PRIMERO. Amleth -interpretado en el film de Eggers por Alexander Skarsgård- es el anagrama de Hamlet, el de Shakespeare… o, quizás, es al revés. La cronología marca que la “Leyenda de Amleth” (un texto escandinavo aparecido en la Gesta Danorum del s. XIII) precede e inspira a la tragedia shakesperiana. La realidad marca que la tragedia del bardo inglés es una de las obras más poderosas y famosas en la historia literaria y teatral de Occidente. El orden de los factores no altera el producto, al parecer.
SEGUNDO. O tal vez sí: por eso Eggers, ante la duda, mete y mezcla vertiginosa -aunque prolijamente- dosis interesantes de cultura supuestamente vikinga a lo Vikings (en todas sus temporadas desde Ragnar hasta la actual), delirios místicos a lo La fuente de la vida (2006) de Aronowski, gritos grotescos y abdominales muy marcados a lo 300 (2007) de Zack Snyder, entuertos familiares de sangre noble a lo Game of Thrones (2011 – 2019), ferocidad medieval a lo Valhala Rising (2010) de Winding Refn, épica pasatista a lo13 guerreros[1] (1999) de John McTiernan, y un final con mucho aroma a StarWars III: La venganza de los Sith con Anakin y Obi Wan luchando con sus espadas entre la lava caliente y líquida ambientando un medievalismo fantasioso y caricaturesco del s. IX dC. entre Escandinavia, la Europa Báltica y las praderas rocosas y heladas de Islandia.
TERCERO. Hay, por ello, diálogos en formato de parlamentos, con declamaciones bien teatrales y rimas renacentistas más que medievales, encajadas en un juego casi paródico de seriedad lírica: la forma en que se dice (por sobre lo que se dice precisamente) es, aparentemente, “poesía” para Eggers por más que fuerce estéticamente estas enunciaciones con efectos especiales, música nórdica folk lúgubre y épica, y viejas resacas de ritos satánicos que le quedaron de sus películas anteriores.
CUARTO. No obstante, Anya Taylor Joy (Olga, una suerte de bruja rusa; émulo de una bella profesora de historia en Córdoba versión morocha) la vuelve a romper: la escena del barco cuando se aleja y ella lanza una suerte de gualicho es maravillosa por la forma en que captura la esencia de ese momento y con ella, quizás, lo que la película no supo mistificar a pesar de todas sus buenas intenciones previas.
QUINTO. Nicole Kidman (la madre de Amleth) es otra que se luce por más que la sobredosis de botox le paralice facciones preciosas y altamente expresivas (necesarias) que la confirman como una de las mejores actrices de su generación.
SEXTO. La clave metafórica desarticula todo anclaje histórico y eso es un mérito en Eggers, que, no obstante, en algunos pasajes del film, le resulta un arma de doble filo: el realismo cruento de la violencia muy explícita en la película queda a un centímetro de la parodia ante el relato “mítico”, de “leyenda”, “serio”conque atomiza todo lo demás.
SÉPTIMO. A The Northman la inflaron. Quizás de más. Y está bien: hay que vender ahora que el COVID 19 parece una mala historieta del pasado y el cine vuelve a tener esplendor de salas llenas. Es una película de sala justamente, por su sonido, fotografía -CGI mediante- y efectos de montaje varios.
OCTAVO. Amleth es un berseker, es un príncipe caído, es un alma alimentada sólo desde la venganza, es una bestia de músculos con un fuerte Edipo incestuoso entre sus deseos más íntimos, es un ser altamente racional a pesar de la brutalidad de sus acciones, es una persona sensible, con inclinaciones a ser justa, con códigos, con moral, con un poderoso amor a su padre traicionado y asesinado por su hermano. Amleth es Hamlet y la calavera del cementerio no es una calavera humana sino la de una cabra contaminada con hongos alucinógenos. Amleth es Hamlet y su Ofelia está más cuerda que todos en la historia. Amleth es Hamlet y lo trágico de su destino es tan predecible como soso; tan intrascendente como incuestionable, pues, desde el principio de la película, uno sabe cómo va a terminar y si no lo sabe, el final no sorprende demasiado tampoco.
Y NOVENO. El folclore escandinavo que tanto vende el marketing de la película es, apenas, una anécdota como lo fue para Borges cuando escribió textos basados en este folclore. “Lo escandinavo” es anecdótico en Eggers y quizás allí habite el gran mérito y desmérito de la película al mismo tiempo: tomársela en serio puede dejar con sabor a poco; tomársela como un entretenimiento pasatista puede ser una experiencia, al menos, satisfactoria. De un modo u otro, ya todos sabemos cómo terminó Hamlet: ese anagrama de Amleth… Este príncipe que sabía que algo olía mal en Dinamarca entre fantasmas, tíos profanos, madres traidoras y espadas envenenadas.
[1] Película con un final hermosísimo al que Eggers le tira un guiño con la chica del sacrificio.
The Northman (Estados Unidos, 2022). Dirección: Robert Eggers. Guion: Sjon y Robert Eggers. Fotografía: Jarin Blaschke. Montaje: Louise Ford. Elenco: Alexander Skarsgård, Nicole Kidman, Claes Bang, Anya Taylor-Joy, Ethan Hawke, Gustav Lindh, Willem Dafoe, Elliott Rose. Duración: 136 minutos.
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