La fuerza de la imagen. Uno podría preguntarse cuál es el sentido de hacer un nuevo documental sobre el nazismo, hoy en día que el nazismo es conocido y reconocido como lo que fue (excepto tal vez por grupos extremistas, a los que un documental probablemente no les interese demasiado), en especial si no hay información nueva para dar. La respuesta es clara: los documentales sobre nazismo siguen existiendo para mantener la memoria despierta, para recordar aquello que personas que todavía viven vivieron en su infancia, para no dejar que la historia del horror deje de contarse. Hoy que la memoria audiovisual parece aborber todos los tipos de memoria, no alcanza con que se hayan filmado ya documentales sobre el pasado; para que la memoria siga viva los documentales tienen que seguir filmándose.

 

A film unfinished cuenta la historia de una película de propaganda nazi que nunca llegó a completarse. Terminada la Segunda Guerra Mundial, se encontraron en un viejo archivo nazi cuatro latas de una película que recién se había empezado a editar, con el título de “Guetto”. Las imágenes fueron capturadas dentro del gueto de Varsovia y muestran la vida cotidiana de los judíos pocos meses antes de que se cerrara el gueto y se enviara a sus habitantes hacia la Solución Final. El documental muestra que gran parte de estas imágenes fueron escenificadas intencionalmente por los nazis, aunque como no conocemos el producto final de la propaganda no podemos saber con seguridad cuál era su objetivo.

Si bien es probable que la mayor parte del público no conozca la historia de esta película (apenas un dato dentro de la marea infinita de hechos que constituye el nazismo), la verdad es que A film unfinished no revela nada que no fuera conocido ya. El principal elemento que usa el documental para deconstruir la ficcionalización que llevaron a cabo los nazis durante la filmación de esta película es el diario del presidente de la Judenrath (administración judía) del gueto de Varsovia, en el cual este hombre, que se veía obligado a colaborar con los equipos de filmación que entraban al gueto mientras ya comenzaban a correr rumores sobre el advenimiento de la Solución Final, deja asentados los días y los hechos (y las mentiras) de los nazis y su filmación. Este diario no es secreto y la propia película demuestra que en la década del ’60 ya los investigadores conocían su contenido. A nadie debería sorprender el hecho de que los nazis mintieran con sus imágenes (o, para ser más precisos, que no se avinieran al rigor de lo documental). El elemento más nuevo que suma la película es el hallazgo de algunas tomas descartadas en esa primera edición, en las cuales se pueden ver algunos “errores” (equipos de filmación que salen en plano) y una variedad de tomas para un mismo hecho, que ponen de manifiesto la planificación de la puesta en escena de esta película (cosa que, por otro lado, resulta bastante evidente con el simple hecho de evaluar el material que ya se conocía). A pesar del tono grave de la narración y de la revelación gradual de la evidencia de la manipulación de la película, el horror del nazismo no está en el hecho de haber filmado esto, ni siquiera en la forma en que manipulaba el sufrimiento de sus víctimas con fines propagandísticos.

Por debajo de esta historia que se pretende contar (ahogada de pedagogismo y carente de toda narración), lo verdaderamente interesante de A film unfinished es que nos permite ver las imágenes de una película a la que no se accede tan fácilmente. No sabemos qué era lo que querían “mostrar” los nazis con esta película, pero es evidente que buscaban contrastes: “Ghetto” muestra a los más pobres y sufrientes y, a la vez, a los más acomodados, que viven en lujos y abundancia incluso dentro del gueto. El documental se encarga de demostrar que las secciones dedicadas al lujo y la indolencia fueron montadas por los nazis o mostraban una minoría ridículamente pequeña que, en todo caso, no vivía como pretende mostrar la película. Es probable que una de las intenciones fuera mostrar lo bien que vivían los judíos dentro del gueto y lo indiferentes que eran ellos mismos con el sufrimiento de sus hermanos. Hoy esas intenciones ya no importan. Pasado más de medio siglo de historia, lo que la ideología nazi intentó tapar salió a la luz. Lo más interesante que tiene para mostrarnos A film unfinished es la fuerza de unas imágenes que el propio nazismo registró como propaganda y que hoy se revelan contra ese nazismo como documento (parcial, falseado, pero innegable) de los horrores que se vivían dentro del gueto de Varsovia. Las secciones de miseria (probablemente proyectadas como argumento en contra del propio pueblo judío) ponen de manifiesto la verdadera naturaleza del nazismo. En lugar de preocuparse por demostrar las mentiras de la propaganda nazi (tarea hoy casi innecesaria y, en todo caso, superflua), A Film Unfinished debería haberse preguntado por el impulso tanático que llevó al nazismo a registrar sus peores crueldades sin una explicación completamente racional. En efecto, ¿qué clase de propaganda política podría haberse editado con las imágenes que registran las fosas comunes del gueto, donde se apilaban los cadáveres esqueléticos de los hombres, mujeres, viejos y niños que murieron antes de que se lanzara la Solución Final?
Tal vez el mayor problema de A Film Unfinished sea no haber hecho justicia a las imágenes con las que estaba trabajando. No se trata de hurgar en los peores rincones del nazismo o de preguntarse por su naturaleza última, tarea demasiado grande para cualquiera. Pero los esfuerzos que sí hace resultan extraños. ¿De qué sirve hacer una reconstrucción del interrogatorio a uno de los camarógrafos que filmó la película en Varsovia? ¿Para qué los ralentis sobre personajes anónimos? ¿Por qué el sutil y engañoso montaje de algunas de las imágenes nazis con el audio de testimonios actuales, de manera que parezca que lo que estamos viendo es lo que relatan los testigos, aunque después la propia imagen se encargue de demostrar que no es así? ¿Tiene algún sentido ficcionalizar un testimonio al cual se puede acceder de forma directa? Tal vez los planos fuera de foco de una boca cerca de un micrófono resulten más pedagógicos que una simple pista de audio, pero no son interesantes.
En cambio, el documental alcanza algunos de sus picos más altos cuando confronta las imágenes registradas por los nazis con algunos de los sobrevivientes del gueto, que reaccionan y comentan frente a lo que están viendo. Un simple comentario al principio del documental demuestra la fuerza del procedimiento: una mujer mayor sentada en una butaca de cine mira planos generales del gueto y de pronto se pregunta (como para sí, pero en voz alta): “¿Y si veo pasar a mi madre?”. La situación se vuelve más fuerte cuando lo que se proyecta son imágenes de cuerpos abandonados en las veredas o de las tumbas comunes. Esa violencia, la de confrontar a los sobrevivientes con las imágenes de un pasado de horror, es la que hace que el registro se vuelva más vivo y la que le da fuerza a un simple gesto, como taparse los ojos frente a determinados fragmentos.
A Film Unfinished (Shtikat Haarchion, Alemania / Israel, 2010), de Yael Hersonski, c/ Hanna Avrutzki, Luba Gewisser, Rüdiger Vogler, 88′.

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