No sé si los realizadores actuales del cine mainstream de Hollywood contribuyen de manera consciente o casual a acrecentar la complejidad ideológica que subyace en sus películas o si, acaso, son todas imaginaciones mías. Pero sucede que la lectura que hago de las películas pensadas -como suele decirse- para la “taquilla”, admiten interpretaciones de ideología ambigua o cuestionable. Me sorprende que nadie más se sorprenda de las cosas que me sorprenden a mí. Pongamos por caso, Escape imposible. Una película cuyo foco de atención, por parte de la crítica, se detiene en el hecho de que reúne a dos mega-estrellas como Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger, y que los personajes que interpretan tienen que escaparse de una prisión que parece inviolable. En fin, que lo más relevante pareciera ser si estas estrellas todavía brillan o no, si todavía son simpáticos o no, si escapan de la prisión o no, si tiran muchos tiros o no y quién es más fortachón y quién envejeció mejor, matarile rile ron.
A mí, por ejemplo, todo eso me importa más bien poco. Mientras miraba la película, no podía dejar de pensar que todo el argumento (y el hecho de haber convocado a esas dos mega estrellas del cine de acción y no a otras) responden, en realidad, a los planes de un complejo McGuffin. Volveré sobre esto luego.
La cosa es así: Ray Breslin (Sylvester Stallone) se dedica a “testear” prisiones de máxima seguridad, convirtiéndose él mismo en un recluso. Lo interesante en este punto es preguntarse dónde empieza y dónde termina la ficción que Ray Breslin representa. Pues, si deja entrever -a ojos de las autoridades correspondientes- que en realidad no es un prisionero de verdad, tampoco puede comprobar la efectividad de la prisión y sus métodos, así que está acostumbrado a llevar la ficción hasta las últimas consecuencias. Luego, la verdad es que ya lleva años dedicándose a esto y más o menos siempre logra escapar, por lo que se ganó el apodo de Houdini. Ray Breslin escribe un libro con sus años de experiencia, un libro en el que postula las bases para una prisión realmente inviolable. En fin, que en algún momento, llega hasta él (y su equipo de colaboradores) una peculiar oferta laboral por parte de un agente de la CIA. Se trata de una prisión, financiada con capitales privados, que construyeron basándose en el libro de Ray Breslin. Prisión que aún no ha sido testeada por él. Ni que decir tengo que Ray Breslin acepta el trabajo. La cosa es que, si la prisión es realmente inviolable… ¿cómo hará Ray Breslin para salir?… ese planteo, aunque atractivo, de cualquier manera queda desplazado por otra inquietud, más importante aún…¿Qué pasaría si en realidad están tratando de deshacerse de Ray Breslin? Y si es así…¿Quién? ¿Y por qué?. Dentro de la prisión, todas estas preguntas son permanentes, pero irrelevantes. La prioridad, obviamente, es escapar. En la prisión, entonces, conoce a Emil Rottmayer (Arnold Schwarzenegger), con quien se asocia para ello. Juntos harán lo posible y lo imposible por escapar.
Jeje, esa es la idea, nadie va a preguntar ¿Por qué los peronistas? Ya lo tendrán normalizado, asumido en sus inconscientes. Será tan ridículo escuchar «y los verduleros», que todos van a dar por sentado que lo de los peronistas no es tan loco.
Nuevamente, Escape imposible funciona como McGuffin. Los espectadores están tan ocupados esperando que los titanes escapen o no de la prisión, que se olvidan de darse cuenta que la posibilidad real de que exista una prisión subvencionada con capitales privados (con el visto bueno de una organización para-militar) es atroz. ¿Quién determinaría que tal y tal persona representa “un peligro para la sociedad”? ¿Quién determinaría que el sistema carcelario vigente ya no es suficiente? ¿Exactamente en el contexto de qué sociedad específica? ¿Y por qué? Los espectadores no se plantean estas cuestiones. Mientras tanto, en el imaginario colectivo y popular, nos vamos acostumbrando a la idea de que es posible una prisión así. Nos vamos acostumbrando a la idea de que hay personas tan pero tan dañinas que merecen algo peor que la muerte. Nos vamos acostumbrando, digo, a la posibilidad de que una minoría con influencias políticas y económicas se tomen el atrevimiento de reescribir las leyes civiles. Y de esto, me parece, es de lo que se trata Hollywood. De formarnos como personas, en una dimensión consciente y, también, inconsciente. Para bien. Y para mal.
Escape imposible (Escape Plan, EUA, 2013), de Mikael Håfström, c/ Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Sam Neill, 50 Cent, Jim Caviezel, 113’.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: