1.El Italpark es una memoria de la infancia. Pero es también una memoria restringida, limitada a los que tienen más de 40 años. Es una memoria de la vivencia de haber pasado por ese lugar constituido en una especie de mito. Para quienes atravesaron la infancia en las décadas de los ‘60,  los ‘70 y los ‘80 era una meta, el lugar al que había que llegar si se vivía en Capital o se viajaba desde otra ciudad. Fantasía infantil que se convertía en realidad cada vez que se atravesaba la entrada de la esquina de Avenida del Libertador y Callao. De alguna manera, entrar al Italpark era ingresar en el mundo fantástico posible para esa época. “Para nosotros, el Italpark era Disney”, dice una de las entrevistadas en el documental, señalando tanto el modelo instalado, definitivamente lejano para la época y a la vez, la medida de la importancia de esa suerte de apócrifa versión local (algo subdesarrollada, como supimos después). Como memoria de infancia, su recuperación debe partir de allí, de la significación que tuvo en el pasado y en la forma en que el recuerdo persiste en los adultos de hoy. Por eso, buena parte de los entrevistados son definidos como “público”, y se intuye, por sus palabras, asiduos concurrentes. En esa memoria es que pueden recuperarse los detalles que ninguna cámara puede captar: ese relato apenas se deja llevar por lo descriptivo (los juegos, su funcionamiento) como punto de partida para retrotraerse a la vivencia emotiva, a la evocación de las sensaciones que producía el lugar y que quedaron registrados en cada persona.

Esa dimensión emotiva –la percepción del público- no aparece como excluyente, en tanto se limita a una mirada desde afuera. La otra parte de los entrevistados proviene de dos vertientes. Una articula el lugar de público con un intento de llevar al Italpark a un recorrido histórico y hasta con el traspaso de esa historia -personal y colectiva- a una posibilidad de teorización. La otra es la de los trabajadores del lugar. En ellos aparece una mirada desde adentro que revela el funcionamiento de una estructura que excede la concepción del parque de atracciones. Los primeros avanzan sobre una historia no del todo conocida desde los orígenes en 1960 hasta el cierre definitivo. Los segundos relatan una estructura montada a partir del trabajo y la creación, sobre la observación atenta y el cuidado permanente del material de trabajo. La memoria que enarbolan unos y otros hacen que el cuerpo sobre el cual se desarrolla la película rompa la unidimensionalidad de lo nostálgico para comprender al fenómeno como una totalidad.

2.Hay una decisión que parece quedar fuera del relato, al menos de su núcleo central. Hay una dimensión política que se explicita solamente en el comienzo y el final del recorrido, entre el punto de partida como parte de la feria por los 150 años de la Revolución de Mayo, organizada por el gobierno de Frondizi y el cierre definitivo durante el gobierno de Menem después de un accidente fatal (el único en la historia de 30 años). En ese final, el documental presta atención a la visión de quienes sostienen que el interés inmobiliario se interpuso en el cierre (un par de sugestivos incendios y el accidente en un puñado de meses) aunque finalmente se convierte en un parque público. Pero lo llamativo es la referencia que hace uno de los entrevistados a la muñeca política que tenían los dueños. La gran pregunta que el documental omite es qué ocurrió para que ese manejo se perdiera en tiempos democráticos y qué otros intereses de competidores directos se gestaban para sacar al Italpark de la cancha (del Parque de la Ciudad al Tren de la Costa).

3.El pasaje que el documental registra es el de la masividad a lo selectivo. Si el primero abarca las dos primeras décadas de vida del parque, lo hace no solo desde el principio de novedad sino por una voluntad expansiva: el lugar no solo era del público en general, sino un espacio en el que empresas y sindicatos invertían en la distensión de empleados y afiliados. Era el lugar de visita de las escuelas, no solo de las familias. Hay un planteo interesante que se formula en un momento: la percepción de un espacio de diversión popular enclavado en el barrio más exclusivo de la ciudad de Buenos Aires, y que terminó funcionando como lugar de convivencia de distintas clases sociales. El carácter selectivo se ubica en su última década, en parte por cuestiones económicas y de competencia (que obligaba a invertir en nuevos juegos), en parte por estrategia empresarial: Italpark deja de ser eminentemente popular y se reconvierte como espacio de cierta exclusividad ajena al parque (el uso para recitales o exposiciones) en las que los juegos terminaban ocupando un lugar secundario. Un desplazamiento que el público percibe pero que sitúa en lo económico (el aumento en los pases y en los juegos) y que no terminan afectando la relación afectiva que se establece con el lugar.

4.Dos conceptos aparecen fijados en el documental respecto del Italpark. El primero es la idea de familia en una doble vía. Por un lado, en la consideración del espacio como lugar de distracción familiar que se construye no solo en los relatos individuales, sino en la enorme cantidad de archivos fotográficos y fílmicos que lo reflejan (con la descripción implícita en el relato de una de las entrevistadas a partir de la filmación en súper 8 que hizo su padre). Por el otro, hacia adentro como empresa que parte como emprendimiento familiar y que también articulaba esa idea con los trabajadores, en especial integrando a sus familias en la estructura global de la empresa a partir de otorgarle la atención de los kioscos. El otro concepto es felicidad. Felicidad en el recuerdo de quien se ve a sí mismo en la filmación pero generalizada en la idea de que todo quien entraba al parque sabía que iba a pasarlo bien. Tal vez porque incluso en la fijeza de la estructura de los juegos mecánicos se encontraba la posibilidad de la sorpresa constante (el poder ser otro, uno diferente, como dice uno de los entrevistados). Y es curioso, pero es ese cine argentino denostado de las décadas del ’70 y ’80, el que parece haber encontrado la síntesis para definir al Italpark. Un territorio de inocencia infantil donde el juego se superpone con la realidad -el recorrido en la Gruta de los Fantasmas en Custodio de señoras (Sofovich, 1979); la persecución en karting en Los superagentes y el tesoro maldito (Sábato, 1978). Y el espacio donde ser otro y ser feliz, como esa escena de Made in Argentina (Jusid, 1987) dividida entre la mirada de una generación ajena (la de los hijos) que no puede entender que eso que ve en la cara de su padre en los autitos chocadores es la expresión de la felicidad.

Italpark (Argentina, 2024). Guion, dirección y montaje: Juan Carlos Domínguez. Fotografía: Diego Sethson. Elenco: Enrique Godoy, Marcelo Hanin, Néstor Rodo, Ana María Hlousek, Fernando Raggetti. Duración: 82 minutos.

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