Hay que empezar hablando del maquillaje de Johnny Depp. Cada vez que aparece en pantalla, desde que lo hace por primera vez apenas cinco minutos después del comienzo, nada logra impedir que la atención se enfoque en él y uno espere que, en algún momento, la película de un vuelco estrepitoso hacia la ciencia ficción o el terror. La cara de Johnny Depp está más cerca de la de un avatar (un na’vi para ser más específica) o de alguna clase de alienígena antes que de la del verdadero James “Whitey” Bulger, capo mafia que lideró el sur de Boston y expandió su territorio actuando como informante del FBI, para quienes aún es una mancha vergonzosa. La máscara evidente y excesiva, enfatizada por la iluminación y los planos, es imperdonable, más aún tratándose del protagonista y sin que nada lo justifique, como sí sucedía con las máscaras en Foxcatcher, común a todos los personajes que habitaban esa fábula anti-americanista: la máscara de pájaro de Carell figuraba al águila depredadora que sobrevuela sobre los simiescos (por cultura, educación y estatus) Ruffalo y Tatum. La cara de Johnny Depp es simplemente un adefesio que no se condice con la solemne, lenta e inmutable oscuridad del resto de la película.
He aquí el segundo gran problema: la inalterabilidad de la puesta en escena. No va a ser ni la primera ni la última vez que estemos frente a un pésimo trabajo de maquillaje, pero esto no atenta contra el resto de la obra en todos los casos. Para que así sea, es importante que los demás aspectos estéticos y narrativos logren sobrepasarlo. También puede influir en nuestro juicio el presupuesto de la película. Son mucho más nocivos los malos trabajos de maquillaje en películas comerciales de gran presupuesto que en una independiente, clase B o Z. En parte porque es incomprensible que se caiga en tal error teniendo todo a disposición para que no suceda, y en parte porque debido a ello contrasta aún más con la pulcritud propia de cualquier mainstream, pero además porque sus protagonistas son grandes estrellas cuyas caras son marca registrada dentro del star system. Algo así como lo que sucede cuando se operan hasta desfigurarse y anular toda gestualidad: ya no se ve otra cara, o un personaje, sino a fulano distorsionado.
Pese a que la historia de Bulger es compleja y rica en violencia y tragedias personales, la película carece de progresión dramática, sosteniendo el mismo ritmo y el mismo trabajo cromático del comienzo en la segunda mitad, cuando esta última debiera llevarnos hacia el ascenso y caída del criminal. Una estructura muy scorsesiana -tal vez el autor más difícil de eludir si se encara el género- sin trabajo de puesta. Mientras veía la película de Scott Cooper no podía dejar de sentir que el director estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no emularlo, volviéndolo más evidente por omisión. Si el cine criminal de Scorsese se caracteriza por la transgresión y el desafuero que exceden “la historia real” para encarnarse cinematográficamente, Cooper solemniza absolutamente cada instancia, incluso aquellas que deberían estallar en euforia. Entonces no hay contraste ni desarrollo de personajes, toda la película es una masa uniforme que desperdicia buenos trabajos de secundarios de primera línea como Joel Edgerton, Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon y hasta a la potente Juno Temple.
Dakota Johnson en el papel de Lindsey Cyr, esposa de Bulger y madre de su hijo, pasa sin pena ni gloria y es descartada tras la muerte del hijo en una escena digna de ejercicio de teatro amateur. Aquella otra, en la que ambos discuten si desconectar o no al chico que cuenta con muerte cerebral, termina siendo ridícula pues deshumaniza por completo a Lindsey y el diálogo, trabajado en campo/contracampo, pareciera haber sido recortado por lo inconexo que resulta. No sería extraño, dado que Pacto criminal sufrió varios cortes por problemas de ritmo (menos mal). Sin ir más lejos, el personaje de Catherine Greig, interpretado por Sienna Miller, fue eliminado de la película pese a haber sido una de las mujeres más importantes en la vida de Whitey (su novia y mujer, que lo encubrió durante los últimos años previos a su captura). Los personajes encarnados por estos y otros actores, pese a ser fundamentales para comprender las ambivalencias de Bulger y de toda una época, aparecen y desaparecen sin que podamos establecer lazos o desarrollar alguna clase de identificación. Tal vez Edgerton, como John Connolly, agente del FBI y viejo amigo de la infancia de Bulger, es el que evita caer en la uniformidad y esto es, evidentemente, mérito del actor. Tanto que se vuelve mucho más imprescindible que el propio Depp, anulado por la máscara.
Pacto criminal (Black Mass, EE.UU., 2015), de Scott Cooper, c/Johnny Depp, Benedict Cumberbatch, Joel Edgerton, Dakota Johnson, Kevin Bacon, 122′.
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