La última película de Thomas Vintenberg, Otra ronda, que carga con varios premios importantes, entre ellos el Oscar a la Mejor Película Extranjera, llegó a Netflix y esa es una buena noticia. Hace tiempo se encontraba para ver online, pero el alcance de la plataforma más vista parece ser irresistible para cierto público, que inclusive tiene curiosidad por el cine fuera de Hollywood.

La película abre con una frase de Kierkegaard: ¿Qué es la juventud? Un sueño. ¿Qué es el amor? El contenido del sueño. Cualquier película con estas pretensiones me predispone para la huida rápida.

Martin (brillante Mads Mikkelsen) vive en un poblado costero de Dinamarca y es un profesor de historia que parece tildado en la monotonía de su vida diaria: casado, con dos hijos adolescentes, todo en la normalidad absoluta. El tipo está perdido en su mundo interior, desconocido para él, para sus amigos y también para su esposa; esos primeros minutos deslizan un tedio difícil de descifrar, la vida en un país que no te hostiga, pero evidentemente te somete a una calma agobiante. Con más o menos todo resuelto, Martin está en off, luce apagado, en modo androide, ni él entiende que le pasa y así trascurren sus días, hasta que empieza a tener conclusiones erradas y extrañas en sus clases.

Con su grupo de amigos profesores, durante una cena, sale la idea de beber y poder recuperar así el espíritu lúdico en el trabajo diario. Para Martin, que solo toma agua, le parece en principio absurdo hasta que la primera copa de vodka le provoca un clic emocional severo. En esa escena, el rostro de Mikkelsen refleja el extravío, el desconcierto, no hay palabras para expresarlo, escucha y se desmorona sin perder la compostura, todo lo dice su mirada, brota por sus ojos el espíritu de un hombre quebrado y no puede más que sincerarse sobre su presente con sus compañeros.

Vinterberg pone en escena la vida misma, gran parte del arco de tiempos y espacios que transitamos muchos de nosotros, los occidentales. De ahí sale la idea de moldear sus realidades, como una especie de experimento con al menos 05% de alcohol en sangre. Cualquier semejanza con Los idiotas de Von Trier es pura casualidad; Vinterberg es un tipo inteligente, el director de Contra viento y marea, redundante.

La cacería (2012) ya era una película interesante, incómoda y con un rutilante Mikkelsen en el papel de un maestro de pueblo sospechado de abusar de un menor. Más allá del posible abuso, que la película nunca aclara, hay varias miradas laterales en el tránsito del victimario o la víctima, situaciones que se desprenden de la sospecha del hecho en sí, pero que tienen más que ver con cómo funciona el entorno ante un conflicto semejante, cómo nos interpela de alguna o varias maneras. La celebración, aquel hit de finales de los 90s, nos proporcionaba un nivel de incomodidad bastante novedoso, desde la puesta en escena hasta los diálogos, pero que finalmente no es más que una comedia cínica y desaforada.

¿Sabemos cuál es rol del alcohol en nuestra sociedad? Sabemos cuál es la  función que cumple en nuestras vidas, pero la película nos cuenta una historia a la vez que se pregunta: ¿cuán estimulados debemos estar en un sistema social chato, mezquino y desabrido para disfrutar? La película abre líneas sincrónicas que conducen a diferentes caminos e inclusive los cuatro amigos protagonistas son casos disímiles que extienden las posibilidades de las lecturas, que estimulan al espectador atento, con una puesta en escena simple y lineal. En pocas palabras, este grupo de maestros comienza por mantener la embriaguez durante ciertas horas y actividades del día, que curiosamente convocan a un mejor desempeño en sus clases y una mucho mejor llegada a sus alumnos, porque sabemos que en cierto modo la bebida modera el filtro que nos permite ser más extrovertidos, valerosos e inclusive creativos ante ciertos obstáculos.

En el caso de Martin, él juega en sus clases con la relación de varios personajes destacados de la historia y el alcohol, Churchill, Hemingway y algunos más. Vinterberg aprovecha y abre un curioso paréntesis para redondear una idea política interesante y llamativa.

La dinámica, la expansión del juego va teniendo diferentes formas, disociadas entre los amigos. El director nos mantiene cerca de Martin aunque en paralelo nos permitir saber qué sucede con Nicolaj, Tommy y Peter, y ahí es donde aparece el reflejo de las mismas acciones con diferentes resultados y cómo el experimento termina afectando a casi todos en la escuela, incluidos los alumnos.

Pero hay algo en el cine de Vinterberg en general y en el de los países nórdicos en particular que siempre se hace presente: la noción de tragedia.

Otra ronda propone un juego, nos requiere atención y varias reflexiones, sobre la mediana edad, el alcohol, el tedio de la vida civilizada, sobre la familia, el trabajo y sobre lo que fuimos, somos y deseamos ser. En el final, un montaje alterno nos da el cuadro completo de los diferentes estadios. Los alumnos han egresado y viven aquel sueño, con ansias del porvenir. Los adultos se encuentran con sus frustraciones de golpe, de frente, el sueño termino, mientras despiden a su amigo, y se aferran del amor. Al final Kierkegaard tenía razón.

Calificación: 8/10

Otra ronda (Druk, Dinamarca, 2020). Dirección: Thomas Vintenberg. Guion: Thomas Vintenberg, Tobias Lindholm. Fotografía: Sturla Brandth Grøvlen. Montaje: Janus Billeskov Jansen, Anne Østerud. Elenco: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larssen, Magnus Millang, Maria Bonnevie, Lars Ranthe. Duración: 117 minutos. Disponible en Netflix.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: