1. En su última película Yo, Tonya, el director australiano Craig Gillespie -recordado por su interesante película Lars y la chica real (Lars and the real girl, 2007) sobre la dificultad de un joven que arrastra un trauma de pequeño para afrontar el encuentro con el cuerpo de una mujer- se centra en las carencias afectivas, y los efectos que de ella se derivan, desde el punto de vista de un personaje femenino: la atleta olímpica y patinadora artística Tonya Harding.

Asumiendo una estructura que cruza el biopic con el drama social, la película nos informa en su inicio que está basada en entrevistas mantenidas con Tonya Harding y quien fue su esposo, Jeff Gillooly. Al tomar esta decisión formal la narración queda adherida a los hechos reales, al referente que será ficcionalizado, alejándose de la posibilidad de crear un universo de ficción propio y autónomo. El director intenta escapar a las convenciones del biopic tradicional, empleando el formato de falso documental (se recrean fragmentos de las entrevistas realizadas a las personas principales que intervinieron en la vida de Tonya) y alternándolo con recreaciones de ficción en las cuales -en varias ocasiones- los personajes rompen la cuarta pared y se dirigen con mirada a cámara directamente al público, buscando su complicidad. Otro recurso con el cual Gillespie intenta sortear el relato cronológico, es la fragmentación del punto de vista único: al incluir la mirada de cada uno de los personajes sobre los sucesos acaecidos elude instalar una única verdad absoluta. Este efecto está bien logrado al emplear la pantalla dividida y contraponer en el mismo plano las versiones de Tonya y Jeff, a veces coincidentes y otras veces contradictorias. No obstante, como está planteado desde el título mismo, si bien no hay una Verdad total, la película asumirá la verdad parcial de Tonya y priorizará su punto de vista.

La cuestión será determinar si el tono elegido por el director, en su afán de eludir las convenciones, funciona en términos narrativos o si no hace más que confirmar aquello mismo que se propone cuestionar.  Y a ello volveremos más adelante.

2. Tonya Harding (Margot Robbie) fue una patinadora artística prodigio que a sus cuatro años ganó su primera competencia. De pequeña tuvo una educación muy estricta por parte de su madre Lavonna (Allison Janney), quien le exigía cada vez más en el patinaje, la golpeaba y la dejaba en ridículo públicamente (cuando la hace patinar luego de forzarla a que se haga pis encima). Tonya se crió en una familia de bajos recursos económicos, su madre le cosía sus trajes y pagaba su entrenamiento con cada dólar que ganaba en su trabajo de mesera. El talento de Tonya para el patinaje se convirtió para Lavonna en la posibilidad de alcanzar el sueño americano de triunfo, de ahí su constante exigencia y sus encendidos reproches por su sacrificio.

Es ese vínculo madre e hija, en el que no circula el amor, una de las claves de la película. Lavonna no es una madre amorosa que cuida de esa niña, sino que la pequeña Tonya es un bien, una posesión, un objeto al cual explota, una suerte de gallina de huevos de oro con la cual espera salvarse de la pobreza. Insaciable, siempre insatisfecha, deja a Tonya marcada en el lugar del desecho o la escoria ante un padre que no interviene y a la primera de cambio aprovecha la ocasión para abandonar a su esposa y a su hija, dejándola sin contacto ni manutención en las fauces de la madre (1).

Cuando, en su adolescencia, Tonya se enamora de Jeff, un joven de familia pobre, que trabaja como chofer para una asociación de discapacitados y cuyo mejor amigo es Shawn (Paul Walter Hauser), un joven infantil y fabulador (se presenta como experto en espionaje), encuentra una posible salida a la violencia de su hogar. El idilio entre Tonya y Jeff dura poco tiempo y enseguida él comienza a golpearla; todo se agudiza cuando Tonya comience a alcanzar cierto reconocimiento en el patinaje artístico. Jeff es machista, violento y manipulador, y como todo amor, es un amor de transferencia el vínculo se define como repetición de la conflictiva relación con Lavonna.

3. Las escenas de patinaje están filmadas con gran dinamismo, con una cámara que flota siguiendo a Tonya en sus movimientos, que a veces la toma desde el plano cenital y en otras planea mostrando las subjetivas de Tonya recorriendo al público. La actriz Margot Robbie patina sobre hielo interpretando a Tonya en las secuencias de patinaje más sencillas pero los saltos complicados como el famoso “Triple Axel”, que muy pocas mujeres lograron realizar en la historia del patinaje, fueron realizados mediante efectos visuales porque actualmente sólo dos atletas pueden dominarlo y no podían a arriesgarse a una sufrir una lesión.

A lo largo de su carrera como patinadora, los jueces de la Asociación de Patinaje siempre fueron muy severos en sus calificaciones con Tonya. La disciplina, para ellos, no sólo trataba de la destreza física sino también de la presentación. Pese a tener las mismas dotes físicas que el resto de las mejores patinadoras, la discriminaban por no encajar en los ideales de lo que debería ser una patinadora artística, por no pertenecer a la clase de las niñas ricas, gráciles y dóciles. Tonya tenía un estilo más viril, le encantaban los autos, las herramientas; patinaba con música de estilo rock o metal, era de maneras burdas, mal hablada, rebelde y su cuerpo no era tan estilizado. Debido a provenir de un estrato social vulnerable, no tenía recursos para lucir los trajes de “princesa” que lucían las demás y tenía que confeccionarlos ella misma. Pero cuando, con solo 20 años, se convierte en la primera mujer americana en realizar un “Triple Axel” durante las Nacionales de 1991, no les queda más remedio que reconocerla y coronarla campeona.

Su mala relación con Jeff, sus pocos cuidados con la dieta y su indisciplina influyen en sus performances y la relegan a un cuarto lugar en los Juegos Olímpicos de invierno de 1992. A partir de allí todo lo que fue un difícil ascenso será una estrepitosa caída: el trabajo como mesera con su madre, nuevos fracasos en el entrenamiento, conflictos maritales y una decisión desafortunada. El enredo de Tonya en un absurdo plan para amedrentar psicológicamente a su rival se transformará en un escándalo deportivo que será otra de las claves del abordaje de la película. Si Jeff y su megalómano amigo Shawn son presentados por el director como una suerte de tonto y re tonto, susceptibles de autoincriminarse durante los interrogatorios del FBI por la golpiza a la patinadora, su mirada se confunde con la de los medios de comunicación del momento que la ridiculiza, la apodan «escoria blanca”, y la proyectarán como “la villana”, habilitando el linchamiento mediático. De hecho, la escena en la que Tonya se maquilla previo a salir a la pista en los Juegos Olímpicos, se la muestra con ese exceso de rubor y sus muecas de llanto y risa, ofreciendo en la película el mismo aspecto de “payaso”, que resume la injuria con la cual fue marcada por su madre, por los jueces, por los medios y finalmente por el público en general.

4. Gillespie, al adentrarse en el entramado del detrás de escena de la vida de Tonya, busca devolverle la dignidad a una atleta americana cuyos logros deportivos quedaron olvidados por el escándalo mediático, lo cual es una de las líneas de sentido del título de la película. A su vez denuncia la hipocresía de una sociedad que considera como “americana” a la familia blanca tipo burguesa, y que expulsa lo malo y anómalo hacia afuera, sin poder registrar la violencia que anida en lo más íntimo de esa sociedad. Esta violencia intrínseca se hace evidente en el plano de la mancha de sangre en el piso del cuadrilátero de box (cuando Tonya pase del patinaje al boxeo, y el montaje paralelo del momento en que Tonya ejecuta el salto triple y el de su caída noqueada en el cuadrilátero, señalen hábilmente su ascenso y descenso). Esta idea se conjuga con el tratamiento que la sociedad americana le da a sus atletas, haciéndolos primero dioses para luego desplomarlos en el escarnio público (para la época en que se haya evaporado el escándalo de Tonya aparecen en los televisores encendidos imágenes de los albores del Caso de O. J. Simpson).

La película es interesante en su planteo ideológico, y se acompaña de algunas secuencias logradas en la puesta en escena, y actuaciones convincentes de Margot Robbie y Allison Janney. Pero no logra funcionar totalmente al haber elegido el tono de falso documental televisivo apoyado en la comedia negra que banaliza aquello mismo que intenta visibilizar. Es claro que al tomar esta decisión Gillespie arriesga para no caer en el formato del biopic convencional y para suavizar el drama y evitar los golpes bajos, pero es una línea muy delgada la que separa la subversión del género de la caída en la burla y en el poco cuidado por su personaje, replicando aquello mismo que busca cuestionar.

(1) “El papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre”. (Jacques Lacan, Seminario 17: El reverso del psicoanálisis).

Yo, Tonya (I, Tonya, Estados Unidos, 2017). Director: Craig Gillespie. Guion: Steven Rogers. Edición: Tatiana S. Riegel. Fotografía: Nicolas Karakatsanis. Elenco: Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janey, Julianne Nicholson, Paul Walter Hauser. Duración: 120 minutos.

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