
“¿Qué es La hija de lágrima? ¿El cuñado del moco? ¿La prima de la peca?”
La frase del epígrafe le pertenece al recientemente fallecido Enrique Chalar, alias Pil Trafa, cantante y líder ideológico de Los Violadores que nos dejó sorpresivamente. Charly había publicado en 1994, para mí, su peor disco, pero no era eso lo que Pil criticaba, era el sinsentido en el título, no había vuelo alguno y hacía rato que García no era el mismo; el gesto de Pil Trafa tenía más que ver con un pedido, dejar de festejarle todo a este tipo que estaba con problemas serios. La de Pil era una frase sardónica que cruzaba transversalmente a un prócer del rock nacional, fresca y descarada, era una idea que muchos compartíamos a pesar de ser fanáticos de varios de los discos de García.
Agudo, contracultural, resuelto, lúcido y astuto fueron algunos de los atributos de Pil; sabía lo que quería decir y cómo, no había concesiones, mucho menos en los últimos años de la dictadura, cuando las papas quemaban de verdad.
La obra de Los Violadores, y en particular los dos primeros discos, tienen un doble efecto: en primer lugar, inauguran el punk argento, ya que pocos conocían el movimiento más allá del término y mucho menos cómo sonaba el género en sí mismo. Pocos sabían de Ramones, Pistols o The Clash (Los Viola fueron la punta de lanza del movimiento en toda Latinoamérica). Y en segundo lugar, hablando concretamente, se enfrentaron al terrorismo de estado en nuestro país.
¿Cómo medir la relevancia de un tipo? ¿Más por sus acciones que por su discurso? Esas gestiones, pequeñas en cierto contexto, pueden iniciar, o construir, una resistencia cultural real y artera, que se disipa como una toxina en las capas sociales atentas y hartas de ver milicos en la esquina de tu casa. Los Violadores, producido por el entonces baterista de Riff, Michel Peyronel, fue el primer disco, grabado en 1980 y publicado en 1983.

El primer hit que se conoció casi de manera clandestina fue «Represión»; era muy difícil ver ese disco físicamente, todas eran grabaciones de grabaciones. Recuerdo que un amigo tenía un cassette virgen con esa única canción, le pertenecía a su hermano y nosotros lo escuchábamos en su ausencia, la tapa decía “Éxitos Románticos”, como para despistar. Esos tres minutos con seis segundos te administraban una dosis de alta adrenalina, la ausencia de la metáfora producía el efecto de peligro que esperábamos; realmente combativa, la palabra represión estaba velada en todo el territorio argentino desde el 24 de marzo de 1976. El riff del inicio no evocaba a nada antes escuchado, tenía un ligado en los acordes iniciales que era la marca registrada del punk, una desorganización controlada surgía de los parlantes del grabador Grundig que saturaban en la salida.
Para finales de los setentas y principios de los ochentas, el rock nacional era un embole, estaba dirigido evidentemente a gente más grande, treinta años, digamos: Seru Giran, Spinetta Jade, Baglietto, Porchetto y algunos más que venían de la primera ola del rock nacional. Pocas guitarras y una languidez tibia llena de metáforas que para un adolescente eran irritantes. Queríamos algo más físico, algo para agitarnos. El punk invocaba a una cuestión social determinada, a un margen literal, no respondía a una hipótesis: hay un enemigo claro o no es punk. Pero siempre tuvo una carga política ideológica que Pil podía expresar sin confundirse un milímetro.

En 1982, durante la guerra de Malvinas, se hizo el famoso concierto Festival de la solidaridad donde concurrieron 60.000 personas y tocaron todos los popes del rock nacional; Los Violadores, sin disco publicado aun, ya eran parte de la escena y se negaron a participar, igual que Virus.
Ellos son Los Violadores (2015), de Juan Rigirozzi, es una película que cuenta esa historia primigenia, con el material de archivo siempre escaso en nuestro país; sin embargo, el germen y la atmósfera de la escena punk nacional está presente entre los registros y las entrevistas a los protagonistas. La banda debutó en 1980, dos años antes de Malvinas y tres de la primavera democrática. Con ese dato debería bastar para ejemplificar lo difícil de ser marginal en esos tiempos; ahora lo vemos en una película, pero los derechos individuales estaban cercenados, había campos de concentración funcionando y el ejército estaba en las calles. Esto es un hecho fáctico, no es interpretación, pero claro, si no lo viviste no conoces ese aire; imaginarlo es poco, no alcanza.
La banda tuvo el rechazo de casi todo el periodismo de su época, de algunos músicos y de gran parte del público que los detestaba, hasta que formaron parte de un combinado junto a Riff y V8 que proclamaba el postulado del rock eléctrico y directo de la mano de un tal Mundy Epifanio (productor y representante), una especie de Malcom McClaren argento.
En ese contexto, Los Violadores y un puñado de seguidores, entre ellos muchos de los integrantes de las bandas de rock nacional que vieron la luz en la primavera democrática (Cerati, Cadillacs, Calamaro, etc) y que ampliaron la construcción de la cultura rock en Argentina e incluso en gran parte del continente, forjaron ese vértice esencial que inclusive ponía en juego nuestra propia existencia y nuestra suerte.

¿Y ahora qué pasa?, el segundo long play fue una patada en los dientes; con un sonido mucho más buscado, alcanzaron la masividad con canciones como «Comunicado 166», «Nada, ni nadie, nos puede doblegar», «Uno, dos ultraviolento», el homenaje a La naranja mecánica, que había estado prohibida más de una década en nuestros país y que tenía un significado mucho más amplio que la idea que Kubrick quería contar.
Ya con el envión post dictadura, aunque la policía era la misma y las calles seguían siendo complicadas para la noche y el rock (esta situación duró hasta finales de la década de los ochentas), Los Viola multiplicaban su público y aparecía la segunda generación punk: Ataque 77, Masacre Palestina, Todos tus muertos, Dos minutos y algunos más.
Los Viola continuaban en la carretera y extendían sus impaciencias a un Chile con Pinochet en el gobierno y al Perú, un país que los adoptó como propios. Allí Pil conoció a su esposa, tuvo un hijo y abandonó este mundo. En el 2016 volvió la formación mítica para tocar el disco en vivo Luna Punk, con el mismo espíritu belicoso entre ellos y con el sonido compacto y agresivo de sus inicios, todo se puede ver en un documental de 50 minutos que acompañó la edición de DVD del concierto.
Hace poco, el Indio Solari despidió Willy Crook con un párrafo que incluía la idea de no haber nacido para llegar a viejo, imagen que también funciona, en esta triste sangría, para Palo Pandolfo y, por supuesto, para Pil Trafa.
Pil, gracias por tu atrevimiento, por tus palabras y por tus modos, por la música y la inspiración.
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