Tercera parte de la saga Insidious que se presenta en forma de precuela y ópera prima del director Leigh Whannell, quien había guionista de las dos versiones anteriores (La noche del demonio 1 y 2) y de otras películas de terror como El juego del miedo (2004) y El títere (2007), en las que la dirección estuvo a cargo de James Wan. Las películas de Wan se caracterizan por poner la amenaza dentro del seno familiar, por lo que el espacio siempre se mantiene circunscripto a casas laberínticas de ambientes reducidos, donde la cercanía hace más difícil la escapatoria. Hay un peligro interno que para ser eliminado requiere de la ayuda externa de videntes insuficientes que no evitan que el Mal persista. Esto se debe a que es intrínseco a la familia y son los padres quienes representan un peligro para los hijos, amenazando no sólo con la muerte sino con una eternidad en las sombras.
En la película de Whannell, la familia pasa por momentos de tensión debido a la muerte de la madre pero no es la usina de los males. Por el contrario, es el refugio al que se acude como salvación ante un peligro que acecha desde afuera. Ese corte tajante en cuanto a la impronta moral también viene acompañado de cierto desdén por la historia original y por el tratamiento que esta recibe. Si bien es una precuela, no hay intención de explicar el origen de los demonios, fantasmas y demás entes que amedrentan en los dos primeros capítulos. Los puntos de conexión existen pero no son sustanciales en tanto poco tienen que ver con la trama que se venía manejando en las otras entregas, más allá de algún que otro detalle.
En La noche del demonio 3, la protagonista es Elise, la vidente, quien en medio de una crisis existencial abandona los hábitos. El relato funciona como la experiencia de sanación que le permite reencauzar su vida para volver a ayudar a víctimas de bullying sobrenatural. Lo que se mantiene intacto es el ateísmo. No hay indicio de existencia de ninguna divinidad. Los personajes ni siquiera pierden el tiempo en suplicar a los dioses.
Mientras que en las dirigidas por Wan la solución era destruir la psique para aliviar los rencores del fantasma enloquecido, en esta película, si bien no hay evocaciones a una religión como salvadora, la valentía heroica de enfrentar el Mal solo se deforma en ridiculez hilarante cuando se abandona el conjuro para abrazar al golpe a puño limpio que una mujer de avanzada edad le confiere, al mejor estilo Street fighter, a un ente demoníaco. No hay exorcismo que valga, la defensa llega en forma de Las abuelitas pandilleras, como en el sketch de los Monty Python. El demonio no obra diferente. Todo el poder del lado oscuro explota en un ataque desenfrenado de empujoncitos cuya máxima expresión de maldad es tirar a una adolecente de su silla de ruedas y ensuciar el piso con su ectoplasma de monstruo alquitranado. Perversidad pura.
La noche del demonio 3 (Insidious: Chapter 3, EE.UU., 2015), de Leigh Whannell, con Dermot Mulroney, Stafanie Scott, Lin Shaye, Agus Sampson y Leigh Whannell. 97’
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