Encarnación, segunda película de Anahí Berneri, ejerce el poder anticipatorio del arte. A prácticamente diez años de que la temática de género abarcara con una presencia demoledora la escena pública, la directora nos muestra con la lucidez y el misterio de su cámara los días de una mujer madura que se encuentra atravesando una crisis vital. Lejos de llevar a cabo una narración excesiva desde lo discursivo, Berneri confía en el misterio y el poder de las imágenes, características que se potenciarán en sus películas posteriores.  Eso es lo que hay Encarnación, misterio y no cripticismo. Berneri construye una película en la que los silencios y las evasiones, las elipsis y los fuera de campo son tanto o más importantes que lo dicho de modo explícito. Parte de una segunda camada de lo que allá lejos y hace tiempo se llamó Nuevo Cine Argentino, Berneri cree en la capacidad del cine para sugerir por medio de la ambigüedad y el ocultamiento.

Silvia Pérez es Erni Levier, una vedette a la que ya le pasó su cuarto de hora y a la que al parecer no le queda otra que tratar de reinventarse mientras lucha contra el inevitable paso del tiempo. Berneri nos muestra a su protagonista filmando publicidades deprimentes y armando su página web con imágenes de su pasado glorioso, pero manteniendo siempre una distancia apropiada, respetuosa con el presente del personaje encarnado por Pérez. Nunca hay una intención de acentuar algún rasgo de decadencia sino todo lo contrario. Erni es una heroína silenciosa que se rehace desde el orgullo de saber quién es sin presumir ni caer nunca en la declamación de su estado de ánimo. El opus dos de Berneri trabaja la cuestión del cuerpo desde la imponencia que representa su protagonista. La voluptuosidad de Pérez está puesta siempre al servicio del relato y es mediante una notable actuación naturalista que ella logra trasmitir en partes iguales  su soledad y su tristeza, su amor y su ternura. Encarnación es el retrato de una mujer que no tiene muy claro cuál es el camino a seguir pero que sin embargo no está sola en el viaje. La película también sigue los pasos de Ana (Martina Juncadella), la sobrina de Erni, que tiene a su tía como referencia idealizada de lo que es ser una mujer. El encuentro entre ambas surge cuando Erni recibe la invitación de su sobrina para ir a su fiesta de quince. Distanciada de su hermana y de su familia, que nunca aceptó el rumbo que tomó su carrera laboral (la película tiene la sutileza de sugerir toda esa tensión sin necesidad de enunciarla), nuestra heroína decide viajar a su pueblo natal para reencontrarse con su sobrina y con el resto de su familia. Encarnación nos muestra el encuentro entre esos dos personajes que desde sus diferencias notorias construyen un vínculo de complicidad y de amor que las sostiene y las completa a ambas. La descripción de ese lazo afectivo, construido a partir de una economía de recursos notable, conmueve genuinamente. El cuerpo que filma Berneri es un cuerpo que lleva consigo un saber, y en ese saber reconocemos de un modo difícil de disociar al binomio Levier/Pérez. Encarnación da cuenta de una mujer poderosa sin necesidad de subrayar en ningún momento las virtudes del personaje. Acá no hay homenajes de museo sino una historia simple narrada con una cámara en mano que durante todo el desarrollo de la historia transmite una sensación de realismo y extrañeza.

Berneri, al igual que Sofía Coppola en sus primeras tres películas (Las vírgenes suicidas, Perdidos en Tokio y María Antonieta), es una directora que en los primeros años del siglo XXI supo capturar una sensibilidad femenina poderosa, una latencia que estaba flotando en el aire. Poniendo simplemente en primer lugar historias de mujeres narradas desde el punto de vista de las mismas, sus películas son documentos centrales de una época inmediatamente previa a la visibilización de las problemáticas de género.

Pero Encarnación es incluso algo más que un documento de época. Es, por un lado, una película sobre el cuerpo y el amor. Sobre el cuerpo maduro de Erni, que atrae sin proponérselo, y sobre el cuerpo adolescente y deseoso de Ana, que busca en su tía la guía para transformarse en una mujer. Por otro (y tal vez lo más importante de todo el asunto), la segunda película de Berneri es, antes que nada, una película sobre la ternura y la complicidad de los afectos, dos cualidades necesarias para sobrevivir en esta jungla de cemento.

Encarnación (Argentina, 2007). Dirección: Anahí Berneri. Guion: Anahí Berneri, Mariana Dolores Espeja, Gustavo Malajovich, Sergio Wolf. Música: Nico Cota. Fotografía: Diego Poleri. Reparto: Silvia Pérez, Martina Juncadella, Luciano Cáceres, Inés Saavedra, Fabián Arenillas, Osmar Núñez, Carlos Portaluppi, Javier Van de Couter. Duración: 93 minutos.

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