709Basada en el caso Puccio, El clan es uno de los estrenos más esperados del año y, curiosamente, una película muy lograda para muchos de los matutinos más importantes y para algunos críticos de renombre. Pablo Trapero reconstruye torpemente el final de la dictadura y el comienzo de la democracia ya que desde 1985, donde se inicia el relato, un flashback nos lleva a 1982, la toma de Malvinas, el discurso de Galtieri por cadena nacional y el inicio de las operaciones de la familia Puccio. Después de un breve prólogo entramos de cabeza en la acción, con el padre Arquímides –Francella en plan contenido y entumecido- como cerebro de la organización familiar. Se describen cuatro secuestros y tres asesinatos. Según cuenta la película, Arquímides Puccio trabajaba en Inteligencia del Estado, asistía a ágapes con el alto mando, visitaba a Aníbal Gordon en la cárcel, entre otras cosas que refiere a las apuradas. Trapero no llega al final de nada, es tibio, solamente insinúa. Ahí es donde resta intensidad al relato. La construcción de los personajes que integran la familia, y más aun los adyacentes, parece la de un realizador ingenuo, novicio y carente de herramientas dramáticas para mostrar los divergencias dentro de una familia monstruosa.

Una de las deudas de la película de Trapero es que puntualiza algunas cuestiones del entramado político y las fija como exactitudes. Cuando el diabólico Arquímides trama los detalles de sus operaciones en su estudio, se panea en dos oportunidades un retrato del General Perón junto a la bandera argentina. Es la única vez en toda la película que aparece dicha figura y el realizador elige ligarla a la más lóbrega de todo su relato. Tal vez Puccio era un peronista de derecha -se dice que trabajó como correo diplomático en los años cincuenta para el gobierno de Perón- pero el uso de esa imagen deja afuera gran parte de la historia de ese oscuro período porque omite que el peronismo de izquierda combatió a esa dictadura que Puccio integraba. Es un recurso tramposo y descreo de la inocencia del director, teniendo en cuenta que a la película le espera un recorrido internacional y el espectador extranjero no cuenta con todos los datos precisos de nuestra historia reciente. Desde la apertura, El clan no logra encontrar el tono y parece transmitir más incertidumbres que seguridad en el relato a desarrollar. San Isidro, el rugby y la alta sociedad son el marco de esta historia feroz que marcó a fuego esos años de la primavera democrática.

el-clan-lanzani-francellaUn acierto de la película es la actuación Peter Lanzani, que parece encontrar el pellejo de Alejandro Puccio con algunas miradas que bordean la inocencia y el hostigamiento sufrido hasta que papá le da un fajo grueso de billetes verdes y todas sus dudas se desvanecen instantáneamente.

Trapero musicaliza torpemente toda la película, de forma sostenida y con canciones que confunden más que acentuar cierta angustia transmitida por las imágenes. Es raro que suene The Kinks en esos días posteriores a la guerra de Malvinas, donde la música popular, y especialmente el rock nacional, tuvieron su momento de auge. Después suenan Creedence, David Lee Roth, Serú Giran, Virus y algunos más, pero todos parecen fuera de sintonía y sustraen tensión a los hechos, confunden, entorpecen una potencial mejor película. Trapero dijo en alguna entrevista que intentó manipular ciertas secuencias a la manera de Scorsese y, de alguna manera, homenajearlo. El problema es que el ítaloestadounidense utiliza la música para armar un cóctel explosivo y exhaustivamente cinético en virtud de instalar un tono liviano para el relato: Buenos Muchachos, Casino y El lobo de Wall Street, por ejemplo, son comedias, aunque tengan algo de thriller o melodrama. En realidad, son un batido indivisible y cada una de esas películas resulta ser un paseo encantador por más que se despedace gente en el camino. Es también lo que hacen Tarantino, Paul Thomas Anderson y algunos más de sus discípulos ilustres. En cambio, Trapero propone una articulación adusta, retraída. No hay un ápice de humor y esa es su decisión. También hay una diferencia entre la canciones en castellano que parecen adaptarse mucho mejor a la imágenes, que las que están en inglés. Todo termina siendo un muestreo de recursos económicos anclados en una reconstrucción que no llega a ser rigurosa ya que deja afuera varios modismos en el lenguaje de la época.

55cbbbbc7fed8Hay algún virtuosismo en la iluminación o en la construcción de planos, pero no le sirven al grueso del relato; solamente se pueden intuir ideas perdidas que no conducen a ningún lado. Una dirección ausente, un destino perdido. Trapero muestra otra vez que primero esta él y toda su impericia y después lo que desea contar. El clan logra aunar la extinción de un realizador, cuyas primeras películas supieron entusiasmarme, con lo cegato de cierta crítica que prefiere atacar películas extranjeras porque no le traen aparejadas posibles antipatías por parte del mainstream nacional del que Pablo Trapero forma parte.

El clan (Argentina, 2015), de Pablo Trapero, c/Guillermo Francella, Peter Lanzani, Franco Masini, Giselle Motta, Gastón Cochiarale, 108′.

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