Las golondrinas de Kabul es una película de animación francesa, dirigida por Zabou Breitman y Elea Gobbé Mévellec y basada en la novela homónima de Yasmina Khadra, que cuenta la historia de dos parejas de diferentes edades en la ciudad de Kabul durante 1998. Es una historia de una belleza abrasadora que logra, por medio de la poesía, apaciguar la opresión que sufren los héroes de esta tragedia moderna. De manera fascinante e inusual, la película muestra el contraste entre el mundo asfixiante de lo real y los raptos epifánicos que cada personaje lleva adelante, y lo hace mediante la suma de acciones que ellos van tomando a lo largo de su vida.

En tanto cine político, en la tradición de El ejército de las sombras de Jean Pierre Melville, Las golondrinas… no necesita aleccionar al espectador con moralejas de ninguna índole, y se corre de cualquier atisbo de didacticismo para centrar su atención en el drama de los cuatro protagonistas. La acción transcurre en la Kabul pesadillesca de fines de los 90 y, por medio de una virtuosa animación clásica, se sumerge en esa subjetividad que sobrevive al horror. La película describe, por un lado, los horrores de la violencia política y, por el otro, la opresión que sufre la mujer en el régimen talibán. Pero más que tematizar la opresión de género, Gobbé y Mévellec se concentran en la relación que cruza cierto existencialismo con la mirada extrañada sobre la otredad. Esta mirada, propia de la mejor literatura francesa del siglo XX (en la tradición que incluye nombres ilustres como los de Céline, Sartre, Camus y, en nuestros días, a Houellebecq), y el tono absurdo de la violencia política que allí se describe, tiene su correlato en el azar que dirige los destinos inevitables de los personajes.

La película inicia con la lapidación de una mujer a manos de los talibanes por el solo hecho de serlo; una escena brutal, de un realismo escalofriante, una muerte en directo que la modernidad abolió en gran parte del mundo civilizado y que solo podría ser filmada y narrada por medio de la animación. Luego la historia nos sumerge en la vida de dos parejas, una joven y otra mayor, cuyo derrotero se realiza en un contexto de opresión extrema por parte de un estado autoritario y sin ley que confina a los sujetos en lo más básico de su condición humana. La pareja más joven quiere escapar de Kabul mientras la pareja mayor se enfrenta a la agonía de la mujer debido a una enfermedad terminal. Un hombre sufre en carne propia la opresión del sistema y su pareja dibuja mientras se encuentra encerrada en su casa, escondidos ambos de la brutalidad del régimen con el sueño de ser libres y ejercer la docencia. El binomio educación/libertad representan la contracara de la tiranía; esta analogía es sentida y no subrayada, convirtiendo la tragedia individual en la descripción de la tragedia colectiva.

Las golondrinas de Kabul es un film que se siente y se sufre corporalmente, que acompaña a estos seres anónimos en sus desdichas por medio de la fuerza de las palabras, de la respiración y los jadeos de los mismos actores. Pero acá no hay regodeo en el sufrimiento a lo Lars von Trier, ni culposo placer del mirón. Cada una de las escenas tienen un sentido dramático y prima el sentimiento poético como el refugio ante el horror del mundo. Podría pensarse como una película «camusiana», en tanto narra la angustia de la existencia y el sinsentido del mundo haciendo foco en los pequeños actos de resistencia que son los que le dan libertad a los protagonistas, y también en ese surgir azaroso de la violencia (como ocurría en El extranjero) que transforma en un segundo sus vidas.

La heroicidad propia de Meursault se observa en el modo en el que los protagonistas del relato asumen la tragedia desde una pasividad que más que desidia pareciera asociarse al estoicismo. Lo interesante de Las golondrinas de Kabul es que aun en el contexto del horror social que narra, también se abre un espacio para la esperanza y la fe. Seca, austera y con un pulso notable para el suspenso, desnuda los avatares de la resistencia humana como la única posibilidad que tienen (que tenemos) los seres humanos para escapar de un sistema deshumanizado en el que la vida no vale nada. Esta fábula que describe los horrores de la lejana Kabul podría pensarse apta para tematizar los tiempos convulsionados en los que vive nuestro occidente tecnocapitalista, inscribiéndose de este modo en la tradición de las grandes películas libertarias de los últimos años.

Las golondrinas de Kabul (Les hirondelles de Kaboul, Francia, 2019). Dirección: Zabou Breitman y Elea Gobbé Mévellec. Guion: Zabou Breitman, Patricia Mortagne, Sébastien Tavel (basado en el libro de Yasmina Khadra). Edición: Françoise Bernard. Elenco (voces): Simon Abkarian, Hiam Abbass, Zita Hanrot, Swann Arlaud. Duración: 80 minutos.

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