Curiosamente, el personaje más importante de la serie sobre la vida de Carlos Tévez no es Carlos Tévez (Baltazhar Murillo), sino Cochi (Julián Larquier Tellarini), que, incluso en el hecho de ser un personaje secundario, esconde una magia -a simple vista- secreta. 

Cochi es una suerte de gángster, un pandillero de película ochentosa. En eso no se diferencia de los demás personajes que lo acompañan, sobre todo el villano principal, que parece salido de Narcos o de Breaking Bad.  Pero, aun siendo un estereotipo, Cochi no termina de encajar, no sólo dentro de su grupo -lo cual tiene consecuencias negativas para él-, sino también dentro de la estructura ético/estética que presenta la serie en sí. 

De lo clásica que resulta, la serie se vuelve sospechosa. Tanto es así que al parecer una serie norteamericana “del montón”, bajo el paraguas de Caetano, no nos queda más opción que leer entre líneas. Porque no es inocente que incorpore un personaje que parece funcionar dentro de un mecanismo diferente al de los demás. 

No solo los personajes, sino la construcción del espacio mismo: por ejemplo, lo que da nombre al producto, el Fuerte Apache en sí -en la serie, una suerte de tierra de nadie-, se construye como un Infierno del que hay que escapar a como dé lugar, y del cual sólo se escapa en familia.  

El énfasis en el concepto de familia (y de familia unida) luce directamente sacado de la guía de estilo de un contenido Disney, casi a rajatabla, exagerado, bordeando la caricatura. El fútbol, Boca, por otro lado, funcionan como una suerte de Paraíso, curiosamente bueno: no existen barras bravas y mucho menos drogas, drogas como las que trafican los villanos.

Bueno como Carlitos mismo que se parece al Carlitos real en algunos aspectos, pero que también carece de la picardía que lo caracteriza; no es que funcione mal (esto no es un error, hay una intención detrás) porque Carlitos se construye como un héroe puro, (el accidente de bebé, la madre ausente, todas características del héroe legendario) contrastado con la gran víctima de Danilo (Matías Recalt), en tanto representación de los aspectos negativos que pudo tener Carlitos si se hubiese dejado llevar por las grietas que presentaba su propia historia. En un contexto de grandes valores familiares, burgueses y cristianos -Cristo crucificado aparece en imágenes claves de búsqueda de redención que no encuentran los villanos, éstos a su vez víctimas de su propias familias-, aparece la figura del Cochi, un pandillero con códigos, sabio (sabiduría que trae la calle y la experiencia), pícaro (¿remite esto al Tévez real?), solemne a veces, que funciona, incluso, como figura paterna de Danilo. Sin Cochi, es decir tras su muerte, Danilo tendrá signado su destino, que es -también- la muerte, y en la muerte de Danilo está, en términos simbólicos, el triunfo (el escape, el éxito) de Carlitos. Danilo muere para que Carlos viva. El talento desperdiciado ante el talento explotado, finalmente la Bombonera (y conocer a su futura esposa).

El triunfo de Carlitos -esto no es menor- es a través del apoyo de su familia (y conocer a quien la expandirá), y de la salida de Fuerte Apache, es decir de cualquier contexto socioeconómico que haga a la condición de un barrio de emergencia. Es un “Sí se puede”. El punto de vista es absolutamente individualista, donde el Estado es pura ausencia, ni hablar de organizaciones sociales, ni instituciones (que no sean la Policía). Hay solo una construcción que funciona como colectivo, a manera de tribu, y es, obviamente, la familia. Pero solo la propia, ante la hostilidad ajena. La de los delincuentes. 

¿Es casualidad que Patricia Bullrich en una entrevista con Eduardo Feinmann dijera que el modelo de familia que Cambiemos pondera es el que vemos en la familia de Adriana (Vanesa González) y Segundo (Alberto Ajaka), es decir los tíos de Carlitos? ¿Es casualidad que una nota en La Nación presente al presidente Mauricio Macri, estresado tras la derrota en la PASO, “refugiándose” en “el deporte, la familia y Netflix”, mencionando Apache como su reciente favorita? Recordemos que Carlitos y Mauricio han hecho negocios juntos. 

Lejos de las conspiraciones, la serie construye -o reafirma, mejor dicho- una visión muy específica respecto a la pobreza y los valores burgueses. Tévez, en una entrevista de 2016 que se volvió viral (prácticamente un meme), mencionó que a medida que se van ganando cosas, “uno se hamburguesa (sic)”.

Netflix, como plataforma, vende productos en muchas variedades de carácter y gusto masivo (a veces confundido con popular), aun siendo el nicho a lo que apunta en su modelo de negocios. Y esos productos responden a valores y climas de época. El status quo muchas veces se reproduce porque se lo toma por el sentido común. Es pop, pop para divertirse, diría Micky Vainilla. La serie de Carlos Tévez, en este contexto, es –ante todo- una hamburguesa. Como lo fue también el primer intento de Netflix de producir a nivel local la serie protagonizada por Juana Viale, Edha, en la que una exitosa empresaria de moda es víctima de inescrupulosos que usan su marca para explotar inmigrantes (¿de dónde me suena esto?). El intento resultó estrepitosamente fallido a la hora de ganar la audiencia local (y con razón, la única escena memorable es aquella en la que improvisa alta costura con un cubrecama). La de Tévez es una serie de TV mucho mejor estructurada y realizada, es lo que se dice una hamburguesa gourmet, como esas que pululan por Buenos Aires hoy por hoy, fenómeno sólo comparable al de las cervecerías y las barberías.

Los valores burgueses respecto a lo popular se cristalizan en la estructura narrativa concisa que remite a géneros específicos en una especie de mashup, como son el western, las películas de gángsters y pandilleros, las series de narcotraficantes latinoamericanos. Las condiciones de pobreza quedan explicadas en ese marco. También, y este es el aspecto más triste, coloca al sistema educativo en una suerte de limbo que no lleva a ningún lugar. El fútbol, y solo el fútbol (el éxito, el dinero, la explotación del talento), salvará a nuestro héroe. 

Pero estamos hablando de Caetano, por lo que esta estructura adoctrinada parece funcionar con cierta picardía, por eso la importancia de Cochi (también pillo, como avatar del director), un personaje ambivalente a simple vista en una estructura moral cuadrada y maniquea. El malo que no es tan malo, que es un poco gris. Un personaje que se cuela entre las grietas del relato, que sí, efectivamente, iba morir (después de todo, es el verdadero redentor) para que se construya el relato final, se cuela como lo hace el croma extraño al final, que parece una truchada en una serie de esta calidad, pero que no es ningún pifie, es el croma que se subleva, como el barro en el hondo bajo fondo, un guiño Kitsch y cabeza en una narrativa técnica y artísticamente burguesa. El uso mismo de los géneros, la temporalidad de los personajes (¡nunca crecen! Como en un comic o un dibujo animado), que hablen más como ahora que como en los 90. Actores que se comen las eses todo el tiempo, como si Caetano estuviese subrayando que nunca se han comido una ese en su vida y ahora tienen que hacerlo. Se tiene que notar. Sofía Gala es una madre loca y ausente de dibujo animado, y funciona a la perfección. Vanesa González finalmente sacándole jugo a su cara de culo típica, como una madre-tía preocupona pero afectuosa. Gente humilde, que lucha por crecer. Y Caetano se encarga de que no se puedan tomar en serio. No en este contexto, no en un paty. Cochi es importante porque es la pequeña grieta por la que se introduce la ambivalencia en un mundo demasiado claro donde hay buenos y malos. A niveles técnicos la serie es fantástica por lo que estamos ante una hamburguesa riquísima, con los mejores ingredientes. Pero no hay que olvidar que el actor que interpreta a Cochi, Julian Larquier Tellarini, también protagoniza por estos días un aviso publicitario de Burger King en el que cuestiona la forma de pronunciar la palabra “Whopper”. En la hamburguesa gourmet de Caetano, Cochi, por el solo hecho de cuestionar el contexto en el que se encuentra, se erige como el Rey.

Calificación: 8/10

Apache: La vida de Carlos Tévez (Argentina, 2019). Dirección: Israel Adrián Caetano, Nicolás Goldar Parodi. Guion: Israel Adrián Caetano, Marcos Osorio Vidal. Fotografía: Eduardo Pinto. Elenco: Balthazar Murillo, Matías Recalt, Alberto Ajaka, Sofia Gala, Vanesa González, Patricio Contreras, Osqui Guzmán, Diego Pérez, Roberto Vallejos, Boy Olmi. Duración: 45 minutos. Disponible: Netflix.

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