En principio, la obra se cierne sobre el vínculo artístico y amistoso entre Victoria Ocampo (1890-1979) y el artista rumano Benjamín Fondane (1898-1944), en un documental híbrido, con escenas reconstruidas llenas de humor, y que van dando cuenta de la imposibilidad de acceder a lo real en sí.

Partiendo de nuestra multifacética Victoria (escritora, mecenas, militante feminista, ensayista, periodista y muchos etcéteras) y el no menos complejo -si bien no tan famoso- Fondane (dramaturgo, poeta, cineasta, filósofo, judío ateo asesinado en Auschwitz), desde el inicio se destaca la inteligente decisión de la autora de focalizar en el vínculo (siempre amistoso, siempre artístico) entre ambos sin pretender cubrir las infinitas aristas de sus vidas, abordadas en extenso en otros sitios a mano. Esta primera elección resulta fundante y se convierte en uno de los elementos claves de esta hermosa película. El interés genuino por las vanguardias artísticas de los años 20 y 30 y su escenificación en nuestro país recorta un universo que resulta más asequible, con el que es posible jugar y dejarnos con ganas de más.

Realizada según las generalmente inestables y adversas condiciones que padecen nuestras producciones de bajo presupuesto y autores noveles, la película «saca fuerza de la flaqueza» y hace del límite su mayor riqueza. Al decir de Lacan: No hay creación que no provenga de una urgencia; la urgencia de hacer con lo que hay o no hacer nada. ¿Qué hacer entonces con lo que hay, no con lo que no hay o con lo que debería haber? Te prometo una larga amistad hace y mucho.

En la piel de Fondane, Alejandro Hener. Y en la piel de Victoria, la histriónicamente lúdica Laura Nevole, pieza clave para que esta película sea lo que es. A medida que avanza el relato, el equipo va descubriendo que la reconstrucción fiel es imposible y que también le resulta imposible a Nevole ser Victoria: los anteojos le quedan mal, el personaje, «enorme», dice. Accedemos a escenas hilarantes en las que la actriz llora desconsolada por esta imposibilidad amagando con abandonar el proyecto documental.

Uno de los núcleos narrativos del film es el relato de la filmación de Tararira en manos de Fondane, y con Victoria como mecenas, aludiendo a que el título del film se debe al pez de agua dulce que nada en el Paraná y, al mismo tiempo, al miembro viril. Fondane quería un producto absurdo sobre un tema absurdo. ¿Qué más se le puede pedir como pieza de la vanguardia surrealista que hacer Tararira? El tratamiento formal límite de este episodio abre más preguntas que respuestas e incluso hace dudar de que la película (desaparecida su única copia al ser quemada por el productor) haya sido efectivamente realizada y siembra curiosidad por seguir el relato y por saber qué sucedió efectivamente (o si realmentesucedió algo).

La revelación del artificio del cine, en diálogo con entrevistas informativas clásicas del documental expositivo (Gonzalo Aguilar, Jorge Fondebrider y el siempre poético, certero y luminoso David Oubiña), va construyendo un relato sólido, entretenido y por momentos metalingüístico. Y no se trata de cine dentro del cine sino de una amalgama aún más interesante. Por ello, Te prometo una larga amistad es una película con gracia en su doble acepción: es humorística y es agraciada; porta un encanto particular que la hace fresca, descontracturada, si bien no menos aguda. Da cuenta de que, por suerte, algunas veces las limitantes de todo tipo pueden convertirse en el terreno más fértil para que la creatividad germine y logre un fruto muy placentero y disfrutable.

Te prometo una larga amistad (Argentina, 2022). Dirección: Jimena Repetto. Duración: 69 minutos. Competencia Argentina.

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