final DAGNY A1Esta nueva película de Sergio Mazza (El amarillo, Gallero, Graba) cuenta la historia de un chico de diez años que ha quedado solo con su hermanita de ocho meses y su bisabuela ya en las vísperas de tocar el arpa. A ese planteo el director contrapone unos papeles de adopción con el beneficiario en blanco. Se supone que es ahí donde el espectador sitúa la intriga de saber qué personaje ocupará el renglón o si se dará el drama de quedar vacante.

La historia de El Gurí arranca oculta en la cabeza de los personajes: todos aparecen en escena sin indicio alguno de lo que son, de lo que hacen, de lo qué, concretamente, les ofrece la vida. Tampoco es que, con el correr de los minutos, se terminen destapando mucho. Gonzalo (Maximiliano García), el gurí del título, apenas le dedica algunas pocas palabras a su hermanita, y nos deja con el misterio de qué es lo que siente por su mamá. De Lorena (Sofía Gala), no se sabrá nunca qué clase de trabajo la moviliza, ni a quienes deja atrás cuando emprende su camino.

El punto más alto de la película es la actuación de Maximiliano García: si supiésemos que las escenas se filmaron en orden cronológico, podría pensarse que, en lo actoral, el pibito fue creciendo con en el sonar de la claqueta. No se le entiende lo que dice cuando las palabras no hacen falta y poco a poco configura a ese pibito asustado en una situación de mierda. Todos sus gestos son creíbles, manteniendo el ceño cómplice con el guión durante todo su itinerario.

Tal vez un párrafo aparte merezca Federico Luppi: su Felipe, un viejo con cara de orto, nos recuerda aquel Mario de Un lugar en el mundo de Aristarain, ya cansado de esconder las ovejas y pelear en la cooperativa, que parece que se vino de San Luis para poner un puterío en Entre Ríos. Cecilia Roth no está en el reparto, pero bien podría ser la mujer de la fotografía que Felipe contempla. Fruto de una elipsis temporal que lo ha dejado sin ovejas, sin cooperativa, sin mujer y sin putas, desde el primer minuto que vemos a Luppi en pantalla, esperamos una puteada para la platea.

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Sofía Gala es de las que parece no valerse de su apellido para ganarse el mango. No es Norma Aleandro pero tampoco el Chino Darín. Su actuación es buena, pese a ciertos errores que le tocan. ¿Qué aportan las dos escenas que fuma ropo escondida contra una ventana? Es ahí donde a Lorena le cuesta despegarse de la Sofía que conocemos y volverse totalmente creíble. Y al espectador le sube el drama vislumbrando la posibilidad de que Gonzalo termine adoptado como nieto de Moria.

El clima creado en la película, a través de la fotografía y los silencios, es el recurso principal para situar al público, para anticipar lo dicho antes de que cualquier personaje hable, antes de que la “trama” empiece a “dar pistas”, y antes de que la escenografía nos trague y nos pinte de gris, deprimiéndonos hasta la última célula del cuerpo. La escena en la que Gonzalo juega dentro de un 504 destartalado no puede transmitir otra cosa que el olvido; el traqueteo del Renault 12 que arrastra a uno de los personajes principales, la lentitud; y las cuatro veces que se menciona a Rogelio Funes Mori, la pobreza.

Cuando la única canción que suena en la película, “Gurisito” de Daniel Vigliatti, invade el final, bajo ese rasgueo de guitarra criolla, se escabullen las últimas imágenes y los títulos. Es ahí donde “cierran” algunos detalles del argumento, y desaparecen los personajes, sin saber concretamente qué les da vida, qué hacen.

¿Se olvidaron de la bisabuela?

El gurí (Argentina, 2015), de Sergio Mazza, c/Maximiliano García, Sofía Gala, Federico Luppi, Daniel Aráoz, 88′.

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