Palabras robadas es una película que se cree mucho más inteligente de lo que en realidad es, y ésa es su falla principal. Se da aires de grandeza filosófica mientras desfilan por la pantalla una serie de imágenes prefabricadas que ya vimos miles de veces, pero el problema no está en el cliché, sino en las intenciones de hacer pasar el cliché como originalidad.

Un escritor de éxito (Dennis Quaid) lee algunos pasajes de su último libro en la presentación. ¿De qué va su libro? De un escritor fracasado (Bradley Cooper) que pasa a ser un escritor de éxito al publicar una novela ajena que encuentra por casualidad en una tienda de antigüedades, y de los conflictos internos que le trae encontrarse con el verdadero autor de la novela (Jeremy Irons). ¿De qué va la novela dentro de la novela dentro de la película? Un drama con tintes bélicos sin mayor relevancia.

Así la película plantea un esquema narrativo que pretende ser inteligente, pero termina siendo deficiente. Nos sumergimos en una superposición de relatos dentro de relatos que se van intercalando de una forma tan negligente que parece aleatoria, y a medida que transcurren los minutos se torna insostenible. Cada vez que nos hundimos en una nueva capa narrativa ésta se vuelve más plástica y artificial. Son estereotipos narrando historias sobre estereotipos. Por momentos la película parece olvidarse de algunas de sus líneas narrativas y abusa de alguna otra en particular, luego se olvida de esa y abusa de otra, y así sucesivamente. Para colmo, varias veces tenemos que soportar la poco locuaz voz en off de Dennis Quaid que suelta sin discreción algunas oraciones con intenciones poéticas que terminan siendo aún más triviales que las imágenes que las representan. Los directores tendrían que entender que las solas menciones de John Fante y Ernest Hemingway no bastan para hacerles honor.

Estéticamente la película sufre de las mismas falencias que su guión. Todo resulta funcional e industrial hasta la condescendencia, meras elecciones hechas al azar entre el repertorio de convenciones vigentes. Cada línea narrativa de las antes mencionadas posee una fotografía cada vez más ostensiblemente artificiosa, que hace juego con diálogos y registros actorales lavados, procesados y regurgitados para un público al que subestima.
    

Por último, resulta gracioso y hasta justamente poético que a una película que habla sobre el plagio se la esté acusando a su vez de plagio, ya que guarda varias similitudes con la novela alemana Lila Lila de Martin Suter. Si les interesa apreciar un esquema narrativo similar, pero funcional, recomiendo ver Fantasmas de Marte, o cualquier episodio de How I Met Your Mother. En ambos casos se mantienen varios relatos simultánemente, con juegos temporales y perceptivos incluidos, sin perder jamás la eficacia, la coherencia, y esa movilidad lúdica que caracteriza a lo cinematográfico.

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