1. En la reciente Buscando a Myu –una película alrededor de los amigos imaginarios que se crean en la infancia-, se explica que a los 7 años se produce una masiva muerte neuronal. Ese cambio implica el ingreso en el pensamiento lógico y el progresivo abandono de un modelo de pensamiento “mágico” basado en la idea de que todo es posible. Más atrás en el tiempo, hace unos años, Pistas para volver a casa proponía el viaje de dos hermanos hacia el encuentro no solamente de su padre, que ha sufrido un accidente, sino para reencontrar el tiempo de la infancia en común. Y se transforman en dos adultos en busca de un improbable tesoro escondido que los conecta con los juegos de infancia. Las olas parece dialogar directamente con ellas: Alfonso (Alfonso Tort), su personaje central, emprende también un viaje que aunque excede el espacio de la infancia, lo reconecta con ella a través de las acciones y actitudes, y porque también, en definitiva, lo suyo no es más que el retorno a la creencia de que todo es posible.
2. El presente de Adolfo está claramente obturado, está en un fuera de campo absoluto del que solo parecen escaparse las primeras escenas –las únicas en las que aparece completamente vestido- de recorrida por vinerías montevideanas y de paseo en bicicleta hasta la Rambla. Lo notable es que de esa decisión surgen dos consecuencias directas. La primera, nada menor, que se evita cualquier tipo de explicación racional o lógica sobre lo que vamos a ver. La segunda, que por ese mismo movimiento, se borran las fronteras temporales para construir una suerte de presente continuo, formado por situaciones presumiblemente del pasado (si reconocemos que se trata de algo pasado es por detalles que lo afirman: las ropas, las revistas, el discman, las referencias a la Estrella Ninja o a Smashing Pumpkins).
3. Ese pacto de lo implícito se rompe una sola vez –todas las rupturas que asume el relato son una vez-. Es el momento en que Zazeta (Gerónimo Pizzanelli), el amigo de la adolescencia, le hace preguntas a Alfonso sobre cómo será cuando tenga 35 años. Una intromisión de ese futuro en el que solo parece haber lugar para una serie de lacónicos sí y no de parte de Alfonso. Hasta que en un momento decide no preguntar más y no saberlo todo de eso a lo que todavía le falta para llegar.
4. Lo que exhibe Las olas es puro descentramiento narrativo. Hay un personaje que atraviesa toda la película, pero el relato se organiza a su alrededor como fragmentos casi autónomos que no intentan explicar nada. Y cuando parece que lo intenta –la visita de Alfonso a la casa de su ex mujer, Sole (Julieta Zylberberg)- la explicación se disuelve en la evasión de la respuesta a la pregunta de Alfonso –por qué lo abandonó- y en el armado de un pequeño paso de comedia a partir del diálogo. La película de Biniez apuesta a la relación con lo imprevisible, con lo no esperado, y no solamente hacia los relatos del protagonista. También lo es en relación con el esquema mismo que establece la película -las entradas y salidas del agua como punto de partida y clausura de cada fragmento, que se abandona en ese fragmento de la casa de Sole, con un corte tan abrupto como inesperado-. De allí que lo importante sea la construcción de esas pequeñas piezas y no su armado dentro de una organización temporal, a la que desprecia porque iría justamente en contradicción con los movimientos del personaje. Las olas son el movimiento del personaje a través de los recuerdos que cada tanto van llegando a la orilla y se van haciendo presente.
5. En lo imprevisible está inscripto el criterio de aventura que subyace a Las olas. No una aventura en términos convencionales, sino en la forma en que la vida misma del personaje puede serlo. Una aventura en que los planos se mezclan –el mencionado diálogo con Zazeta, el episodio en el camping con Maia (Ilana Hojman) y Josefina (Victoria Jorge)-, se aluden unos a otros –la madre del amigo de infancia que le pregunta si le gusta Soledad- o cruzan referencias –la cachetada de su madre (Fabiana Charlo), replicada en la de la madre de Tavi (Lucía David de Lima) y que él devuelve-. De nuevo: en ese paisaje de recuerdos que parecía inasible, todo se revela como posible. Pero es notable que la película no deja margen para afirmar con seguridad que esos episodios hayan realmente ocurrido, aunque más no sea de una forma parecida. Las olas es la inmersión de un personaje en un mundo que, aunque no lo parece, es absolutamente mágico y donde la frontera entre lo real y lo irreal se ha difuminado definitivamente.
6. La película se afirma sobre lecturas en las que la aventura es el centro. Los títulos de cada fragmento aluden a libros de Jack London, Robert Stevenson, Emilio Salgari y Julio Verne. Sobre todo la de Verne es una presencia manifiesta e ineludible, y no solo porque a poco de comenzar vemos la tapa de Los hijos del Capitán Grant. El viaje de Alfonso recuerda de alguna manera a las 20 mil leguas de viaje submarino, al plantearse el agua como elemento central. El agua en la que Alfonso se sumerge para luego emerger es una suerte de máquina del tiempo que lo lleva a episodios posibles de su vida, que no son ni los más importantes, ni parecen tener una relevancia mayor que cualquier otro. De esa manera, despojados de cualquier significación, su importancia, y el placer que revelan, están dados por la sola aventura que implica el viaje. Y en ese punto es donde “La vuelta al mundo en ochenta días” se vuelve relevante, no solo por la idea del viaje en sí. En el segundo episodio, la madre le pregunta a Alfonso, mientras escribe una carta a los familiares desde la playa, “¿Qué pensás obtener vos?”. La respuesta de Alfonso es nada. Pero el final, en ese momento en que vuelve a su madre para que le lea el libro de Verne, la pregunta se reformula desde el libro con su retórica a cuestas: “¿Qué había ganado de semejante excursión? ¿Qué había obtenido de su viaje? Nada se dirá, nada excepto su linda mujer, que por inverosímil que parezca, lo hizo el más feliz de los mortales. Y en verdad, ¿no se daría por menos esa vuelta al mundo?”. Eso es el viaje de Alfonso: la vuelta a su mundo, en un tiempo que no podemos medir.
Las olas (Argentina/Uruguay, 2017). Guion y dirección: Adrián Biniez. Fotografía: Nicolás Soto Díaz y Germán De León. Edición: Pablo Riera y Alejo Moguillansky. Elenco: Alfonso Tort, Julieta Zylbergberg, Fabiana Charlo, Carlos Lissardy. Duración: 88 minutos.
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