Me-casé-con-un-boludo_poster_goldposter_com_1Boludo: persona que hace o dice

tonterías, que se comporta como un

estúpido o no es responsable.

Wikipedia

Hijo de puta: forma vulgar de denominar

a alguien “mala persona”.

Real Academia Española

La complicidad entre Me casé con un boludo y su público arranca antes de que empiece la película. Sobre el origen del vínculo que señalo se puede discutir largo rato, incluso a riesgo de retroceder miles de años en la Historia. Pero por profunda que parezca esta cuestión, este nuevo, cuidadoso, oportuno y recalcitrante episodio de la dinastía Suar no le escapa a lo berreta, a lo pedorro. Juan Taratuto, el director de esta droga siniestra, logra repletar el cine de personajes dignos de análisis.

El hall del segundo piso del Showcase de Belgrano está hasta las pelotas. Los pibes que laburan vendiendo pochoclo y gaseosas bajo nombres extranjerizantes se muerden los labios para no putear a varios clientes que los tratan como el culo. Algunos cincuentones pasean sus panzas y miradas altivas de garcas, la mayoría acompañados de mujeres notoriamente cirujeadas, pendeviejas de pómulos de plástico y labios de botox. Se mezclan con treintañeros relajados, parejas ataviadas a la moda y atadas al consumo. Son las once de la noche pero todos tienen hambre de lo mismo: Pop Korn o papas sintéticas que seguro tienen un nombre mucho más top, hi, up, cool, o como verga sea.

Una pareja de viejitos se sienta en unas butacas que no le corresponden. Al rato llegan los dueños de esas ubicaciones y les advierten el error, pero nadie los ayuda y los viejos quedan rebotando. Van y vienen varias veces hasta que por fin encuentran las suyas. Por la escalera sube una pareja con un bebé, no tienen problema de venir a cagarle la noche a toda la platea. Y el maleducado ya viene berreando. Cuando las luces se apagan varios celulares brillan en la oscuridad. La mayoría se va apagando, pero algunos molestarán en intervalos durante toda la bazofia.

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Para entender todas las capas de sentido que intervienen en Me casé con un boludo no alcanza con ver Un novio para mi mujer (2008), éxito comercial que genera este reintentar y quemar la pareja ficcional de Valeria Bertuccelli y Adrián Suar. Hace falta también, por ejemplo, conocer sobre lo que pasa en el prostíbulo del 13, ese que regentea el gomazo. Hay que conocer una caterva de actores pedorros y celebridades de lo peor de la pantalla chica. Y hay que posicionarse de un lado político bien definido para que algunos de los “chistes” de la película no te suenen a ofensas.

La escena inicial está filmada en las calles de Puerto Madero, como para confirmar que el protagonista que las transita tiene mucha plata, ya que con el auto deportivo que maneja no alcanza. O, tal vez, el espectador ideal de esta película sea aquel que se masturbe soñando con ese paraíso de ladrones y evasores. Sin embargo, si no conocemos las calles donde se sitúan esas acciones al aire libre, no sabemos dónde transcurre esta historia; ni se dice ni se entiende. Por eso cuando Suar le propone a Bertuccelli «arrimarla con el auto» y ella acepta, y le avisa que vive en City Bell, resulta interesante que la platea explote en carcajadas. Automáticamente el barrio vecino a La Plata se convierte en “el culo del mundo”, y aunque nadie lo dijo el ombligo está en los barrios caros de la capital. ¿Me van a decir que un espectador de algún país vecino se reiría con este chiste? Jamás podría dimensionar la distancia, el dolor de pelotas, de llevarla tan lejos. Ese «contrato de lectura» establece que Me casé con un boludo es una película para un público acotado que pertenece a esos barrios caros o a boludos que sueñan con ellos.

La hora y cuarenta de duración gira alrededor de este tipo de gracias. Pequeñas complicidades entre una película y un público acotado. Los gags son extremadamente predecibles, trillados, más dignos de una obra teatral de escuela secundaria que de la pantalla grande. Los mejores momentos en cuanto a comicidad, ya que Me casé con un boludo pretende ser comedia, los asegura Bertuccelli, a fuerza de gestos, muecas y reminiscencias a la “Tana Ferro”, su gran papel en Un novio para mi mujer.

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Me casé con un boludo es la historia de dos actores que se conocen en un set de filmación y se enamoran. A Suar le toca la difícil tarea de simular ser actor y, por supuesto, interpreta a uno que no necesita un aumento de sueldo sino que es un tipo rico. Hace de pedante, de agrandado, y se vuelve imposible no pensar que Suar hace de Suar. Pero su papel, Fabián, no es ningún boludo. Fabián se burla de los pobres, Fabián le miente a Florencia (Bertuccelli), la usa, a Fabián también lo excusan de sus vínculos con la dictadura porque en ese entonces “tenía 6 años”. ¿Qué entra en juego para reírse de ese chiste? ¿Da para pensar que este personaje cagado en plata heredó la fortuna de un represor? ¿Y todos los que se ríen de ese “chiste” son boludos o hijos de puta? ¿No depende de dónde estés parado políticamente para reírte o no de eso? Gran parte de Me casé con un boludo es una ficción dentro de otra ficción, aunque por momentos se parezca tanto a la realidad.

Un párrafo aparte merecen dos escenas puntuales. Ambas coinciden en mostrar a “famosos” haciendo de ellos mismos. En la primera un grupo de noteros, de paparazzis argentinos, juntan todo su patetismo en un solo cuadro. El séquito de obsecuentes lo componen varias de esas personas que tenemos de vista pero no sabemos cómo se llaman. Al grupo lo comanda Ángel de Brito y lo que claramente se busca es que el público reconozca a estas moscas y se ría de los chistes que los involucran. La segunda es una ¿recreación? de la “famosa” foto anual de la revista Gente: un rejunte de famosos. En esa escena desfila toda la tropa del gerente de programación de Canal 13. El aparato de destrucción cultural masiva asusta con semejante tren fantasma en una secuencia de nulo interés para la trama pero que, nuevamente en complicidad con ese público reducido, surte efecto. Las respectivas parejas en la vida real de Suar y Bertuccelli tienen su espacio en esta escena. Lo de Vicentico es realmente incómodo: segundos en los que ni siquiera le suenan las palabras que pronuncia. Y la parte de Grisela Siciliani es la más larga de todas, demostrando quién es la esposa del jefe. En ese momento a Bertuccelli le toca el gag: hacerse la loca como en la famosa escena de “Sagitario” en Un novio para mi mujer. Pero acá falla por completo, no por su impericia sino porque, como copia de la anterior, no sorprende.

ESPECTACULOS-Rodaje de la nueva pelicula de Adrian Suar, INFIELES .Junto a Valeria Bertucelli y el director de la pelicula Juan Taratuto. En escena tambien el actor Gerardo Romano-Fotos Ruben Digilio- 27-10-15

El resto de la película es fácil. El argumento no deja nada, los personajes se consumen sin grandes momentos. El final es predecible desde el segundo cero. La única vueltita de rosca en cuanto a lo narrativo sucede al final y queda trunca. Se intenta despistar al espectador, ya que los personajes después de un fundido a negro se comportan de manera imposible en relación al desarrollo de la película, pero desde el primer plano de esta escena, por estar ambientada en una estación de trenes antigua, se delata que lo que vemos no se corresponde con el tiempo presente del relato: se descubre fácil que vemos otra ficción dentro de la ficción misma. Entonces todo lo que dicen después, ese desenlace que termina en beso y final, no sorprende y todo termina como todos ya sabíamos, incluso desde antes de que empiece la película.

Lo mejor de Me casé con un boludo es la música. La versión de Vicentico de Vivir así es morir de amor tiene la misma impronta que la original de Camilo Sesto. Y salir del cine con la melodía resonando en la cabeza ayuda a digerir que Gerardo Romano actúe para la productora de Clarín. Que Vicentico haga lo mismo. Que Xipolitakis, después de la operación de Aerolíneas Argentinas, siga lo más pancha. Que Mariana Fabbiani escribe un diario nefasto todas las tardes. Que Lizy Tagliani le hace el juego a los que votaron en contra de la Ley de Igualdad de Género. Que Lali Espósito perpetúa la dictadura de las “lindas”. Que Polino se mete en la vida íntima de los demás. Y que la Bruja Verón no trabó contra Inglaterra. Chiste de boludo.

Me casé con un boludo (Argentina, 2016), de Juan Taratuto, c/Adrián Suar, Valeria Bertucelli, Gerardo Romano, Norman Briski, María Alché, Marina Bellati, 100′.

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