escena) ha sido tan grande; los anuladores han sido tan eficaces, que todo cae en una analogía directa: las faltas de ideas importantes de Santi para hacer una película (por más que él las intente disimular poniendo como excusa las posibles dificultades de engranar una producción) son exactamente las faltas importantes de ideas con que El último verano se consuma como obra artística y cinematográfica.
Córdoba, cordobesismos, juventud, amistad, política, amor, sexualidad, arte se banalizan y anulan en su propia incapacidad (¿valentía?) de desarrollo, de discusión, de argumentación. Por ello, quizás, el cigarrillo y la bebida aparecen en la película de manera tan grotesca: funcionan claramente como “sustitutos” desesperados de ese “no pasar nada”. Santi y Juli, encima, NO GARCHAN. La sexualidad se reprime al igual que las ideas de Santi para su primera no-película y lo sentimientos de Juli, aparentemente, por la relación fallida con su ex novio (si no, no se entienden mayormente las lágrimas de Juli en el balcón al escuchar la canción de circunstancia). Por esta razón, si uno se queda con esos primeros tres minutos del film y luego corta y edita agregándole el minuto final con Juli en toalla, la película (aunque con formato de corto) sería sugestivamente más interesante. Al menos, en la brutal elipsis, se ahorraría el nadismo gravitante que lejos de simbolizar, irrita; que lejos de expresar, anula.
Confundir ambición con pretenciosidad; confundir nobleza con “falsa humildad”, buscando, ¡encima!, una especie de punto neutro (¿medio?, ¿seguro?) donde ninguna de estas confusiones encuentre mayor preponderancia, artísticamente hablando, puede ser nefasto para una película donde la estética asumida, es la del hiperrealismo. Retratar una vida -por más autorreferencial o no que sea- confundiendo nadismo con existencialismo (torpe vicio noventista, éste, como la remera de Nirvana que usa Juli) en un marco de juventud tardía (¡tienen veintipico, no quince los personajes de esta película!), más que una elección argumental, es un convencionalismo ideológico que lejos de sorprender, aburre por las casi dos millones de películas que contaron lo mismo y de la misma forma (y en blanco y negro encima). Por ello, lamentablemente, El último verano es una película más que retrata este convencionalismo sin agregar nada nuevo al respecto. Lamentablemente, El último verano ni siquiera ironiza no agregando nada nuevo al respecto. Lamentablemente, El último verano recién empieza (debiera empezar) cuando termina, cuando Santi toma (o no) ese ascensor en esa mañana que todo lo atomiza.
El último verano (Argentia, 2014), de Leandro Naranjo, c/ Santiago Zapata, Julieta Aiello, Octavio Bertone, Macarena Rovira, 75′.
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Tal vez el nadismo tan reprochado por Gross en su ofuscada reseña sea la nada de su propia mirada, el resultado de su nula capacidad para ver muchas cosas a las que él parece ciego: Pero es curiosa una crítica cinematográfica que construye sus juicios en base a las objeciones que le hace a las conductas de los personajes: a Gross le parece mal que los personajes empiecen a hablar de peronismo y sigan hablando de fútbol y videojuegos, o le parece mal que vacilen entre el Amargo Obrero y el Fernet con coca, o que siendo de 25 se comporten como los de 15 (según el manual de conductas apropiadas para cada edad editado por Gustavo Gross). Toda la reseña «es un convencionalismo ideológico que lejos de sorprender, aburre por las casi dos millones de reseñas que objetaron lo mismo y de la misma forma». Una crítica cinematográfica que se eleva al nivel de un poder judicial y le exige al cine originalidades que como crítica no practica y repite clisés que se han leído miles de veces a propósito de películas muy diferentes es quizás el más agudo síntoma de que la crítica de cine es una práctica sin presente y sin futuro.
Si la crítica quisiera erigir un fundamento desde el que pararse a dialogar con el cine, primero tendría que ser crítica de sus propias capacidades. Nada más lejos de eso que este texto de Gross, que exige todo y no pone nada.
Uh no… ¡¡¡Oscar Cuervo!!! El triste «salieri de Koza», el opinador compulsivo de todo y por el mismo precio, el gorgojo de la crítica cinematográfica, el tipo que espera que alguien escriba algo para él -copy & paste mediante- rejunte ideas ajenas y las intente materializar como propias, el tipo que puso bobadas insustanciales, banales, cohelianas, oshistas como ésta sobre El último verano: «Una dialéctica entre lo difícil y lo fácil: una pequeña muestra del universo, una gota de agua, un grano de polvo, un gesto ínfimo, bien mirados, permiten aprender algo preciso (nunca definitivo) del universo entero», un tipo para el que según él, como me afirmó torpemente una vez, en Fitzcarraldo de Herzog ¡¡no hay metáforas!!, se indigna de un «cierto poder judicial» que según él cree que ejerzo, para, justamente, hacer su propia crítica de la crítica ejerciendo un poder judicial (¿sobre la crítica?) que no, no tiene (tenés), argumentando él mismo, su propia contradicción: «Una crítica cinematográfica que se eleva al nivel de un poder judicial y le exige al cine originalidades que como crítica no practica y repite clisés que se han leído miles de veces a propósito de películas muy diferentes es quizás el más agudo síntoma de que la crítica de cine es una práctica sin presente y sin futuro.» Es decir, ¿¿¿¿me exigís lo mismo que, en teoría, yo le exijo a la película de Naranjo???? ¿Ves?: por eso te suele ningunear Prividera como lo suele hacer: porque no tenés capacidad alguna de sostener un argumento sin contradecirte; tenés una precarización conceptual propia, quizás, de un tipo al que le quedan grandes las categorías críticas (¿culturales?) que quiere manejar. Tal vez, este problema sea más bien de formación que de falta de intelecto o un mix de ambas; en todo caso, el resultado es decir cosas como:»La vida que ocurre entre el recuerdo y la expectación. ¿Qué diremos? ¿Este es un gran tema o un tema pequeño? ¿Fácil o difícil?» (es casi hilarante este juego dialéctico por lo cursi y básico; parecés un alumno sanatero de secundario «guitarreando» un examen porque no estudió un carajo para el mismo).
Pero lo maravilloso de esto, es que aquel que reclama no ejercer «poder judicial» sobre las películas, ¡¡hizo exactamente lo mismo en su blog sobre esta crítica!! Al punto de tener que usarme las mismas palabras para decir: «Toda la reseña «es un convencionalismo ideológico que lejos de sorprender, aburre por las casi dos millones de reseñas que objetaron lo mismo y de la misma forma» (para hacerla caer en su propia picota).»
CUERVOOOOOOOOOOOOO: por favor, antes que sigas pasando vergüenza propia (y ajena), primero, BUSCATE UNA IDEA: ya sos el «salieri de koza», Prividera no deja que seas el suyo, no podés caer tan bajo de querer ser ahora el mío. Es como que mendigás aceptación intelectual; cartoneás intertextualidad: sos medio triste. Igual, con ansiolíticos se te puede solucionar el problema, espero.
De todos modos, un par de aclaraciones (así te doy pié -entidad- de que contestes algo más y lo pongas en tu blog o lo que sea que tenés ahí): 1) la crítica cinematográfica junto a su pasado, presente y futuro me chupan un huevo: la crítica cinematográfica me interesa, sólo, como un registro más de mi propia escritura, no como oficio y por eso acepté la invitación de Marcos para escribir en HLC y por eso, en sí, me interesa mucho hacerlo en HLC. Por este motivo, nadie me paga por hacerla y por ello mis «intereses» sobre la crítica de una película no van más allá del mero análisis crítico de un espectador que vio un film. A diferencia tuya, no tengo «amiguismos» a los cuales representar, ponderar o potenciar; por eso mismo, lo que exijo lo exijo como espectador que pagó la entrada, no como un gorgojo pavote como vos a ver si te incluyen en algún número de Cinéfilo.
2) Una de las afirmaciones por las que me saco el sombrero (de la risa) ante vos es esta suerte de contraposición que hacés diciendo que yo no hago una crítica original (por eso no tengo entidad para reclamar originalidad a la película en cuestión) mientras que vos, aparentemente, sí. ¿¿Una crítica original??: Cuervoooooooooooooo, tu crítica sobre El último verano es una mala asimilación de lo que escribió Batlle en otros cines y lo que champurreaste de Koza en el con los ojos abiertos. El problema -y la diferencia con ellos; y tu peor puesta en evidencia- es la OBSECUENCIA conque lo hacés: esas ganas casi infantiles y chupamedias de agradar al director: «Cuando uno ve El último verano, la experiencia transcurre con una sensación de facilidad. Esta facilidad es un resultado: porque el cineasta piensa los medios con que cuenta y las posibilidades que de ellos puede extraer. Esa facilidad es felicidad al constatar que una película como esta, si encuentra los canales de distribución que todavía no tiene, puede ser disfrutable por un público muy amplio. Un cine refinado y popular.» Cuervo: la «facilidad» está en querer lograr aceptación con estas facilidades justamente. ¿Qué carajo es un cine refinado? ¿Qué carajo es un cine popular? ¿Qué carajo sería un cine refinado y popular? Si yo fuera Naranjo, ¡te querría cagar a tiros si decís que mi película es «feliz» porque es «fácil» y por eso puede ser apreciada de manera «refinada» y «popular»! Urgente tenés que hacer un curso de Lógica I en cualquier acelerado para adultos donde lo dicten.
Y 3) En ningún momento defendiste la película; en ningún momento tuviste valentía para contradecir mis fundamentos sobre la misma; directamente te fuiste a hacer «crítica de la crítica» de manera pavota, chicanera, intentando despertar (¿?) «una polémica» que no tiene razón de ser si la película no es el referente en cuestión. La crítica (de la crítica) tiene que ser, en todo caso, con la película como referente, no con tu (in)capacidad de aceptar o no juicios ajenos al tuyo. Igualmente, volviendo al tono oshista y básico que te caracteriza, pusiste esto: «¿soy capaz de ver? ¿puedo escribir algo que tenga derecho a dialogar con un texto cinematográfico?» Cuervo: ¿Qué es para vos «ver» una película? ¿Quién te creés que sos vos para determinar los modos de ver una película? Y lo que es peor, ¿vos creés que ves una película por decir una idiotez como: «Hay otro mérito en juego: la veracidad de la puesta hace que sus personajes hablen en un cordobés juvenil lleno de giros singulares y terriblemente gozosos.»? ¿Hablar en «cordobés juvenil»? ¿Giros singulares y terriblemente gozosos? ¿Cómo se habla en «cordobés adulto»? ¿Hablaste alguna vez con un cordobés?
En fin. Como te dije antes, te dí entidad y hasta la excusa para una nota en tu blog. Lo demás, chiquiteces (sos).
Saludos
Je, Gustavo, qué nervios… No te pongas tan mal, ya batiste el récord mundial de argumentos ad hominem por milímetro cuadrado. Yo soy todo eso que vos decís, además de sucio, pedófilo, coimero, chantajista, incogible, moroso incobrable y padezco de halitosis.
Con todas mis características, vos no lograste fundar tu «crítica» a El último verano.
Ahora fíjate que te saliste de quicio solo porque apliqué a tu «crítica» objeciones del mismo calibre que las que vos dedicaste a la película. Cómo es? Las frases que vos le podés propinar a otros no las soportas cuando se dirigen contra vos?
De veras pensás que hacer de crítico te da fueros especiales?
Me puse nervioso, raquítico y espumoso. Realmente me tocaste un punto débil y reaccioné a puro desborde. Sos un tipo con una prosa exquisita, una capacidad argumentativa y de fundamentación clara, profunda (sobre todo, profunda) y coherente -¡jamás contradictoria!- que me hizo replantearme muchas cosas de mi propia escritura y mi forma de ser en la vida. Me hiciste «ver» cuervo, sí, «ver», y esa iluminación me trastornó. Igual, eso no quita que me parezcas un «salieri de koza», un gorgojo pavote cartoneando aceptación intelectual en cuanto blog haya dando vueltas, y un tipo que ni en pedo leo o consulto (leí lo de tus críticas por lo que colgaste acá). Y, a pesar de la iluminación antes mencionada, sí, fundamenté mi posición de El último verano sin recurrir a tus analogías new age del universo, los granos de arena, lo gracioso que son los cordobeses hablando y como esta película puede ser aceptada por un público refinado y popular; de hecho, me lo corroboró gente con lecturas y trayectoria intelectual mucho más interesante que la tuya que además de leerme, te leyeron a vos y se recagaron de risa.
Lo que sí, hay un dato curioso: si yo no soportara las objeciones que me hacen, si yo tuviera esos fueros especiales que mencionás (¿¿ah??) le hubiera dicho a Marcos que te borre los comentarios justamente o alguna cagonada similar; por el contrario, no sólo que las soporto o soporté (y mirá que escribís pavadas con ganas) si no que te di vuelta batiendo el récord mundial de argumentos ad hominem por milímetro cuadrado a punto tal que nuevamente, no pudiste sostener tu pedorrada de post y recurriste al típico «estás nervioso» del manual del pseudo superado troll histeriqueando.
De todos modos, el dato acá sigue siendo otro: el que me lee a mí, sos vos. El que tiene post en su blog gracias a mí, sos vos. Seguime leyendo entonces y disfrutalo cuervo, disfrutalo.
Jajaja
Un tal Gros y un tal Cuervo, chicaneándose por horas, destilando viejos rencores de lecturas blogueras, e invocando a ¡un tal Koza y un tal Prividera!
Esto es una joda jajajaja. Parecen un sketch, realmente. Son la nada, pero tóxica. Viendo la obra audiovisual de Gros en Youtube y Vimeo podemos comprobar que él encarna de modo real el famoso cliché del crítico cineasta-frustrado. Pero lo más triste es que es también un crítico-frustrado.
Críticos son los académicos, los teóricos. Robin Wood, André Gaudreault, y todos aquellos que emprenden un camino similar a menor escala hasta nuevo aviso. En cambio toda esta basura autoreferencial y estéril de cyberfanzine amateur, que no la encuentran nutritiva ni los cineastas ni los estudiosos del Cine, y cuya lectura consume mucho más tiempo que el que lleva ver las pelìculas aludidas y conversarlas en el bar con otros amantes del Cine, esta polución es obra de gente sin profesión.
Por favor no me censuren mi opinión.
Saludos
Atendiendo a su encarecido ruego, estimado «Uno que intenta vivir y dejar vivir» hemos decidido concederle a su comentario la venia de la publicación.
Curiosamente, alguien con poca, poquita sustancia testicular como para poner su nombre y apellido como corresponde, pide «no censura», habla de clichés y fracasados y cae en el peor cliché del fracasado justamente: criticar al crítico. De todos modos, haciendo un esfuerzo heroico por tomar en serio a un cagón anónimo más, vale destacar(te) dos detalles maravillosos: 1) «Críticos son los académicos, los teóricos»: acá más que para reírse es para tener(te) vergüenza ajena; y 2) «toda esta basura autoreferencial y estéril de cyberfanzine amateur»: esta retórica vedetonga de nene malo-bueno que alguna vez leyó un libro de Fogwill (¡y cree que lo entendió!), desmuestra que, posiblemente, tuviste que dejar la carrera de humanidades que estuvieras haciendo más o menos en tercer año, cuando de pedo alcanzabas la regularidad de, ponele, no sé, ¿Semiótica II?
Igual, está bueno que tuvieras tus 12 líneas de fama: ¡al fin te publicaron en un posteo!
Feliz año nuevo para vos y toda tu familia.