El planteo inicial de Vigilia es el de un enigma de filiaciones fantasmales. La aparición del padre lleva a Santiago (Pablo Ríos) a correr detrás de él bajo el ardiente sol, entre espinos, y a abandonar a su familia adoptiva. El joven queda envuelto por la tierra detrás de la camioneta y prepara el camino del retorno al hogar. No se presentan en el notable guion de Julieta Ledesma evidencias ni fundamentos para la acción, no se echa luz sobre los orígenes de los personajes ni se focalizan gestos prospectivos, el peso del ambiente predomina y anula cualquier interrogante. La tensión y la asfixia que produce la sequía trastoca las relaciones y diferencias entre padres e hijos, entre patrones y criados, y en un rígido ámbito patriarcal, entre hombres y mujeres.

La sequía viene de antes se dice, amenaza a los animales, pero se mete en el interior de la ostentosa y añosa casa de campo y el recelo y la locura afirma sus raíces hasta volver opacos los vínculos. Patrón, padre y esposo es una unidad fragmentada en tanto la naturaleza del criado, del hijo y de la mujer la desconocen. No dudará Ernesto (Osmar Núñez) en someter por igual a la criada, a su mujer, a su hijo o a su perro Arón, lo hará con las herramientas de la dominación, con su sexo o con su escopeta. Tessie, la criada (María Inés Sancerni), cuya consciencia permite establecer una distancia respecto de los delirios de su señora (Mirella Pascual), presenta un juicio sobre una temporalidad vacía pero con una transformación latente: “Aquí todo sigue igual, crece la sequía nomás”. Ese crecimiento enrarece las relaciones, sí, pero fundamenta además el devenir de la película: lo siniestro nace en el ambiente y encuentra en la esterilidad de los cuerpos un terreno para extenderse. La metamorfosis interior desarrolla la contrafigura del patrón fragmentado, el doble encarnado en el hijo. El mundo dual que se descubre (se agradecen las resonancias del cine de Torre Nilsson y de Favio, en quienes la directora reconoce a sus precursores) es, finalmente, el mundo natural. El conocimiento de esa naturaleza desatada prepara a su vez el desenlace con la anhelada tormenta.

Los puntos altos de este film son la efectividad del ritmo, las interpretaciones de Núñez y de Pascual, que permiten el ingreso de la vacilación del espectador en tanto son convincentes en su duda, la precisión técnica de largos planos generales que dan tanta importancia al apabullante cielo como a la inmensidad del suelo, y algunos gestos preciosistas, como los travellings que permiten contrastar el cuerpo de Santiago con el de su padre o mostrar la continuidad exterior-interior.

Vigilia (Argentina, Uruguay, 2017), de Julieta Ledesma. C/ Osmar Núñez, Mirella Pascual, Pablo Ríos y María Inés Sancerni. 108 min.

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