* El comienzo de Camping, para ser una película de ficción, puede resultar un poco extraño. Son imágenes de grabaciones familiares caseras, claramente datadas –son de comienzos de la década del 90-, que a poco de transcurrir se entiende que son de la niñez de la directora. Las últimas imágenes de esa serie son de 1992 y muestran un paisaje que se va atravesando desde un auto. Presumimos que se trata de un viaje familiar, no sabemos hacia dónde. De repente, lo que irrumpe es la ficción propiamente dicha: vemos a dos niñas en el asiento de atrás de un auto que avanza por un camino rodeado de árboles. Un primer registro que desacomoda esa relación establecida por el viaje y el paisaje es la ausencia de esa cámara que registraba. Pero, poco después, el desconcierto es aún mayor: ninguna de las niñas se llama como la que aparecía en las filmaciones originales y los padres también tienen otros nombres. La pregunta que surge de inmediato es cuál es la relación que se establece entre ese espacio de lo documental y de lo ficticio. Y esa pregunta aparecerá nuevamente en el final, cuando a la partida familiar del camping le sigan las imágenes de otro viaje paradisíaco, a algo que puede ser una playa del Caribe. En todo caso, lo documental funciona como un signo de paréntesis en lo que se inscribe el relato ficcional, y es en ese punto en el que las certezas quedan definitivamente anuladas para ceder a la inevitable tentación de la hipótesis. Las continuidades que se establecen como formas de pasaje entre los dos registros funcionan con fluidez –el paisaje y el viaje al comienzo; la posibilidad de que se trate de un sueño de la protagonista en el final-, pero lo que persiste es la incerteza sobre el conjunto. Puestos a pensarlo, funciona como un elemento estimulante, en tanto el espectador queda desprovisto de más elementos. Puesto a entenderlo, prefiero la hipótesis de la narración ficcional como un  lapsus en el devenir de una historia personal a la que el espacio documental alude como un continuo, apenas interrumpido por el relato.

* Si la ficción aparece como una disrupción de lo real, de lo documental, es porque se aparta de ese entorno de felicidad atravesado por el nacimiento, la primera infancia y los viajes paradisíacos. La ficción se hace terrenal, como si pusiera los pies sobre la tierra por primera vez para contar que no todo es tan idílico ni tan deseable. Stefi (Martina Pennacchio), la protagonista, está en ese espacio de transición entre la niñez y la adolescencia, en el que no termina de definirse ni por una ni por la otra. En la relación con su amiga Sofía (Zoe Gatica) lo que se sigue sosteniendo es un repertorio de juegos de la niñez, que va de las escondidas a los juegos de pelota en la pileta –incluso con su final violento, como corte de esa idea de la ternura de la infancia. En todo caso, en sus conversaciones nocturnas es donde esa indefinición se transparenta: Sofía le pregunta a Stefi si le gusta Matías (Mateo Alessio), casi como un preludio a la previsible guerra de almohadas. La aparición de Matías es lo que parece estar más en contacto con la adolescencia, en tanto implica un juego de descubrimiento que en el otro caso no se verifica: allí entra una seducción que todavía ni uno ni otro comprenden y que termina disolviendo la posible atracción, pero también la escapada para encender un cigarrillo y probarlo a escondidas de los padres. Las resoluciones de ambas experiencias no pueden ser más similares. Tanto Matías como Sofía se van, dejando a Stefi sola. Lo que en uno parece evocar la aparición de un primer dolor interno –Matías se va “con otra”-, en el otro restablece una soledad que implica carecer de alguien con quien hablar. La infancia/adolescencia de Stefi se vuelve un territorio árido, donde el lugar común parece ser el desencuentro con el otro y el regreso a las formas del hogar paterno.

* La contracara es el mundo adulto, que la película contrapone continuamente. Ya en la escena en la que llegan al camping hay algo que no funciona del todo en las miradas entre Marcos (Diego Velazquez) y Sara (Ivana Catanese). Pero el juego de la película no es solamente de oposiciones, sino también de dejarlo atravesar por formas en las que se puede advertir un cierto paralelismo entre unos y otros. La oposición se cifra en la forma en que en uno y otro campo actúan los espacios. Si en las niñas –y en los hijos de la otra pareja, con la salvedad de la hermana de Matías (Valentina Iniesta), ya adolescente que parece participar de otro mundo diferente- el espacio en común es el de la interrelación y de cierta comunión dada por el juego, en la pareja de los padres se vislumbra una incomodidad por ese espacio común. La forma en que se establecen distancias está presente tanto en Marcos y Sara como en la otra pareja, donde las vinculaciones están dadas por una institucionalización fuerte de los roles sociales –las madres se quedan con los chicos, los padres se van a pescar todo el día solos-. Pero además, en Marcos y Sara se advierte un distanciamiento que tiene que ver con el vínculo entre ambos. Lo que muestra Camping, en esos pocos días que cubre su relato, es la forma en que el vínculo se ha venido disolviendo de manera lenta, pero progresiva e irremediable. No hay casi diálogo posible entre los personajes, dispuestos en mundos que parecen paralelos y que cuando se cruzan pueden provocar indiferencia –la escena en la carpa cuando Marcos lee con la linterna- o una discusión algo asordinada –en tanto la escuchamos como fondo de una escena de las nenas en la carpa, sin que ellas hagan silencio para poder escuchar qué es lo que dicen. El final de ese vínculo se plantea en la última noche en medio de una tormenta –que quizás debió obviarse para no caer en una simbología algo obvia- cuando la discusión se hace pública en un espacio que no es el propio y que deriva luego en la forma en que Sara ataca el objeto que representa el espacio personal de su esposo. Lo notable es que en esa noche el dispositivo funciona también como un ejercicio paralelo en el que el alejamiento de la pareja tiene su correlato con el alejamiento de Stefi en medio del juego de las escondidas en la habitación de Matías y sus hermanos. Unos y otros salen de los espacios comunes en busca de otros lugares, pero todo lo que encuentran –Steffi, Marcos, Sara- es pura intemperie.

* En todo caso, lo que pone en evidencia Camping es cómo el espacio común más amplio del propio lugar del título, puede servir como lugar de incomodidades más generalizado. Y que ante esas incomodidades, los que parecen tener más conciencia de esa situación necesitan salirse en busca de otro lugar. De allí que no sea casual la referencia al juego de las escondidas –es lo primero a lo que vemos jugar a Steffi y Sofía al comienzo; es a lo que juegan ambas con los hijos del otro matrimonio en la noche de tormenta-, en tanto una y otra vez los personajes tienden a desaparecer, a irse del lugar compartido. Marcos pasa la mayor parte del tiempo sentado en su bote y fumando, con la excusa de una pesca que no practica en ningún momento. Sara desaparecerá literalmente esa noche de tormenta para volver a aparecer en la mañana siguiente cuando sea hora de regresar a casa. (Un punto intermedio es la salida de Stefi y Sofía en la noche en la que a la vez que ambas desaparecen para los padres, en un momento Sofía también desaparece para Stefi, a la vez que en un momento observan a dos personas en la noche que parecen también escaparse de sus lugares) Lo interesante es que a la película no le interesa resolver qué hacen o qué piensan en esos momentos en que desaparecen, sino que lo expone como indicio contundente de la incomodidad y de la imposibilidad de habitar el mismo lugar. La sensación de situación sin retorno posible es lo que sostiene la angustia contenida de los personajes y lo que remarca el relato, más que como un tiempo de esparcimiento y felicidad veraniega, como un cuento amargo y desencantado en el que para la cámara ya no hay más lugar para los padres, sino para esa niña que duerme en el asiento trasero del auto y que parece estar soñando con un lugar diferente y más feliz.

Calificación: 6/10

Camping (Argentina, 2020). Guión y Dirección: Luciana Bilotti. Fotografía:Mariano Cócolo. Montaje:Anita Remón (SAE). Elenco: Martina Pennacchio, Ivana Catanese, Diego Velázquez, Zoe Gatica y Patricia Christen. Duración: 70 minutos. Disponible en Cine Ar Play.

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