¿Oro? ¿Oro precioso, rojo y fascinante?
Con él se torna blanco el negro, y el feo hermoso:
Virtuoso el malvado; el anciano, mancebo,
Valeroso el cobarde y noble el ruin”…

En sus Manuscritos Económico-Filosóficos, un joven Marx tomaba esta cita de Shakespeare, quien en el amanecer del siglo XVII, en su comedia Timón de Atenas, se refería así al poder del dinero. Un poder que trasciende su función de vincular el trabajo social humano y se erige como un objeto nuevo, autónomo, fetichizado. Por ello menciona también un pasaje de la Biblia, en el que San Juan habla de “la potencia y autoridad que le fue dada a la bestia”. Justamente Juan es quien narra en el Evangelio el ingreso de Jesús al Templo de Jerusalén y la expulsión de los cambistas:

«La Pascua de los Judíos estaba cerca, y Jesús subió a Jerusalén. En el templo encontró a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los que cambiaban dinero allí sentados, y haciendo un látigo de cuerdas, echó a todos fuera del templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó las monedas de los que cambiaban el dinero y volcó las mesas. A los que vendían palomas les dijo: Quiten esto de aquí; no hagan de la casa de Mi Padre una casa de comercio.»

Con este pasaje bíblico, representado con una infrecuente rabia, Federico Veiroj abre Así habló el cambista, última película del cineasta uruguayo en el que el protagónico está reservado a un vástago de aquellos expulsados por el hijo de Dios. Si quien, en el inicio de los tiempos, clamó por amor profundo hacia la humanidad, dedicó tan inmisericorde escarnio a quienes profesaban el temprano oficio de la usura, podemos inferir nosotros la cuota justa de desprecio que merece un un devoto apostol de este sistema que parasita el esfuerzo ajeno.

El quinto largometraje del talentoso director de Acné (2008), La vida útil (2010), El apóstata (2015) y Belmonte (2018) nos sitúa en incómoda compañía con Humberto Brause (Daniel Hendler), aprendiz de cambista. Lo tomamos siendo un pichón, allá en la Montevideo de 1975, bajo las indicaciones de su jefe y mentor Schweinsteiger (Luis Machín), para comenzar luego a ver su progresivo ascenso profesional hasta volverse un tipo de peso. Gana dinero con la misma facilidad con la que pierde límites éticos y su rapacidad queda sentenciada al ponerse a disposición de quienes dirimen los designios de ese tenebroso pasaje de la política uruguaya y argentina, límite que Schweinsteiger siempre se habia guardado de no cruzar. En el medio, confirmando su obstinación profanatoria, se enamora de Gudrun (Dolores Fonzi), la hija de su maestro, y de allí va por todo, iniciando una espiral que lo sumergirá en aguas cada vez más oscuras y peligrosas. Humberto irrumpe en la película sin que sepamos bien quién es y cómo ha llegado hasta ahí. El motivo de su ambición o la génesis de su comportamiento espurio y especulador no serán presentados ni justificados. Para Veiroj, Humberto es un cambista, botón de muestra de un oficio y ventana desde la cual observar una época de nuestro subcontinente signada por golpes de Estado y dictaduras que abonaron el terreno a toda una caterva de especuladores. En tiempos de “retorno al mundo” y al FMI, Veiroj aporta una mordaz genealogía de quienes mejor entendieron el refrán “a río revuelto, ganancia de pescadores”.

Por presupuesto, ubicación temporal de la historia, locaciones y elenco, estamos ante la película más ambiciosa del director. En este caso su film presenta un arco dramático clásico, un trabajo de arte que reconstruye de forma precisa la época y una fotografía con la preeminencia que el género requiere. Aun así, las coordenadas fundamentales de su cine se mantienen presentes. Incluso en esta película que toma elementos del film noir y construye con ellos una cadencia de suspenso, Veiroj se descubre en esas cuotas de ironía, de humor negro de su cine y en esas pausas en las que detiene su marcha para dar cuenta de un mundo embotado y de los gestos que dibujan a sus lacónicos personajes. Lo que le aporta a este film su originalidad es el contrapeso entre la vorágine del thriller y la distancia que se preserva el director para dar cuenta de lo absurdo de aquel universo. Como en sus trabajos anteriores, la película se centra en un antihéroe. Otro personaje del montón ubicado en un momento particular de su vida. Lo peculiar, en este caso, es que se trata de un tipo despreciable, tomando decisiones reprochables y dueño de un apetito de poder desmedido. Veiroj domina el arte de reconocer la distancia y el tono necesarios para que acompañar el derrotero de este personaje no resulte irritante, pero tampoco indiferente.

Buena cuota de este resultado se la lleva Daniel Hendler, quien a ese personaje inerme y aturdido que suele componer, lo eleva a un grado de sofisticación mayor, logrando una vizcocidad intrigante para un sujeto que ostenta las condiciones promedio de cualquier burócrata, pero que en este contexto represivo, rodeado de mobiliario marrón y relaciones signadas por el valor de cambio, demuestra dotes extraordinarias de adaptación. En un mundo de penumbras, fantasmas y secretos, no distinguirse adquiere un valor infrecuente.

En un contexto de crisis aguda, a pesar de la situación de carestía generalizada y emergencia social, la gran mayoría de los candidatos electorales de nuestro país hacen campaña sostenidos en conceptos como “cautela”, “promesas responsables” y eufemismos que refieren a un ajuste que se prolongará. A contrapelo de este llamado a la austeridad y esfuerzo popular, los economistas auguran un 2020 con Argentina como epicentro de un festival financiero. Los Humberto Brause de todo el mundo se darán cita en nuestro país a la caza de las suculentas regalías que surgen de la renegociación (o “reperfiliamiento”) de bonos de deuda. Con esta película, Federico Veiroj aporta el identikit de las pirañas. Queda para nosotros, la tarea de identificar las manos que alimentan ese cardumen.

Calificación: 7.5/10

Así habló el cambista (Uruguay-Argentina-Alemania, 2019). Dirección: Federico Veiroj. Guion: Arauco Hernández, Martín Mauregui y Federico Veiroj, basado en la novela homónima de Juan Gruber. Fotografía: Arauco Hernández. Música: Hernán Segret. Edición: Fernando Franco y Fernando Epstein. Dirección de arte: Pablo Maestre Galli. Sonido: Catriel Vildosola. Elenco: Daniel Hendler, Dolores Fonzi, Luis Machín, Germán De Silva y Benjamín Vicuña. Duración: 97 minutos.

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