Mi relación con Stefan Zweig es el epistolario que compila la correspondencia que mantuvo con el inventor del Psicoanálisis, Sigmund Freud, entre 1908 y 1939. Ambos eran vieneses e intelectuales del período de entreguerras, ambos judíos que debieron exiliarse en Londres para continuar sus trabajos a partir del ascenso del nazismo al poder. En este epistolario se da cuenta de una interlocución sostenida entre ambos a partir de la pasión compartida por la literatura, de la cual Freud dejó huellas sirviéndose de los clásicos (Goethe, Holderlin, Shakespeare, Hoffmann) para pensar cuestiones del campo psicoanalítico. Ambos se alentaban en sus trabajos y se tenían mutua admiración.

Stefan Zweig: Adiós a Europa, película de la directora alemana María Schader, funciona en apariencia como un biopic, porque sigue los últimos años de la vida de un personaje que tuvo existencia real, pero se convierte en un documento de época sobre la intelectualidad exiliada durante el período de entreguerras debido a que los planos son principalmente distanciados y generales y que no emplea en ningún momento música extradiegética. A la directora no le interesa la biografía exhaustiva y minuciosa, no toma la infancia del intelectual, ni las marcas que dejó su adolescencia.  Lo que le interesa es el ocaso de la figura del intelectual. De ahí que no se enfoque tanto en su producción literaria como ensayista, biógrafo y novelista; sino en su figura pública como intelectual renombrado, y que recorte de su vida el período que va desde 1936 a 1942 para dar cuenta e interrogar su posición respecto de lo imposible de soportar del horror del avance implacable del nazismo durante la segunda guerra mundial.

La película avanza en una línea temporal continua y parte de un prólogo en el que vemos el recibimiento y agasajo que le ofrece el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil: Stefan Zweig (Josef Hader) ha abandonado Londres debido a la guerra y pasa a ser un intelectual errante que pide el favor de distintos consulados de América Latina para que le den asilo mientras dicta diversas conferencias. Zweig, cuyos libros fueron prohibidos y quemados en Alemania, retoma ante el Ministro de Relaciones Exteriores brasileño las palabras del primer navegante en llegar a esas tierras, Américo Vespucio, para referirse a Brasil como un paraíso, donde ve posible la coexistencia entre los seres humas a pesar de las diferencias de cualquier índole, dejando así sentada su posición eminentemente humanista.

Desde allí se desarrollan cuatro episodios, a modo de capítulos de su biografía, conservando así cierto estilo literario. El primer capítulo toma lugar en el Congreso Internacional de escritores realizado en 1936 en Buenos Aires. Allí es presionado por un periodista que quiere, a toda costa, extraer de él severas críticas al gobierno alemán. En ese capítulo la directora plantea el dilema de la posición del intelectual respecto de la guerra, pero también respecto de acontecimientos sociales que vulneran a la población. ¿Debe el escritor involucrarse políticamente, tomar una posición militante o mantenerse independiente y hacer política a través del acto que en si mismo constituye la obra? Y, por otro lado, el escritor deja su primera nota de amargura al declarar que cree que en Europa volverá a reinar la paz pero que no cree que su generación vaya a verla consumada.

El segundo capítulo toma lugar en Bahía, Brasil, en 1941. Allí se encuentra junto a su segunda esposa, Lotte (Aenne Schwarz), y el intérprete Vitor (Nahuel Pérez Biscayart) mientras recorre una plantación de caña de azúcar y recibe un homenaje de parte del alcalde. Zweig vuelve a dar cuenta de su gratitud y fascinación por Brasil , al que define como “la tierra del futuro” y no puede evitar emocionarse, preso de la nostalgia cuando la banda local interpreta el vals Danubio azul de Strauss.

El tercer capítulo tiene lugar Nueva York en 1941, en la casa de su primera esposa Friderike (Barbara Sukowa). Aquí la directora plantea abiertamente las contradicciones del escritor que se siente abrumado porque su vida se ha reducido a responder a la gran cantidad de cartas con pedidos desesperados de compatriotas en situación de riesgo, asediados por el hambre y la pérdida de la dignidad, que mendigan du ayuda para ingresar a EEUU. Esta situación le impide recluirse tranquilo para trabajar en la escritura como desearía. Es el claro conflicto entre el egoísmo del artista, de cómoda situación económica pero olvidado en sus tierras, que busca renacer como celebridad; y su cálido y lucido humanismo.

El cuarto capítulo nos vuelve a llevar a Brasil, específicamente a Petrópolis en 1941, donde se estableció el escritor junto a Lotte en sus últimos años, viviendo en el mismo barrio junto al escritor brasileño Claudio de Souza  (João Lagarto) y a la poetisa chilena Gabriela Mistral (Márcia Breia). El día de su cumpleaños se encuentra con Ernst Feder (Matthias Brandt), un compatriota que era editor, que se ha mudado al vecindario, con quien mantiene una larga conversación, deslizando abiertamente su desesperanza por el avance del horror del nazismo al que ningún país puede poner freno y que se revela como interminable.

Me interesa señalar el buen uso que realiza la directora de los espacios cerrados en el congreso en Buenos Aires y en Nueva york, momentos de conflicto interno desde el punto de vista ético para Zweig, donde la paleta de colores es oscura, en contraste con la luminosidad de los espacios abiertos en Brasil, allí donde Zweig se deleita con la fuerza de la naturaleza que crece sin esfuerzo, en contraposición a la destrucción imperante en Europa. Y también es interesante el interjuego entre la cámara distante, que registra los hechos, y el acercamiento a través de primeros planos del rostro de Stefan Zweig, marcando con detalle sus sentimientos y el incremento de su profunda desazón conforme va avanzando la trama, que hacia el final se volverá melancolía.

En cuanto al epílogo, ambientado en Petrópolis en 1942, es digno de destacar el cuidado estético de la directora al momento de presentarnos la muerte, mediada por el espejo del aparador. Schrader elude la espectacularidad y el amarillismo de la muerte de una celebridad del mundo intelectual, resaltando el efecto de la misma en quienes lo conocieron y lo quisieron.

En el trasfondo de la muerte de Zweig, puede leerse el ocaso de la figura del intelectual del siglo XX,  versado en diversas artes, como aquel que marcaba el rumbo de su generación, para dar paso a la desesperanza que significó la caída de los grandes relatos y a lo que Foucault llamó como “muerte del autor” en su texto ¿Qué es un autor? (1969). Stefan Zweig: Adiós a Europa no es una simple película sobre el exilio de Zweig y su despedida del mundo, sino la elegía que la directora le dedica con su particular estilo estético.

Stefan Zweig: Adiós a Europa (Stefan Zweig: Farewell to Europe, Alemania/Austria/Francia, 2016). Dirección: Maria Schrader. Guion: Jan Schomburg. Fotografía: Wolfgang Thaler. Edición: Hansjörg Weißbrich. Elenco: Josef Hader, Barbara Sukowa, Aenne Schwartz, Matthias Brandt. Duración: 106 minutos.

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