45-yearsEl sonido del correr de diapositivas anuncia la sobriedad de la película desde los títulos iniciales, presentando el recuento del pasado como algo fundacional dentro de una pareja a punto de celebrar el 45º aniversario de casados.

Kate (Charlotte Rampling) tararea con el regodeo de quien prepara una fiesta conmemorativa, al tiempo que su marido, Geoff (Tom Courtney), conmemora a su difunta novia de juventud a través de una carta en alemán que le indica el hallazgo de ese cuerpo. La celebración y la muerte se erigen como una polaridad que se instaura desde los primeros minutos para ir confluyendo hasta unirse en una masa uniforme en el final.

Esa confluencia se metaforiza en la escena en que se hace referencia a la batalla de Trafalgar donde murió Nelson pero, aun así, se consiguió una victoria digna de celebración. La muerte de una mujer lleva al triunfo y conforme celebración de la otra. La noticia del hallazgo deja pensante a Kate, y en medio de los preparativos se oyen campanas de fondo, a modo de presagio agorero que completa una llamada sin responder. La muerte se presenta no sólo en forma de cadáver o de recuerdo, sino también en forma de llama a punto de extinguirse: lo que se muere es el objeto de la celebración. Al volver a la casa el plano oculta al marido de la vista del espectador, dejando a Kate hablando con la nada. Ella trata a su marido como a un niño, con cuidados que denotan devoción. Ese cordón se rompe al contacto con la carta que desempolva el pasado, y el cigarrillo muestra esa emancipación, cuando Geoff vuelve a fumar a pesar del pedido de su mujer.

Todo es quietud. La implosión del matrimonio se hace en silencio, porque la desconfianza trabaja desde afuera hacia adentro, y es poco lo que por derecho se puede exteriorizar. Porque “la procesión va por dentro”, Haigh trabaja con ese nivel de sutileza desde los gestos -de los personajes y de la cámara-, desde los ambientes -animándose con una que otra ventisca a bramar los gritos que la mujer no puede-, y desde la música -significando y resignificando las imágenes-.

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Cuando la protagonista se encuentra sola, los ambientes se toman en planos amplios, mientras que cuando está con el esposo, los planos se achican y se recortan en sobreencuadres, para luego tornarse cada vez más pequeños, oprimiéndola, a medida que la duda carcome la relación con su marido. Ella es quien se mueve dentro del plano y recorre los espacios, él es quien recuerda. Ya no tiene movilidad, porque el propósito de vivir se ha perdido en el tiempo, un tiempo acompasado por las placas de los días en cuenta regresiva hasta la fecha festiva matrimonial.

La polaridad se establece entre la aventura de la juventud y la quietud de la vejez. La batalla se da entre la nostalgia y la realidad, pero además entre lo que es perenne y lo que está sujeto a la horadación del tiempo. El recuerdo de Katya ha quedado congelado. “Se debe ver igual que entonces”, dice Geoff. La imagen de Katya permanece latente en las sombras, acechando sin llegar a materializarse dentro de la pantalla en forma de flashbacks porque la mirada adoptada no es la de quien cuenta el recuerdo, reviviéndolo, sino de la que lo vive como una amenaza que horada toda la relación, sin tener contacto más que a través de un tercero.

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La música cobra una entidad fundamental desde el principio de la película, cuando Kate aparece en escena entonando Smoke gets in your eyes, de The Platters, canción que sonó durante el primer baile de casados. A medida que la duda se agrava en la mujer, las canciones de amor se apagan hasta llegar a ser reemplazadas por los tonos oscuros de la pieza para piano Romance en D, de Sibelius.

Finalmente, la canción que abre la película será también el epígrafe que resignifique la escena final, mostrando el verdadero motivo de las lágrimas, donde todas las dicotomías den fin a las batallas silenciosas en una única mueca tan llena de quietud como de mortalidad.

Aquí puede leer un texto de Marcos Vieytes sobre la misma película

45 años (45 years, Reino Unido. 2015), de Andrew Haigh, c/Charlotte Rampling, Tom Courtenay, Geraldine James, Dolly Wells. 95’.

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