Las historias grandes –que no son lo mismo que las grandes historias- ya fueron contadas. El cine las traficó en sus ficciones y la televisión las acomodó más tarde en formatos seriales o las compactó en los cincuenta austeros minutos de un programa. El desarrollo de diferentes plataformas de reproducción en las últimas cuatro décadas –del vhs al streaming, pasando por la TV por cable y dispositivos de almacenamiento digital- que implicó la creciente necesidad de contenidos audiovisuales para sostenerlas, hizo el resto. La historia generalizada quedaba barrida por la multiplicación de contenidos, y lo que sobrevendría después lo entendió en todo caso el cine documental de mejor manera que la ficción. Ya no se trataba de seguir contando la misma historia, incluso si se le encontraba un costado novedoso o una perspectiva diferente. Eran tiempos de detalles, de concentración en pequeñas historias que contenían a la otra, ya como fondo, ya como forma condicionante. Se trata de comprender que el episodio, por minúsculo que pudiera parecer, puede despegarse y adquirir relieve propio ante el fondo que lo sostiene. Más aún: que lo episódico se independiza no solamente del fondo, sino de otros episodios afines al punto de no necesitar a unos y otros para completarse en sí mismo y adquirir un sentido de totalidad.

De allí que resulta un tanto extraña la operación que intenta Desde el otro lado del charco. Que no es más que desplegar, a partir de un punto de partida –la decisión de un hombre de origen español de presentar una denuncia en un tribunal argentino por el asesinato de su padre durante los años del franquismo-, una narración cronológica que lo explique y lo justifique. El juego de espejos que parece plantearse –incluso en el título- entre España y Argentina no deja de ser atractivo: uno y otro país sirvieron, en diferentes momentos, para tratar de subsanar desde la justicia lo que en el otro no estaba permitido. Pero esa doble vía que debería circular a través del océano queda desestimada rápidamente: no interesa establecerla como eje narrativo, ni como motivo político del documental. Solo hay una vocación por “contarlo todo”, como si el objetivo fuera sortear la imposibilidad de narrar en cien minutos los siete años de la última dictadura argentina y los casi cuarenta del franquismo.

Esa “narración del todo” está condenada, inevitablemente, a caer en lo sobre-narrado: volver nuevamente sobre una base histórica ya retratada innumerables veces, sin siquiera una perspectiva de posibles cuestionamientos. Y en ello entra una repetición de signos que actúan como representación simbólica reconocible –que a estas alturas debería evitarse-: ignoro si el texto leído del franquismo triunfante que se escucha al comienzo habrá pasado por las mismas estrategias, pero de esa manera sí funciona en la banda sonora la recurrencia a los comunicados de la Junta Militar argentina.

Pero también, el todo constituido por lo episódico, acumulado en una sucesión temporal, le hace perder a estos el significado dentro de un conjunto que no consigue contenerlos y mucho menos potenciarlos. La consecuencia más palpable de esa decisión es la superficialidad. Como ocurre en el último Solanas –Viaje a los pueblos fumigados-, el tema de fondo termina imponiéndose sobre la realización, en tanto lo dispersivo se transforma en vaguedad y lo extensivo en una mirada que se restringe a sí misma la posibilidad de concentrarse en lo importante.

Lo más llamativo es que el defecto queda en evidencia. El episodio apenas desarrollado muestra que allí hay una historia con un potencial más interesante que el de la totalidad. Situaciones puntuales que están pidiendo otro desarrollo, que se muestran como potencial trabajo a documentar. Anoto los siguientes:

*La propia historia de Darío Rivas, el denunciante español, que funciona como inicio del documental y la de la recuperación del cuerpo desaparecido de su padre, un exalcalde asesinado.

*El relato –con audio original incluido- del encuentro de Horacio Verbitsky con Adolfo Scilingo, que fuera crucial para conocer la existencia de los vuelos de la muerte.

*El funcionamiento de la maquinaria represiva del franquismo.

*El llamado “Proceso de Burgos” en la década del 60, contra sacerdotes y militantes de la recién creada ETA.

*El rol conflictivo asumido por el exrey Juan Carlos I y por los partidos de la izquierda española –en especial el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Comunista Español (PCE)- en la transición del posfranquismo –que el documental tímidamente sondea con un intento de desacralizar esa construcción supuestamente republicana denominada “Pacto de la Moncloa”-.

Unos y otros, colocados en una línea temporal, no pueden explicar –ni explicarse a sí mismos como sucesos- más que la superficie de una historia de manual, extrañamente condicionada por un enciclopedismo que no conduce a ningún lugar. Enciclopedismo que, para peor, cae en la simplificación de la representación mediante animaciones de momentos claves de la resistencia contra el franquismo (las huelgas de mineros, la rebelión de los curas, la efervescencia en el País Vasco). Cuesta creer que no haya disponibilidad de imágenes filmadas de algunos de esos sucesos. Más bien parece un recurso de cierta comodidad para no investigar ni recurrir a un trabajo sobre la representación en medios gráficos de la época que, incluso, podrían permitir desmontar las estrategias comunicativas de un régimen dictatorial. Recurso que deja a Desde el otro lado del charco más cerca del documental televisivo, más cercano a la investigación liviana de variedades que a un proyecto enmarcado en la revisión seria de episodios centrales en la historia de un país.

El abismo que separa las intenciones de los logros de este documental es el mismo que se establece en los testimonios de las víctimas del franquismo que se entrevistan. Múltiples voces, que han sido víctimas de torturas y de encarcelamientos, que denuncian nombres, personas puntuales que fueron sus verdugos circunstanciales. Pero como advierte uno solo de ellos, la individualización tiende a despegarlos de un sistema del que eran, apenas, sus representantes visualizables. Como ellos, el documental no logra sistematizar la información que busca y que brinda al espectador, y se queda en la exposición pulcra y correcta, pero desprovista de una postura política que la potencie.

Desde el otro lado del charco (Argentina, 2018). Dirección: Carlos Suárez, Isabel Suárez, Pablo Giménez. Guion: Carlos Suárez, Isabel Suárez, Pablo Giménez. Edición: Carlos Suárez. Duración 99 minutos.

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