En el inicio fue “Un cortito”, pieza de varieté para dos actores y público. Ofrece lo que propone: un minuto de acción en un escenario, muestra del carácter efímero antes que de la brevedad. El paso siguiente se propone extremo: narrar una historia en 8 capítulos con muchos personajes y una banda en vivo. El cambio sustancial respecto de una producción implica una escala intermedia. Para conseguir el dinero, el Eskuadron Volante se sostiene en el circuito de varietés, crea sus números, los pone en escena en los espacios marginales de las luces céntricas. Despojarse para ser ambiciosos. Utilizar el formato para cambiar el juego. El resultado es “La Tragedia de la familia Rampante”, un absurdo que parte de una familia encerrada en una casa bajo prisión domiciliaria. El traslado de un formato en alza (la serie televisiva) a un concepto de teatro de variedades, funciona. Consigue un público, se establece, otorga visibilidad a un grupo que parece explotar de ideas y que asume el riesgo de improvisar a partir de una base y dejarse llevar por el absurdo.

La mutación llevó de lo individual (el origen fue Matías Bassi) a la necesidad de contar con más gente. Un grupo donde la afinidad es el principio irreductible. Uno de los miembros, en el final, plantea que lo que más le gusta es el origen del grupo, a lo que define como “absoluta pérdida”. No entendido en el sentido de algo que se perdió, algo que falta, sino como perderse a sí mismos en el recorrido que propone el grupo y su forma de transitar lo teatral. El grupo permite la potenciación de lo individual. Puede pensarse en El Eskuadrón Volante, en las imágenes de sus espectáculos como un eco de lo que fue el under porteño de los 80, una apropiación de una forma de humor que se corre de lo estandarizado tanto como de los espacios que se reconvierten en escenas posibles.

La Familia Rampante es un crecimiento hacia una desmesura que se volvió caótica, en tanto la estructura se sostiene en el frágil equilibrio entre las ideas y el espacio de improvisación (es notable, por ejemplo, pensar en el video que se pasa en el primer capítulo, que los mismos actores no sabían cómo había quedado hasta que se proyectó en la pantalla). El criterio evolutivo que sigue el grupo implica expandirse hacia otro lugar: la cantidad parecía haber llegado a su límite, lo que quedaba era una expansión hacia una zona que trascendiera el varieté, pero sosteniendo su esencia. En el comienzo se plantea el llamado a un director que aporte una mirada externa al grupo. El pasaje pretendido se articula ya no solo con la aparición de un director sino de un texto teatral sobre el cual trabajar –aunque sea una derivación de los ensayos- y de la referencialidad a una obra clásica –Ubu Rey- aunque se lo sitúe en el contexto del consorcio de un edificio.

El fantasma de la familia Rampante se desarrolla en dos vías. Por un lado, la evolución del grupo en la historia, desde el inicio a la apoteosis que significó el último capítulo de los Rampante y la prosecución del trabajo en los varietés (los llamados Niños Mal) y que abarcan desde el 2009 al 2012. Por el otro, la evolución de los ensayos y el trabajo sobre el texto de Ubu Rey entre 2012 y 2013. Pero las dos vías comienzan a generar un chirrido, un distanciamiento que se va haciendo cada vez más notorio. Es así que el final de los Rampante se vuelve, antes que punto de inflexión para la continuidad, una suerte de vértice que revela que lo que parecía correr en paralelo, se vislumbre como oposición.

Lo que aparece es la incomodidad. Como si el flujo se detuviera y lo que aparecía con fluidez, ahora se trabara. Una primera señal aparece cuando uno de los miembros del grupo expresa que juntarse a pensar antes del ensayo, no le permite soltarse en escena. Los indicios comienzan entonces a reproducirse. El guionista habitual deja de participar (no lo vemos, su decisión nos llega por intermedio del grupo). Alguien plantea la cuestión de la identidad. Se menciona la posibilidad de que el humor que maneja el director sea en un registro diferente. Matías, antes coordinador, parece resignarse a un lugar apagado, secundario, desde el cual solo parece que puede instar a seguir trabajando. El director comienza a plantear las limitaciones que percibe a su trabajo. Las discusiones que se generan plantean el choque entre el intento de preservar una identidad grupal y la mirada ajena. Lo que se registra es una des-integración. Alejandro, el director, es un objeto extraño, algo a lo que no se le permite ser parte (aunque tampoco pareciera ser esa su búsqueda).

Es Alejandro quien enarbola la condición fantasmal a la que alude el título. Un diálogo que se pretende evolutivo y que se trunca por la aparición de ese fantasma que es la obra que tuvo éxito. Un dilema planteado entre el deseo de avanzar y la limitación que parece inferirse a partir del concepto algo difuso de identidad. Un paso que se quiere dar, pero con inseguridades: ser más teatrales pero sin dejar de ser artistas de variedades. La alquimia no se produce y el documental puede pensarse como la crónica de un fracaso. O de la ruptura anunciada. El punto de no retorno parece ser el trabajo sobre el texto, la valoración que cada parte hace de su aporte. El final contiene una elipsis que nos deposita en un tiempo posterior. La obra probada, ensayada por el Eskuadron, es presentada por Alejandro con otro elenco: el desplazamiento hacia una estructura más ligada a lo teatral se percibe como límite, como si ese humor que subyace en la historia no pudiera encajar del todo en la nueva estructura. El Eskuadron Volante, en tanto, da un paso atrás. Vuelve a los Rampante, corporizando al fantasma que negaban. La teatralización de lo serial vuelve sobre sus pasos, para reconvertirse bajo el formato de serie. La identidad del grupo parece diluirse en tanto aceptan un sistema de producción ajeno y que los excede. El grupo vuelve hacia el pasado como señal de identidad, pero su perpetuación no se ve como un paso hacia adelante. El absurdo, capturado ahora por una cámara, en un espacio que se adapta a lo filmable, se diluye. En esa instancia, la percepción es la de la duda de si aquel humor del principio no se ha transformado en una mueca repetida.

El fantasma de la familia Rampante (Argentina, 2024). Guion, dirección y montaje: Leandro Tolchinsky. Fotografía: Edición: Elenco: Matías Bassi, Malena Medici, Julián Lucero, Alejandro Schiappacasse, Manuel Fanego, Carmen Tagle, Juan Noodt. Duración: 74 minutos.

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