El bueno, el malo y el feo, de Sergio Leone, ha inspirado a muchos artistas en las más diversas ramas del arte. Por ejemplo, Los Ramones utilizaban su genial y épica música compuesta por Ennio Morricone para dar arranque a cada show en vivo. Seguramente muchos de los que llenaron el estadio de River para verlos en su despedida en el 95 ignoran este dato. A quienes se sienten a ver La torre oscura en cines sin haber leído los ocho tomos que componen la saga escrita por Stephen King (sin tener en cuenta otros cuentos y textos del autor que se incorporan al relato) no es fácil explicarles esta relación. Es que entre otras cosas, El bueno, el malo y el feo, estaba protagonizada por Clint Eastwood, cuya estética tomó Stephen King para crear a Roland Deschain, el personaje principal de esta saga. En esta adaptación al cine, a Roland lo interpreta Idris Elba. Y, si alguno todavía no notó la diferencia, Idris es negro.
Para los fanáticos de La torre oscura, estos detalles se vienen masticando desde hace rato, incluso desde intentos anteriores de llevarla al cine que fueron quedando, uno a uno, en nada. Cuestiones presupuestarias, guiones flacos y demás, la saga de King se resistió al estreno hasta agosto de 2017, y el fanático llega al cine con los recaudos necesarios. ¿Pero cómo llega el espectador que nunca leyó la saga? Para quienes no viajaron por las 5022 páginas que la componen, la hora y treinta y cinco minutos que dura la película puede resultar complicada de entender. No obstante, para quienes habiéndola leído, a priori, sostenían que era una tarea imposible, la adaptación dirigida por Nicolaj Arcel básicamente introduce la trama central y cierra. Digamos que cierra.
La novela arranca con Roland transitando esos largos desiertos inspirados por la obra de Leone, y lentamente se van incorporando elementos de otros mundos, lo que la sumerge en el género fantástico. En la película no, y la razón principal es que mientras en la novela el punto de vista lo mantiene siempre el pistolero Roland Deschain, en esta adaptación cinematográfica el punto de vista es compartido. En la novela, Roland persigue y descubre junto al lector; en la película el espectador ve lo que Roland no, ve cómo se mueve su enemigo y como se desarrollan esos universos paralelos que el pistolero persigue y desconoce en los libros si no giran las páginas. Ese sentido épico del desierto, ese Oeste subjetivo que según King rivaliza con Ben Hur, se pierde en la película. Se pierde porque una de las magias que contiene ese recurso de estirar el horizonte es desconocer qué hay más allá, es contagiar el ánimo de búsqueda. Cambia entonces el sentido principal de la obra, aunque no el género. Es literatura fantástica, cine de fantasía, ciencia ficción y aventuras.
Stephen King debe ser uno de los escritores más adaptado al cine. Para los fanáticos del escritor, eso es una desgracia. La mayoría de sus libros han sido destruidos y mal interpretados. Hasta la reconocidísima El Resplandor de Kubric ha sido denostada por el escritor y, a decir verdad, falla en aspectos importantes que el libro destaca, los deja de lado. En el caso de La torre oscura, el autor nacido en Maine se ha manifestado satisfecho con la adaptación. La ha seguido de cerca, incluso ha trabajado en ella. Quizás resida ahí la razón por la cual el espectador conocedor de la obra no pueda irse insatisfecho (del todo), porque muchas de las cuestiones esenciales de la obra están, funcionan y por momentos hacen volar la mente del espectador a las páginas del libro.
Esta adaptación cinematográfica podría encajarse al final de la obra escrita, pero contiene episodios o escenarios, detalles más, detalles menos, transitados en los ocho tomos. En ese sentido, tanto los escenarios recreados como algunos de los personajes, son fiel reflejo de la obra literaria. Hasta podría decirse que esta adaptación no spoilea cuestiones importantes, que se puede ver la película y no perder (toda) la emoción que la obra literaria contiene. Esto también se logra por un punto flaco de la película, que deja de lado personajes centrales de la historia, que ni los menciona. Incluso monstruos o ciudades, que hubiesen sido imponentes de haber sido recreadas más o menos parecidas a como Stephen King las describe, no han sido de la partida en esta primera entrega que circunscribe la acción al desierto, un poco de bosque, una ciudad vista panorámicamente, una aldea secundaria sin mucha magia y la ciudad de Nueva York.
Hay una cuestión que el espectador novato puede sufrir. Cuando la película pone foco en ambos protagónicos, y hace una elipsis importante para resumir las largas páginas que transita Roland hasta encontrar (varias veces) a Walter (Matthew McConaughey), no explica que Roland desconoce totalmente Nueva York, la Tierra. Si bien la película esconde algunos chistes que explicitan el desconocimiento del pistolero, como el recontra trillado de comerse un hot dog y pensar que es un perro, hay detallecitos cuestionables que mal pueden jugar en la cabeza del no lector de la saga. ¿Ejemplos? En una de las tantas batallas libradas en Nueva York, Roland hace volar una garrafa para luego dispararle y así derribar una cantidad mayor de enemigos. Para un pistolero que antes de viajar a Nueva York pregunta “¿hay balas allí?, desorienta pensar que sí sabe lo que la garrafa contiene y cómo capitalizarla. No es que moleste un poco de bolazo en la acción, sino que el espectador lego puede perder un poco el sentido de pertenencia de los personajes.
Esta torre oscura no puede satisfacer al lector de la saga, pero tampoco lo puede dejar muy disconforme. Claro, ya venía preparado para el groso recorte y las modificaciones. Pero lo que hace peligrar La torre, es que el espectador novato salga del cine desorientado, poco sorprendido y poco empapado de un universo tan rico. Stephen King, a pesar de quienes sostienen que la literatura es presumir, es quizás el más grande escritor de todos los tiempos. Uno de sus tantas cualidades, es jugar a un nivel de detalle que logra agarrar de las bolas al lector, sentarlo ahí, hacerlo parte. La torre oscura se construye así, sabiendo vida y obra de ese pistolero, el último de su raza. Esta adaptación omite esos recursos, subestima los detalles con hora y media a la espera de que la taquilla asegure futuras secuelas donde ahondar más en ese universo tan rico que los lectores juramos conocer. En este sentido, La torre oscura parece irse al carajo, caer en mil pedazos. En palabras del pistolero Roland Deschain, el espectador novato no recuerda el rostro de su padre, y el mundo se está moviendo.

La torre oscura (The Dark Tower, EEUU, 2017), de Nikolaj Arcel, c/Idris Elba, Matthew McConaughey, 95´

 

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