Una separación como punto de partida. Una madre y dos hijas yéndose a la playa para encontrarse a sí mismas. Tres generaciones distintas, tres espacios de transición, tres niveles de la fantasía puestos en marcha a partir del juego y la improvisación. Y un movimiento continuo que no obedece a otra cosa más que al deseo de liberarse y dejar atrás todo aquello que las detenía.
De eso se trata Interludio, la ópera prima de Nadia Benedicto, que en esta entrevista nos cuenta por qué decidió filmar una playa en pleno invierno, despojada casi por completo de personas, y por qué en cada una de esas mujeres hay algo de su propia historia que se refleja.
Gabriel Orqueda: La idea de interludio refiere a lo musical, a esa idea de movimiento entre las partes de una obra, y en tu película hay mucha música.
Nadia Benedicto: En realidad la idea no viene tanto desde lo musical. Más que nada hace referencia al espacio de transición. El interludio separa un primer acto de un segundo; sería como ese espacio, ese espacio que se da ahí entre ellas, como de transición entre la vida que venía trayendo y lo que va a ser, que no se sabe bien lo que es. Quería mostrar como ese momentito de mutación interna hacia otro capítulo en la vida de ellas.
GO: También estaba pesando que el interludio remite al juego y a la improvisación, y vos en la película trabajás todo eso desde lo formal, con elipsis y cortes muy evidentes, lo que de alguna manera te sirve para establecer esos tres niveles de la fantasía, que a la vez son tres momentos bien distintos de las chicas.
NB: Los tres momentos son muy personales. De alguna manera tanto el personaje de Pachi como el de Irina, que trabajan la infancia y la adolescencia, me reflejan. Fue como liberar algo mío que no había podido hacer en esas etapas. Y la madre es mi madre, no en la realidad pero sí en cuanto a que refleja toda esa carga y esa pesadez, esa cuestión de vida un poco sufrida, de no haber sido amada por la persona correcta. Los tres personajes partieron de algo que tenía que ver con mi historia personal.
GO: Lo que llama la atención de la película es que si bien el punto de partida es una separación, en ningún momento hay quietud ni estancamiento por parte de ellas. Las tres se ponen en movimiento.
NB: Es que yo creo que estaban más detenidas antes, y eso es lo que no quise mostrar. De hecho, mis viejos se divorciaron después de veinte años, y creo que hay un momento donde ya está todo detenido y uno dice: bueno, hagamos algo con esto, que mute, porque seguir sosteniendo eso es seguir sosteniendo algo que ya no tiene muchas más posibilidades de ser otra cosa.
GO: Con respecto a eso, el personaje de Irina es la que logra que su fantasía se vuelva un poco más concreta. Descubre el amor de otra chica, toma cerveza, fuma porro.
NB: Es que en ese caso había una necesidad de concretar todo, de liberar, porque en mi historia personal yo tuve mucha represión interna, sobre todo en esa etapa de la adolescencia, y de la que no era consciente. Irina es mucho más libre que yo, encara a la madre, la enfrenta, vive a través de su propio deseo. Entonces a partir de lo que me pasó a mí, yo necesitaba liberarla.
GO: En el cine argentino hay una especie de subgénero de películas en la playa, y varias de ellas están dirigidas por mujeres, como Ostende, de Laura Citarella, o Una novia errante, de Ana Katz. ¿Cómo apareció la idea de filmar la playa como lugar de escape?
NB: Se dieron dos cosas: por un lado que para mí la playa y el mar representan la posibilidad de huir de algo, y por el otro, que mi vieja tenía una casa en Mar de las Pampas y yo estaba con que quería filmar una película y dije: tengo esta casa, vamos a filmar ahí y escribí la película en función de eso. Después terminamos filmando en Lucila del mar, que no tiene nada que con Mar de las Pampas. La Lucila es un lugar extraño por naturaleza, tiene como una mezcla de años, de épocas; la casa donde filmamos era una casa de los sesentas; para mí tiene algo mágico ese lugar y creo que algo de esa magia termina apareciendo en la película. Mar de las Pampas es más nuevo en ese sentido… y más careta.
GO: Digamos que, más allá de todo lo que pasó a nivel personal en tu familia, el lugar de escape ya estaba ahí, te estaba esperando para que lo filmes.
NB: Sí, siempre hay algo que detona la historia. En mí caso casi todo nace siempre de una imagen. En mi corto La última parada yo sólo tenía imágenes de rutas, y la historia nació de esas imágenes. Con Interludio yo tenía la imagen de la casa, pero después la historia terminó siendo otra cosa mucho más grande. Y la misma idea del interludio como momento de transición me sirvió para decidirme a filmar en invierno, fuera de temporada, en el tiempo que las chicas no tenían clases. Quería que la película reforzara la idea de ese momento tanto dentro como fuera de la pantalla.
Interludio (Argentina, 2017), de Nadia Benedicto, c/Leticia Mazur, Lucía Frittayón, Sofía del Tuffo, Patricio Aramburu,80′.
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