postal“A lo largo de los años, la figura de Fanny Navarro ha servido para canalizar algunos de los más groseros espectros del imaginario antiperonista. Opuestamente a muchos personajes públicos del ambiente artístico que se vieron capturados en las violentas contingencias políticas de este siglo [el siglo XX], Fanny Navarro optó y luego sostuvo su opción. A diferencia de otros caídos en esas contingencias, nunca logró levantarse”. Las palabras de Fernando Martín Peña aparecen en la contratapa del libro que César Maranghello y Andrés Insaurralde le dedicaron a la vida de la actriz emblema del primer peronismo. Aquella figura que apareció en los radioteatros que auspiciaba el jabón Palmolive, que se perdía entre el coro que vestía las tablas del Maipo, que sólo paseaba por los estudios de Argentina Sono Film como figurante, y que un día salió a la luz con una fuerza inusual y para muchos imperdonable. Esa historia de gloria y caída, de envidia y pasión, es la historia de la inolvidable Fanny Navarro que presenta Qué me has hecho, vida mía, la obra de Diego Lerman y María Merlino reestrenada el pasado domingo en el Teatro La Carpintería.

Lerman, conocido por sus películas Tan de repente, Mientras tanto o la polémica La mirada invisible, basada en la novela de Martín Kohan, ha consolidado con esta puesta un gran logro teatral: cerrando la puerta abierta con su obra anterior Nada del amor me produce envidia, sobre la costurera de Libertada Lamarque y Eva Perón, se introduce desde el costado privado en la vida política de la Argentina de los ’40. Ese tiempo suficientemente revisitado, presto a lecturas ardientes o desmitificadoras, cobra cuerpo en la dramaturgia de Lerman, Merlino y Marcelo Pitrola como algo más que un retazo de historia pasada. La historia de Fanny, de sus amores y dolores, de su compromiso político, de su ambición de triunfar, de ser alguien en el mundo del espectáculo, de brindar una posición a su familia, es la historia de una mujer que rompe el mito del escarnio y el olvido, que emerge en escena con sus miedos y contradicciones, que corre ese velo de leyenda negra que ninguneó su obra y su trayectoria.

MARIA MERLINO - CREDITOS de HERNAN REIG_1

Uno de los puntos que más interés despiertan, sobre todo después de haber leído el libro de Maranghello e Insaurralde, es el juego entre verdad y puesta en escena que hubo desde siempre en la historia de Fanny Navarro. Las dudas sobre su simpatía con el peronismo, las acusaciones de oportunismo, la conflictiva relación con Juancito Duarte, la amistad con Eva, los contratos con Sono Film, todo ello fue objeto de dudas irresueltas, de chismes maledicentes, de la sospecha y la injuria pública. La forma elegida por la dupla Lerman-Merlino asume abiertamente ese costado de artificio que hay en los mitos y leyendas, ya sean celebrados o demonizados. Las contradicciones de Fanny, su costado frívolo y vanidoso, su hastío durante el breve matrimonio con el bodeguero mendocino Cichitti, su desengaño por las infidelidades de Duarte, su sorpresa ante el nombramiento al frente del Ateneo Cultural, sus lágrimas en el funeral de Eva llegan al espectador en la fuerza del relato de Merlino, que asume en sus entonaciones la dimensión casi onírica de ese relato, como salido de otra vida y otro tiempo. “Cuánta más verdad hay en el arte asumido como artificio que en la aparente transparencia de la moral naturalizada por la sociedad”, decía Ingmar Bergman a propósito de la creación artística.

rp1055María Merlino aparece en el centro de la escena en una oscuridad casi infernal tarareando una letra conocida. Una canción emerge en su voz clara, a capella, e inunda la sala mientras un haz de luz despunta tiernamente. Ahí está ella, Fanny en la piel de Merlino, con su pelo rojizo fuego, joven en sus años mozos, dispuesta para el triunfo. Algo intrigada por el clima que se vivía en aquellos tiempos, por las consignas en boca de compañeras como Malisa Zini, por la Plaza de Mayo colmada y la vuelta de Perón de Martín García, su figura amalgama arte y política, si eso es posible. Merlino sostiene el relato a fuerza de una mirada penetrante, de movimientos pausados y concentrados en el recorrido del espacio, de cambios de vestuario sutiles, claves, apenas insinuantes. Los sonidos del radioteatro en vivo completan la mascarada, la ilusión de estar en los salones de Radio El Mundo o en el set al mando de Luis César Amadori. Las canciones descarnadas, apenas acompañadas por unos acordes solitarios del Sr. Sonido (Joaquín Segade), cierran los cuadros, atraviesan épocas, contagian emociones.

Fanny era una actriz con una presencia arrolladora, un rostro luminoso del melodrama. Lo vemos en Morir su ley de Manuel Romero, donde comparte cartel con la gran Tita Merello, o en Deshonra de Daniel Tinayre, con esa entrada a la cárcel, esa creciente tensión entre sombras crepusculares que van convirtiendo su derrotero en la más terrorífica de las pesadillas. Su carrera fue corta pero su trayectoria no necesita defensa, para eso están las películas, basta con verlas. Luego se la puede haber acusado de ser un invento del peronismo, se puede haber escrito de sus fracasos, se puede haber recluido su final a un triste recuadro periodístico; pero el cine resguarda en imágenes la vida de sus artistas. Para siempre.

Qué me has hecho vida mía, de Diego Lerman, c/María Merlino y Joaquín Segade. Domingos a las 18 horas en el Teatro La Carpintería, Jean Jaures 858.

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