Non alien. La “T” en el medio que llevaba estoicamente Jimmy T. Murakami (1933-2014) no era un detalle rutinario o misterioso sino más bien una marca divisoria entre el americanísimo Jimmy y el orgullosamente japonés Murakami: Teruaki. Nacido en California, a los 9 años y mientras se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial fue llevado con su familia a uno de los campos de concentración donde guardaban a los japoneses-americanos por años: “Teruaki era mi nombre japonés, que me quitaron cuando Japón bombardeó Pearl Harbor”, define en el documental Non alien (2010) que recorre la azarosa vida de este animador que a lo largo de cinco décadas dirigió más de veinte cortos, participó realizando secuencias en otros tantos y en nuestro país apenas lo conocimos por su obra más famosa, Cuando sopla el viento (1986) y el tímido estreno de Batalla más allá de las galaxias (1980), su único film con protagonistas de carne y hueso y que produjo Roger Corman.
Ciudadano de mis zapatos. La niñez traumada por la guerra y la discriminación fueron suficiente combustible para que Teruaki buscara nuevos horizontes. De todos modos, una vez terminada la guerra la familia ya no podía volver a la granja donde vivían así que el destino en Los Angeles permitió que el joven Murakami entrara al Chouinard Art Institute, donde no sólo aprendió dibujo sino también pintura, diseño y animación, y tuvo eventualmente de compañero nada menos que a Chuck Jones. De allí la bohemia y algunos excesos, sumados a la deuda con sus raíces familiares hicieron que sin más rumbeara a Japón, donde trabajó en la legendaria Toai Animation (legendaria compañía de donde salieron desde Mazinger Z hasta Digimon, y donde uno de sus créditos fue Hayao Miyazaki).
Pero su condición errante y el disconformismo en las condiciones de trabajo lo llevó a comienzos de la década del 60 a probar suerte en Londres, convocado por George Dunning, canadiense discípulo nada menos que de Norman Mc Laren y más tarde director de la maravillosa Submarino amarillo (1968). En esos tiempos Teruaki lograría su primer reconocimiento con The Insects (1961), corto una serie didáctica llamada Toonimals que con humor abordaba las características de la raza animal y otros bichos. Le valió un British Academy Award que disfrutó especialmente ya que fue una producción casera, artesanal y con poco dinero. Precisamente estos méritos podrían tomarse como premonitorios: diez años más tarde y tras una fructífera experiencia empresarial (Murakami Wolf, donde mayormente realizó exitosos comerciales de animación) en su aún azaroso periplo se encontró con Roger Corman mientras trabajaba en Irlanda en 1971, donde el rey de los films clase B se aprestaba a dirigir Von Richtofen and Brown, aquí conocida como El Barón Rojo (¿alguien se acuerda de este gran film o todo el mundo solamente enfoca al Corman adaptador de Poe?), en la cual Murakami trabajó como director de segunda unidad aérea.
El Murakami que (poco) conocemos. Con una trajinada carrera que continuó hasta su reciente muerte, tal vez este intercambio solidario cual imprevisible que es traficar videos por You Tube y otros medios esté ayudando tardíamente a conocer a este animador. En cada obra de mano propia dejó marca de su tremenda niñez, compartiendo cuadro la melancolía, la ternura y el pesimismo, muestra de lo cual puede ser el corto Death of a Bullet (1979), donde una bala intenta infructuosamente evitar el suicidio de un hombre, o su ampliamente reconocida Cuando sopla el viento (1986), parábola terminal sobre el poderío nuclear en la cual los protagonistas son una pareja de ancianos que ante el inminente desastre de una guerra moderna sólo atina a esconderse en un precario refugio útil a las guerras “tradicionales” que ya conocían, a la ingenua espera de una solución y sin saber de las consecuencias posteriores. Su estilo: trazos simples, casi naif, contrastando con el crescendo virulento de la amenaza. La canción principal por David Bowie, inolvidable.
Esto otro no es animación pero tiene mucho de historieta y festividad bizarra: además de aquel film, aquí se estrenó anteriormente –hoy tendría seguro destino de direct-to-video o un escalón más abajo- Batalla más allá de las galaxias (Battle Beyond the Stars, 1980), donde Roger Corman armó un dream team de todo por dos pesos: dirección de Murakami, guión del jovencito John Sayles, los efectos visuales y diseño de miniaturas a cargo de un tal James Cameron (en su primer laburo), música de un aún no muy conocido James Horner y un cast repleto de queribles cuan al borde del olvido estrellas del cine y TV: Robert Vaughn, George Peppard, Richard Thomas, John Saxon, Jeff Corey y siguen las firmas. A pesar de lo ubicuo que podría haber sido un rip-off de La guerra de las galaxias, que se había estrenado tres años antes y todavía resonaba, esta batalla –seguramente por cortesía de la cinefilia e inventiva del gran Sayles, mucho antes que Tarantino- era lisa y llanamente la remake en un cosmos de cartón de Los siete magníficos, pilar del género western que a su vez era una remake de Siete samurais (1954) de Kurosawa. Baste decir que en vez de una villa acechada aquí es un planeta llamado Akir donde los residentes son…los Akira.
Otra huella apenas rastreable de este honorable e inquieto creador que se codeó con todos pero tuvo un camino de muy bajo aunque identificable perfil fue su dirección del segmento Soft Landing (guionado nada menos que por Dan O’Bannon, el de Alien), al inicio del film coral Heavy Metal Universo de Fantasía (Gerald Potterton, 1981), basado en el comic Metal Hurlant. Una locurita que en plena dictadura militar se filtró y convocó a muchos fans del género y delirantes escondidos en el flamante complejo Maxi 1 y 2 (cuando todavía se hacían salas nuevas como la gente, ahí en Carlos Pellegrini entre Viamonte y Tucumán si mal no recuerdo). En ese piloto/astronauta tripulando un Corvette ’58 que cae en picada desde fuera de la atmosfera para aterrizar en un típico paraje desértico de la Norteamérica profunda podría adivinarse también el trazo histórico de Jimmy Teruaki Murakami en su viaje de vida, también reflejado crudamente en sus dibujos, como por ejemplo en Leaving Home, que ilustra esta nota y muestra a los Murakami partiendo hacia el campo de concentración en Singapore.
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