Fuera del tiempo, fuera del ciclo universal en donde todo decanta por su consecución lineal, no es más que un paréntesis irracional en donde viven las obsesiones. Un universo concentrado en donde lo espacial no se desarrolla, estancado en un refugio simbólico donde el pasado se olvida, el presente no camina y el futuro nunca llega.
Cristina Fasulino recrea una época pos obediencia debida y punto final, leyes de impunidad que beneficiaron a militares quienes perpetuaron crímenes de lesa humanidad. La representación llevada a cabo en El día fuera del tiempo, está cargada de un alto valor simbólico que fecunda a cada uno de los hiper caracterizados personajes que son parte y contraparte de sus propias historias personales y piezas importantísimas en la conciencia colectiva que conforman la historia de un país.
Como habilita el comienzo de la película, citando el Haab, el calendario solar Maya al cual le sobran cinco días, días fuera del tiempo, de mal augurio, sin deidad patrona que los proteja, entramos (o salimos) a un tiempo sin ley, sin regulaciones, simbolizado por un paréntesis espacial en donde se desarrolla el film. Una iglesia como refugio, y un crimen, un misterio como movilizador psíquico de la voluntad abolida. La atmósfera de la película parece desarrollarse a un nivel subconsciente, irreal, y debe leerse así, para internalizar el jugueteo con lo oscurantista, lo místico y las obsesiones.
Quién lleva el hilo de la trama es el detective Morgan (Gonzalo Urtizberea), un alcohólico, improvisado, aunque perspicaz. Un detective Diamond Gerace que no le hace el juego a la Scotland Yard o, en este caso, al poder institucional. Es más, su nacimiento se origina en el terror estatal: es la figura del orden que surge forzado por el horror civil vivido en los setentas. Un horror compartido por la mayoría de sus personajes. El autoritarismo de las figuras de poder, la complicidad de los involucrados y el momificante temor de las víctimas.
La trama termina malformándose embrionariamente en lo policial, la comedia o lo satírico porque todas forman parte de lo contado y, a la vez, ninguna lo representa: lo vivido no tiene precedente.
El papel de la niña, para terminar, es de lo más significante del film. Una juventud pensante, insoslayable, frontal, brotan de sus palabras que remata con una mirada adulta en un rostro inmaduro. Esta niña vive una edípica relación con el padre «gallego», que podría leerse como un Perón en el exilio, que vuelve por ella, que la desea y la protege, pero cuya relación es irreparable por la complicidad del padre hacia la tortura que sufrió la madre… patria.
El día fuera del tiempo (Argentina, 2013), de Cristina Fasulino, c/ Gonzalo Urtizberea, María Marull, Paula Marull, Mario Vedoya, 88′.
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