Shlomo Slutzky, residente en Israel, intrigado por compartir el apellido y la profesión de periodista con Mariano, lo contacta en las redes sociales. Así descubre que tienen mucho más en común, pues sus padres resultan ser primos segundos, y también comparten la voluntad por investigar cuestiones inherentes al terrorismo de Estado en Argentina. De este modo, se sumerge en la historia de esa rama de la familia para él desconocida.
Shlomo viaja a Ámsterdam donde vive Mariano, lo conoce personalmente y también a su hermana Alejandra. Allí narran la historia de sus padres: ambos de militancia socialista, se abren para formar parte del FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), y viajan junto a sus hijos a Cuba en 1967 para recibir entrenamiento en la militancia. En Cuba sus padres se separan en un confuso episodio (un amorío de Ana con otro hombre), donde según relata Alejandra en su libro “Ana Alumbrada” (Dixis Editorial, 2018), su madre (Ana Svensson) fue expulsada del grupo. Así regresa a Buenos Aires con sus dos hijos, mientras su salud sospechosamente se deteriora gravemente hasta que es declarada como “loca” y termina sus últimos días sola e internada en un hospital psiquiátrico. A la par del deterioro de la salud de su madre, su padre Samuel “Sami” Slutzky participa de la fallida experiencia de guerrilla rural de Taco Ralo (Tucumán), a partir de la cual es detenido por la policía local. La detención, que culmina con su liberación, hace que Samuel se replantee su posición y considere la guerrilla como una acción extrema, a diferencia de otros compañeros militantes que continúan en esa senda. Finalmente abandona la militancia y se instala en La Plata, junto a sus dos hijos y su nueva pareja, en lo que los hermanos Slutzky recuerdan como “una etapa muy feliz”, dado que volvieron a recuperar el sentimiento de familia.
Más tarde, Samuel se desempeña como médico en el Hospital Municipal, hasta su secuestro y desaparición en 1977, en un operativo de las Fuerzas Armadas para averiguar si continuaba participando de actividades “subversivas”. Para ese entonces Mariano tenía unos 15 años. La pareja de Samuel y sus hijos huyen a Ámsterdam, donde la mujer conservaba ciertos contactos, pero esta convivencia no resulta bien y son expulsados del hogar. Terminan alojados por una familia totalmente desconocida.
Planteado este contexto, el documental se centra en el vínculo que se gesta entre Shlomo y Mariano, y en los esfuerzos del primero por procurarle cierta reparación, no sólo desde lo legal, sino también a nivel familiar, pues Mariano y Alejandra tenían familia directa en Argentina (concretamente su tío Daniel, hermano del padre) que nunca se puso en contacto con ellos para saber cómo estaban y brindarles cobijo y contención. Este es el mayor dolor de Mariano, que no puede perdonar a su tío ni entablar vínculo alguno con él. Así, ambos viajan a Buenos Aires y Mariano contacta a viejos compañeros de militancia de su padre para descifrar el enigma de aquellos últimos días.
¿Qué ocurrió con él? Mariano rastrea sus últimos días hasta el Centro de Detención Clandestino de “La Cacha”, donde se presume que murió durante una sesión de tortura. Mientras, Shlomo rastrea al tío Daniel, buscando acercar a las partes. De esta manera, el documental Disculpas por la demora (2017) de Shlomo Slutzky y Daniel Burak se construye en esas dos líneas convergentes: por un lado, el periodismo de investigación y el documento histórico de una época nefasta de nuestro país y de la gran movilización que tuvieron los Juicios contra los represores del Terrorismo de Estado durante la presidencia de Néstor y Cristina Kirchner; por el otro lado, el drama familiar.
En la primera línea es donde el documental se muestra más efectivo, intercalando el documento policial que dicta el operativo de secuestro de Samuel Slutzky, con entrevistas a quienes fueron sus compañeros de militancia, fragmentos de la declaración de Mariano durante el juicio, e incluso la localización inesperada de uno de los represores de “La Cacha» que vivía de incógnito en Israel, punto donde el documental logra consecuencias concretas. La línea de reparación familiar se ve más forzada, quedando a la vista que es más una expresión de deseo de Shlomo. Porque, con solo juntarlos y que Daniel pida disculpas de palabra por ese abandono, no alcanza para sanear ese dolor tan profundo. En este punto, es a Shlomo a quien siempre vemos conmovido, cuando Mariano cuenta el destino de sus padres y de ellos cuando eran niños, mientras que las emociones de Mariano siempre se ven acorazadas detrás del enojo, el rencor y cierto fastidio frente a una reconciliación que no está dispuesto a producir.
Se produce un momento interesante cuando, de camino al aeropuerto en el regreso de la visita de Mariano y su familia a Israel para conocer a la familia de Shlomo, la cámara los encuadra a ambos en el espejo retrovisor del auto, marcando un vínculo entre ambos que se ha podido recuperar como efecto del documental.
El documental de Shlomo Slutzky y Daniel Burak, a diferencia de otros documentales que abordan la temática del terrorismo de estado en Argentina, es clásico en sus formas. Que no innove o arriesgue en las convenciones, probablemente tenga que ver con que los directores no son directamente hijos de desaparecidos, sino que acompañan a Mariano y Alejandra en su búsqueda de justicia. En este sentido, evoco las películas de Albertina Carri (Los rubios, 2003; Cuatreros, 2016), de Milagros Mumenthaler (La idea de un lago, 2016) o de Andrés Habegger (El im-posible olvido, 2016), donde el relato en primera persona y la dificultad de acceder a la memoria y a la inscripción simbólica de una muerte, les permite tramitar estas cuestiones virando hacia el fantástico, lo onírico e incluso la video instalación. Si obviamos las buenas intenciones de reconciliación, Disculpas por la demora toma el sesgo del periodismo de investigación comprometido y aborda con seriedad y respeto la premisa de Memoria, Verdad y Justicia.
Disculpas por la demora (Argentina/Israel, 2018). Dirección: Shlomo Slutzky y Daniel Burak. Guion: Malen Azzam, Daniel Burak, Shlomo Slutzky. Fotografía: Daniel Burak. Montaje: Marisa Montes, César Custodio, Andrés Tamborino. Duración: 96 minutos.
Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: