Andrew Dominik -el director de la gran Chopper (2000), de  El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), de Killing Them Softly (2012)- engaña. O no. Depende lo que uno espere. This Much I Know To Be True es un documental, aparentemente, que deviene sin anestesia ni preámbulos en un potente y fastuoso recital de rock o lo que sea que cante Cave… Un recital por momentos sublime, por momentos desgarrador y allí, entre lo sublime y lo desgarrador, Nick Cave gravitando con toda su grandeza, su entereza. Nick Cave y el no menos grandioso Warren Ellis. No hay Bad Seeds aquí. Sí hay coros, de a ratos un baterista, la presencia y la voz de la todavía bellísima e imponente Marianne Faithfull. Sí hay equipo de producción fantasmalmente dando vueltas con barbijos, remeras de propaganda y la presencia en escena casi lánguida, apenas sospechada y mostrada (sugerida), del propio Dominik.

 Sí hay música. Mucha.

 Una música que homenajea a Leonard Cohen casi como la caricia que uno le hace a un niño antes de dejarlo e irse de viaje para siempre. Pues la música de Cave y Ellis es una caricia y luego un viaje infinito. Un viaje a las entrañas de un padre que perdió a su hijo recientemente; que tiene culpas por ello; que lidia con sus culpas; que las trasciende en su arte, con su voz; que las hace arte; que las transmuta en poesía primero y en canción después.

 Nick Cave dice porque sabe decir. Sabe muy bien cómo decir además. Warren Ellis lo potencia, lo magnifica, lo exagera por momentos pero, como un guiño barroco, esa exageración cae muy bien. En ese guiño, los travellings circulares de Dominik y sus luces estroboscópicas -sumado a trampitas del montaje- amanecen lo cinematográfico y devoran el guiño volviéndolo un acto antropófago casi: le absorben el poder para fortalecerse de él.

 Tanto Ghosteen (2019) como Carnage (2021) -los dos últimos discos de los que extrae temas Cave y Ellis en la película y que hacen las veces de corchetes, si se quiere, de la pandemia en el 2020- claramente no necesitan de una cámara. La cámara sí necesita de esas canciones y esa música. Dominik lo entiende de entrada y por eso su documental es, en realidad, un grandioso recital.

 Cave se queja irónicamente en el principio del film de los impuestos ingleses y su condición de alfarero. Muestra una secuencia de estatuillas a medio terminar que hace y que sirven de secuencias para mostrar cómo el diablo hereda el mundo y lo pierde; cómo el diablo vive y muere; cómo el diablo mata y es perdonado por un niño. Dominik entiende que eso es lo único “documental” que a esta altura del partido importa de Cave; eso y Ellis mostrándole fascinado un libro fotografiado en hermosa edición de Emily Dickinson y el herbario que compuso cuando era una niña de apenas catorce años. También lo que Cave -entre lo performático y sincero- extrae de las depresivas confesiones que miles de fanáticos le dejan en su página/proyecto The Red Hand Files. El resto es montaje y música; poesía, violines, coros, sintetizadores y pianos. Es suturar transitoriamente ideales en un mundo inevitablemente descocido. Es oscuridad de la cual emergen caballos con sus crines llenas de fuego que aterrorizan pueblos y ciudades a menos que uno pierda el miedo y los acaricie… se anime a incendiarse la mano por tocarlos, acariciarlos.

 This Much I know To Be True es para verla sin cortes pues no hay complacencias para los mismos, no hay partes donde se “pueda parar” para luego recomenzar. La lógica de las plataformas -MUBI en este caso- tienta a esos parates pero sería casi una ucronía en relación al trance que plantea el film de Dominik.

 Hay que adentrarse de principio a final en el trance se sea o no un fanático de Nick Cave.

 Hay que volverse parte del trance a pesar de toda esa oscuridad que estalla como relámpagos en la iluminación de ese set de grabación adentro de una casona vieja, inyectando una épica musical maravillosa.

 Hay que sentir el dolor de Cave, pero no como una oda a la culpa, a la autodestrucción o al existencialismo infantil, sino como una lumbrera dentro de una vida intensa que intenta (re)encontrar sentidos inmersa del cruel absurdismo -¿Albert Camus dixit?- de la misma; dentro de lo que el arte representa y lo que la praxis de la vida aplastando al arte demuestra.

 Pues This Much I Know To Be True es ello: representación y praxis; crueldades, bondades; sentidos dentro de lo absurdo. Voz, letra y música. Cine. Padres e hijos. El tanque de oxígeno de Marianne.

 Una gran película hecha recital. Hecha película, finalmente.

This Much I Know To Be True (Reino Unido, 2022). Guion y dirección: Andrew Domink. Fotografía: Robbie Ryan. Edición: Matthew C. Hart. Reparto: Nick Cave, Earl Cave, Warren Ellis, Marianne Faithfull, Andrew Dominik, Duración: 105 minutos. Disponible en Mubi.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: