Vale diferenciar dos clases (aunque uno podría mencionar infinitas clasificaciones) de películas “revulsivas”: las que causan escándalos argumentados luego de ser vistas, y las que generan trifulcas aún antes de esa instancia. Cuando la polémica presenta la segunda característica, no está de más sospechar de que lo netamente cinematográfico ha sufrido en detrimento del mercadeo banal.
Borrando a papá comienza con el testimonio de un hombre narrando sus problemas personales, relato que termina interrumpido por un llanto quebrado. Ése es el carácter a adoptar por el documental: patético en el sentido retórico de la palabra (Pathos), es decir que apela a las emociones melancólicas para generar empatía y así conseguir la complicidad del espectador en referencia a lo mostrado. Claro está que, desde la elección del tema, lo conmovedor es casi inevitable. Partiendo de esa base, la esperanza de un informe ecuánime sobre los vaivenes de la justicia y el sistema penal en relación a casos familiares –y, por qué no, de los otros- carece de todo argumento. En ese sentido, el título bien vaticina el punto de vista privilegiado: el de los padres. Demonizar a las madres (todas ellas), y victimizar a los padres (todos ellos), cuando en realidad cada caso es particular, evidencia, por ende, que abarcar el “todo” es un recorte que poco se puede respetar como elemento para una denuncia efectiva sin que quede tiznado por la tendenciosidad.
La película recurre a testimonios pertenecientes a directivos de diferentes organismos, tales como el INADI, la AFAMSE (Asociación de Familiares Separados), la APADESHI (Asociación de Padres Alejados de sus Hijos), la Oficina de violencia doméstica, Padres del obelisco, así como también a declaraciones de psicólogos e investigadores del CONICET y varios abogados penalistas, para exponer la forma en que los organismos de justicia y sus representantes se mantienen negligentes ante las denuncias masculinas referidas tanto a la violencia femenina como al incumplimiento del régimen de visitas. El documental se propone asumir el punto de vista de los padres, lo que termina generando recelo y resentimiento hacia las madres, en lugar de tomar el punto de vista de los hijos, quienes son las principales víctimas, sobre todo porque son los más indefensos. El hijo es la propiedad (sic) de la madre. Y conforme a esa cualidad de objeto es que se lo trata. Lo curioso es que la película, lejos de denunciar dicha actitud, la adopta como propia. De hecho, una de las psicólogas entrevistadas -la señora Ana Bruso, especialista en familias- resalta que los niños tienen que ir con los padres aún cuando no quieran: “¿Y cuándo te dice que no quiere ir a la escuela… qué hacés? ¿Y cuando te dice que no se quiere poner una vacuna… qué hacés? ¿No lo obligás?”. La denuncia del documental es, ante la equidad de derechos de los progenitores en referencia a la tenencia de los hijos, algo que termina cayendo en una guerra de poder que se batalla en la psique de los chicos.
Es recurrente en la película el pedido de igualdad ante la ley y la eliminación de prejuicios, pero el documental adopta esa misma postura: prejuzga, homogeniza conductas y condena. Es cierto que el término “violencia de género” remite generalmente a una agresión cuya víctima es una mujer y que, ante una denuncia, “todos son culpables hasta demostrar lo contrario”. Que las leyes son defectuosas es sabido, pero su ineficacia se aplica tanto para hombres como para mujeres. El documental pone énfasis en la facilidad con que una mujer puede acusar a su marido de violento, levantarle una denuncia y con ella impedirlo de ver a sus hijos- entre otras consecuencias-, pero ni siquiera nombra de manera fortuita o lejana, el hecho de que, a la inversa también es posible que un hombre levante falsas denuncias contra una mujer, por ejemplo. En ninguno de los dos casos se comprueban las acusaciones antes de levantar un acta. Es decir, la ineptitud institucional es de lo más “democrática”. Aparece, sí, un enfoque interesante que no termina de desarrollarse: el hecho de que la perpetuación del conflicto tiene como fundamento la ganancia de todos los agentes estatales involucrados, desde abogados hasta terapeutas de pareja.
El problema no es denunciar algo que, por lo general, escapa a los medios comunicacionales, sino que lo es el hecho de que esa denuncia se presente como la declaración de algo equitativo y justo en tanto es una acusación que se despliega sobre una totalidad ineludible. Es decir, el único universo que se muestra es el de hombres víctimas y mujeres victimarias. Como si ninguna otra relación fuera posible. Con esa impronta como estandarte, Borrando a papá no dilucida posibilidad conciliadora, no expresa una petición por poner fin a la violencia en general o a cambiar el sistema judicial que se muestra corrupto.
A fin de cuentas, la denuncia está más que bien en tanto representa una problemática real y comprobable, lo que falta es, o bien extender su recorte, o bien mostrarla como parte de un todo que es mucho más abarcativo, porque de otra manera se cae en el idéntico maniqueísmo que se está denunciando.
Borrando a papá (Argentina, 2014), de Ginger Gentile y Sandra Fernández Ferreira, ’78. Documental.
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Resulta increíblemente cínico que digas que es tendencioso un documental que por primera vez hace público el punto de vista de los hombres en la sociedad y su rol desechable, después de años en los que sólo se ha escuchado (y financiado, a lo bestia) la voz del feminismo desde un prisma victimista y muchas veces claramente falso, en cuyo caso nadie se ha quejado. Que ahora, en el primer documental que alza la voz por una situación injusta, digas que eso es tendencioso…pues yo que sé, me da la risa. «Es decir, el único universo que se muestra es el de hombres víctimas y mujeres victimarias.»
El otro universo nos lo muestran a cada minuto en la tele, radio, la publicidad escrita, etc. Ese mundo real en el que el hombre también es víctima NO EXISTÍA antes de este documental y sin embargo sí existe en la realidad de la calle. ¿Y tachas al documental de tendencioso? ¿Por unas horas que contradicen los dogmas repetidos una y otra y otra vez del machismo, falocentrismo, heteropatriarcado, hombres agresores, mujeres victimas, etc?¿No es eso tendencioso palabra a palabra eso y se ha aguantado durante años en todos los medios? Donde estabas entonces?
Se nota que desde el principio no has querido hacer el ejercicio de EMPATÍA necesario para entender a otras personas, otros enfoques que no sean el tuyo. Criticas que en documental una especialista «obligue» a las madres a dejar que los niños vean a los padres aunque a priori no quieran…Pues que el niño tendrá que ver al padre, mientras sea en un clima agradable de amor, aunque parezca que «no quiera» el niño; precisamente porque el documental deja claro que muchas veces el niño puede estar coaccionado, o no querer por simple pereza, pero eso no es motivo ni excusa para que se use para que la madre impida a un padre ver a su hijo, si este actúa con intención amorosa (como es la gran mayoría de las veces) eso nunca debería impedirse, y se está haciendo desde las instituciones.
Otras cosas que has escrito, como que una denuncia falsa hecha por un hombre a una mujer también tiene presunción de veracidad, denotan que no vives la realidad legal de la mitad de la población…cuál es el ratio de denuncias falsas hechas por hombres/mujeres? Esas estadísticas directamente ni existen, fíjate el nivel de desigualdad, y pretendes hacer creer que eso es un espejismo y que atienden a los hombres igual que a las mujeres? No se si engañarás a alguien, pero el que se informe un poquito con un prisma abierto va a ver fugas por todos los lados y ataques al sentido común respecto de la igualdad, siempre a favor de la mujer, en cuanto pise un juzgado para un tema civil (y muchas veces penal).
El problema de este documental es que deja al descubierto MUCHAS INJUSTICIAS CONTRA LOS HOMBRES y esto nunca se ha dicho, y además se hace con pruebas y con gran mimo y cariño, y esto deja a muchas feministas financiadas y a el mantra falso de que los hombres son malos por naturaleza y que a las mujeres se las debe proteger a toda costa, en bragas.
FIN DE ESAS TONTERIAS YA!, volvamos a el sentido común, porque los que hemos callado no vamos a callar más y sabemos que es un tema de justicia y que tenemos razón. La retórica que empleas y que emplea otra mucha gente contra el documental y el foco que a abierto no es nada en comparación con el aliento y las ganas de luchas que ha dado a muchos hombres que se ven en la misma situación.
No existe pretensión de engaño en lo que escribo. A mí no me financian las feministas. No desmiento lo mostrado en el documental, critico la forma en que lo hace.
El hecho de que se pida ejercicio de empatía demuestra que el documental apunta a un enfoque emotivo en lugar de uno positivista, que sería más serio porque SÍ existen los casos mostrados, y eso lo sabemos todos. En el último párrafo de la nota expreso: “la denuncia está más que bien en tanto representa una problemática real”. De hecho, tengo amigos -hombres- que sufren situaciones similares, por lo que si de empatía se trata, puedo dar cuenta de ella de manera personal. El problema está en el enfoque que se le da al tema a tratar, que termina rebajando la problemática a unas lágrimas, cuando es algo serio e incluso, como usted bien indica, un tema penal. Por eso, si uno pretende ejercer un cambio contra una injusticia debe hacerse desde una perspectiva argumentativa sólida, que no se pierda en un mero ejercicio conmovedor, porque el producto de eso es propagandístico en lugar de convulsivo.
Verá que sí tengo la capacidad para aceptar otros enfoques que no sean los míos. Lo hago con el suyo.
Gracias por comentar.
Saludos.
Los medios de comunicación invisibilizan la problemática que muestra la película, y visibilizan constantemente las víctimas femeninas de la violencia. Podríamos hablar de ese hecho para referirnos al maniqueísmo. Los hechos no me los contaron, las denuncias falsas obtienen una instantánea perimetral contra el denunciado, y los reclamos de régimen de visitas y tenencia compartida (la cual es negada como si no existiera ya en Argentina), son ignorados. Tal desempeño de la justicia, sumado al accionar mediático, condena primeros a nenas y nenes, al no atenderse sus derechos, y luego a sus padres. Puede que la película recurra a cierta apelación sentimental, pero cosa es necesaria en el estado de cosas vigente.