¡Belleza, Guido! Las dos caras de enero intriga, De amor y dinero reduce. El primero es el título original, el segundo la gran inventiva de la distribuidora que compra los derechos de exhibición en Argentina. Lo concreto es que esta adaptación de la novela de Patricia Highsmith resulta un thriller de buena velocidad, en el que tan solo tres personajes sostienen una trama clásica ambientada en los años sesenta. Uno de ellos es Chester MacFarland, encarnado por el cuervo Viggo Mortensen que gambeteó a Sauron y se gana el título de viejo galán de cine. A la altura de un Tyrone Power, un Clark Gable o un Gregory Peck, en los 96 minutos que dura la película «Guido» hace una del Bambino Veira: le roba la piba al hombre araña, se toma todo el whisky que puede, fuma y disfruta entre paisajes majestuosos como el Partenón o el Palacio de Cnosos.
La historia es sencilla: una pareja de estadounidenses en viaje de placer por Atenas se topa con Rydal Keener (Oscar Isaac, protagonista de Inside Llewyn Davis), compatriota y guía turístico algo improvisado, y entre ellos nace una relación de servicio que los une por un tiempo. A partir de allí se irán anexando factores que desencadenan una huida al borde del Mediterráneo.
Colette (Kirsten Dunst) es la esposa de Chester. Su belleza no sólo cautiva a Viggo sino también al guía turístico y al espectador. Quizás sea esa la razón por la cual Rydal sigue al matrimonio aún cuando queda claro que, sin saber las razones concretas, se está exponiendo a situaciones complicadas o poniendo en peligro su propia vida. Ahí comienza la acción para nosotros, cuando casi junto a Rydal descubrimos a Chester arrastrando a un hombre de traje por el pasillo de un hotel. Sin dudar, Rydal comienza a ayudar al matrimonio en apuros. En ese momento el espectador también se mete de lleno en el peligro sin cuestionar esa decisión que amenaza con ser el único pequeño bache que podría poner en peligro la lógica de la trama. ¿No saldrías cagando si vieras algo así?
Las dos caras de enero se permite no correr y apenas oímos disparos. Así y todo mantiene en vilo al espectador. Las situaciones desesperantes se suceden sin caer en el bolazo o la exageración. Ambientada en 1962, los personajes se comunican con cartas postales. Se enteran de la realidad por los diarios. Viggo paranoiquea que su mujer se acuesta con otro y no tiene celular con el que quemarle el bocho. Entonces tiene que salir corriendo a buscarla por ahí. Como la vida misma, la falta de tecnología (por parte de los personajes) embelese otros recursos y obliga a construir una realidad más colorida, más difícil, más concreta. Es tan así que la hipotética existencia de celulares y un scanner de valijas en el año 62 pondrían en jaque a esta película.
¡Ah!, De amor y dinero, sí. Ese título que lo reduce todo. Destruye las diferentes capas que constituyen a los personajes. Las cuestiones afectivas y existenciales que hacen al creíble Rydal y al magnánimo Chester MacFarland. Si el espectador se pierde en una valija llena de plata, o en la sensualidad de Kristen Dunst, seguro no contemple los espectaculares escenarios por los cuales se escabulle la trama. Si para entender a Rydal nos quedamos con las pequeñas estafas que lleva a cabo, y las potenciamos en función de los dólares, nos perdemos la tristeza que lo asfixia desde el principio, la necesidad de encontrarse con su padre y la implícita evocación de esa figura en Chester. Las dos caras de enero es una película con una trama narrativa sólida, con personajes profundos y creíbles, y con un laberinto que termina de explicarse y cerrar, varías páginas después del fundido a negro final, en la cabeza del espectador.
De amor y dinero (The Two Faces of January, Francia/Gran Bretaña/EUA, 2014), de Hossein Amini, c/Viggo Mortensen, Kirsten Dunst, Oscar Isaac, 96′.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: