El prólogo de Ruido, largometraje de la directora mexicana Natalia Beristain y coproducción mexicano-argentina, nos presenta en primer plano el rostro de una mujer que abre y cierra los ojos y que se deja ver parcialmente pues por momentos la cubre una cortina de gas. Así ya establece la directora el tema en cuestión de su film: lo que se deja ver y lo que se oculta, lo que se quiere ver o dejar de ver, en torno al tema de la desaparición de personas.

La película adopta el punto de vista de Julia Velázquez (Julieta Egurrola), una madre que busca a su hija Gertrudis de 25 años, la cual desapareció hace nueve meses durante un viaje que realizaba con unas amigas, y va siguiendo su periplo entre la burocracia judicial y la corrupción policial con el fin de hallarla. El último dato que tiene Julia de Gertrudis es que fue vista por última vez en un bar, junto a sus amigas y que en el baño de dicho bar habían consumido cocaína.

El film se adentra desde la ficción en el drama intimista familiar, tras este suceso traumático, y en la difícil pesquisa detectivesca que lleva a cabo Julia, del paradero de su hija, al tiempo que se hibrida con la faceta documental, al trabajar el registro periodístico y al contar con la participación de miembros de los colectivos Voz y dignidad por los nuestros y Buscándote con amor (de México), que buscan a sus familiares desaparecidos.

Desde las primeras escenas en la fiscalía se plantea la desidia y la burocracia judicial: citados los padres para el reconocimiento de un cadáver, se les pide los datos de Gertrudis nuevamente, tras nueve meses; aparecen datos identificatorios claves omitidos en el expediente (el tatuaje en su antebrazo izquierdo) y se presenta ante ellos (por tercera vez) un nuevo fiscal (Erick Israel Consuelo). En la judicialización de los casos, para los funcionarios los desaparecidos son un número de expediente más que se apila, se los despoja de su estatuto de personas.

Al mismo tiempo, el plano que toma a ambos padres sentados ante el escritorio del funcionario, a través de una ventana y que los separa (por medio de tabique vertical de cada una de sus hojas), ya da cuenta de lo que los une y los diferencia. Ante la inmovilidad y la falta de respuesta de la policía y la justicia, el padre expresa su dolor y su tormento por lo que pudieran haberle hecho a Gertrudis; pathos que claramente también atraviesa a Julia, pero que a diferencia de ella lo sume en la impotencia. En cambio, Julia encuentra en la mujer que habita en la madre la fuerza para ponerse de pie y salir con valentía y osadía nuevamente en búsqueda de su hija, desafiando a las estructuras de poder. 

En este punto de vacío de respuestas por parte de los representantes de la ley, es interesante la escena que toma a Julia en medio de un paisaje desértico y fuera de foco, dando cuenta de que ella está tan perdida como su hija, pues ¿por dónde comenzar a buscar cuando todo se cubre con un manto de silencio y de impunidad? Es aquí donde se expresa la sororidad entre mujeres, una periodista llamada Abril (Teresa Ruiz) se une a la pesquisa de Julia cuando se interesa por su caso, tras escuchar su testimonio en un encuentro de mujeres. Lo que motiva a Abril a unirse a la causa de Julia es su miedo como madre por lo que pueda ocurrirle a su hija de edad escolar cuando devenga mujer, en el contexto de un Estado ausente, arrasado por la corrupción y cómplice de las bandas paramilitares del narcotráfico. La escena en el bar que reúne a Julia y Abril por primera vez establece, a través del fuera de foco de ellas conversando respecto del foco en la pequeña, lo que une a ambas mujeres, al mismo tiempo que visibiliza el peligro en que se hallan las jóvenes mujeres del presente y del porvenir.

La película establece muy bien la complicidad y la corrupción policial a través de las fosas comunes clandestinas que los grupos de mujeres civiles organizadas encuentran por sus propios medios, en las coimas que piden los policías por suministrar datos que conocen por fuera de lo oficial y también su total desinterés y desprecio por las víctimas, manteniendo los cuerpos encontrados en hacinados contenedores a la vera de un camino fuera de la ciudad o estigmatizando y criminalizándolas por estar de fiesta o consumir drogas.

Es en este punto que cobra plena potencia simbólica el primer plano de Julia gritando dolorosamente, pero de manera áfona (aquí resuena el cuadro El grito de Munch), luego de que se lleven a Abril en un “operativo” en el ómnibus en plena ruta. Los cuerpos de las mujeres que se pretenden invisibilizar y silenciar ejercen no obstante un ruido ensordecedor (he aquí el acierto del título) que pueden escuchar los familiares directos y ciertas mujeres de la sociedad civil. El Ruido al que refiere la película es también entonces el de la movilización de los colectivos de mujeres que luchan incansablemente para encontrar a las desaparecidas, para visibilizar lo que se silencia y para restituirles su dignidad en tanto sujetos de derechos.

Otro punto interesante es el tatuaje que se hace Julia en su antebrazo, replicando el de su hija. La desaparición impide el trabajo de duelo, al no haber cadáver sobre el cual constatar realmente la pérdida y efectuar los ritos funerarios que lo despiden y homenajean. El tatuaje con su valor artístico puede leerse entonces como una manera que encuentra Julia de simbolizar en lo real del cuerpo, tanto lo que une como la pérdida respecto de aquella que se encuentra en estatuto de desaparecida.

Apoyándose en la lograda interpretación de Julieta Egurrola y en la fuerza testimonial de los registros documentales, Ruido de Natalia Beristain da cuenta de la importancia de los movimientos y colectivos de mujeres frente a las alarmantes cifras de niñas y mujeres jóvenes desaparecidas por las redes de trata o asesinadas en femicidios en toda Latinoamérica en el marco de Estados cada vez más destituidos (sea por su vaciamiento, por el crecimiento del narco-estado o por el avance de los discursos de odio) de su función de cuidar y de garantizar la ley. 

Calificación: 8/10

Ruido (México/Argentina, 2022). Dirección: Natalia Beristain. Guion: Natialia Beristain, Alo Valenzuela, Diego Enrique Osorno. Fotografía: Dariela Ludlow. Montaje: Miguel Scheverdfinger. Elenco: Julieta Egurrola, Teresa Ruiz, Adrián Vazquez, Arturo, Beristain, Pedro De Tavira. Mariana Gimenez. Distribuidora: Cinetren. Duración: 104 minutos.

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