Las películas sobre boxeo son ya un subgénero en la historia del cine, un arco que puede arrancar en El caballero audaz (Raoul Walsh, 1942) hasta la culminación operística de Toro salvaje (Martin Scorsese, 1980), que es a las películas de boxeo lo que El Padrino a las de gángsters. El cine argentino también describió su parábola boxística desde, quizá, Luna Park (Rubén W. Cavallotti, 1960) hasta la apoteosis de Gatica el mono (Leonardo Favio, 1993),también una ópera, peronista en este caso, que tanto como Toro salvaje excede en su grandeza su género y origen.
Maravilla, la película es una película que no deja dudas, ni de su pertenencia al subgénero boxístico, ni de su filiación documental, despreocupada de la hipotética dilución de fronteras entre el documento y la ficción; su centro es la vida y la carrera de Sergio “Maravilla“ Martínez, una y otra articuladas alrededor de su pelea del 15 de septiembre de 2012 con el mexicano Julio César Chávez Jr. en Las Vegas. El director debutante Juan Pablo Cadaveira usa material de archivo y entrevistas propias para ilustrar la esforzada carrera de Maravilla desde el comienzo humilde hasta su propia apoteosis –la pelea con Chávez Jr.-. El origen del material y, sobre todo, la forma en que Cadaveira lo utiliza, parece condicionar y encerrar al film dentro del formato televisivo de tantos programas sobre deportistas. Como la televisión, Maravilla, la película es una superficie lustrosa y fugaz, destinada al consumo inmediato, obediente al mandato de su protagonista, quien con igual esfuerzo ha conseguido ser uno de los mejores boxeadores de su época, y tallado su imagen de héroe clásico aggiornado al presente, un hombre sin fisuras, un mármol capaz de sobreponerse al dolor y a toda otra adversidad para alcanzar su objetivo.
Es injusto exigirle a una película que sea distinta de aquello que pretende, quizá los géneros nos hayan acostumbrado a un previsible confort como espectadores, y solo estemos preparados para esperar que un film sobre un deportista exitoso únicamente nos muestre su camino hacia el triunfo. Sin embargo, el subgénero de películas de boxeo admite y propicia el drama y la tragedia (las citadas Toro salvaje y Gatica). Si queremos descansar en la primera opción, Maravilla… es una película ejemplar. Si además de la apolínea figura de Martínez, su esforzada condición de atleta y boxeador surgido de la pobreza y en busca de la perfección (el ejemplo de su demoledor cross de izquierda construido en el gimnasio, con el que liquidó a Paul Willams en su nocáut más memorable, pero con el que también martirizó a Kelly Pavlik, Darren Barker y Mathew Macklin e intimidó a Chávez jr.), buscamos algún punto de vista que se acerque a zonas distintas de su personalidad, ajenas a su corrección político-deportiva, o que indaguen en su profesionalidad y optimismo perennes, reversos luminosos de la figura melancólica del hombre que está solo y espera, emblema supuesto del ser argentino, aquí no lo encontraremos. Cadaveira tampoco profundiza en los atractivos personajes secundarios que va descubriendo en el camino, en especial el manager Lou DiBella, y deja transcurrir la mejor escena de toda la película: el enfrentamiento del manager, en la convención del Consejo Mundial de Boxeo, con José Sulaiman, el presidente del organismo, en donde DiBella, verborrágico y teatral, maneja la escena hasta conseguir para su pupilo la esquiva pelea frente a Chávez Jr.
Maravilla, la película, como si se tratara de uno más de sus rivales, respeta demasiado a su protagonista. Hubiera sido bueno que le moje la oreja, algo que nadie pudo, ni podrá, hacer arriba del ring.
Maravilla, la película (Argentina, 2013), Juan Pablo Cadaveira, c/Sergio ‘Maravilla’ Martínez, Lou D Bella, Susana Paniagua, Julio Chávez Jr., José Sulaiman, Documental, 85′.
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