mv5bmtqwntu0mdgtngrkmi00owfllwexzjetotewngfhmmmzotnhxkeyxkfqcgdeqxvymjuxode0mdy-_v1_Ver la retrospectiva del cine noir en Mar del Plata 2016 fue (igual que el otro acontecimiento de este festival, la proyección de Caballo de hierro de John Ford con música ejecutada en vivo por la Orquesta Sinfónica de Mar del Plata) como un nacimiento. Todos hemos visto los clásicos del género noir en cualquier formato y calidad de reproducción y todos esos clásicos merecen verse cuántas veces sea posible. Pero esta retrospectiva, curada por Eddie Muller, un personaje afable y comunicativo, con un toque de entusiasmo infantil en su modo de presentar las películas, alguien que parece vivir dentro del cine que ama, fue como volver al comienzo, al de nuestro fervor por el cine, al de aquellas miradas inocentes que perseguían la acción y los disparos al mismo tiempo que se empapaban, para siempre y sin saberlo, de los contraluces sombríos de una fotografía que era, como pocas, parte de la narración. Nos gustaba el cine de los héroes, de los que triunfaban siempre contra el mal, de los que luchaban por las causas justas y salían invictos de las batallas y listos para el amor. La vida, por supuesto, no era así; comenzamos a intuirlo viendo películas noir repetidas una y otra vez en cines de barrio o de pueblo, copias rayadas, con cortes y un audio que muchas veces se esfumaba. Lo que nos atraía hipnóticamente de esas películas (que entonces no sabíamos que se llamaban “noir”) era la certeza de la derrota final –algún tipo de derrota- el tono oscuro y desmedido de las pasiones que manejaban a los protagonistas, la condena inevitable que los rondaba. Intuíamos bien, este cine era como la vida que nos esperaba y al mismo tiempo más grande que ella.

La retrospectiva que le dedicó Mar del Plata 2016 fue definitiva, no estaban los títulos más conocidos pero cada una de ellas es una obra maestra: El hombre que supo perder (Stuart Heisler), Lágrimas tardías (Byron Haskins), La justicia injusta (Cy Endfield), El cómplice de las sombras (Joseph Losey), Peligro (Robert Parrish), La dama fantasma (Robert Siodmak) y Un asesino en la noche (Norman Foster) fueron el núcleo de la muestra; todas en 35 mm excepto la de Siodmak (en impecable 16 mm.) y con sus enteras luces y sombras. Todas con sus irreemplazables protagonistas masculinos: Van Heflin, Brian Donleavy, Franchot Tone, Lloyd Bridges; y sus enormes y trágicas mujeres: Kathleen Ryan, Ella Raines, Verónica Lake, Evelyn Kayes, Lizabeth Scott, Rhonda Fleming.

womanontherun02_smallSi es necesario destacar una, lo hago con Un asesino en la noche, una película rescatada por casualidad, descatalogada por su empresa productora y reconstruida por Eddie Muller; dirigida por el poco conocido Norman Foster y protagonizada por Ann Sheridan y Dennis O´Keefe, es una espiral de persecuciones e identidades cambiantes. La sombra de una duda se instala en las calles de San Francisco precediendo a Vértigo en su austera consagración al misterio de la ciudad que abre para el cine urbano hollywoodense las puertas del Pacífico. Cada círculo del relato se abre a un espacio distinto, casi alucinatorio, en el que todos los ámbitos físicos juegan un papel dramático distinto que parte del realismo del noir hasta rozar los límites de lo fantástico. Una historia de traiciones y amores vencidos, una obra maestra desconocida, la culminación de un ciclo que –para nuestra ventura cinéfila- nunca culmina.

Un asesino en la noche (Woman on the run, EUA, 1950), de Norman Foster, c/Ann Sheridan, Dennis O’Keefe, Robert Keith, 77′.

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