Se suele decir que el arte imita a la vida. Lo contrario, también.
¿Es posible hacer de la propia vida una obra de arte? ¿Es posible que el relato de una vida pueda leerse como una obra de ficción? Los surrealistas postularon que la vida debe ser una obra de arte y, extremando esta premisa, se dieron de bruces contra el suelo. El futurismo y el fascismo terminaron encontrándose. Acaso ciertas técnicas narrativas, cierta gracia, cierto encanto, pueden dotar de belleza ciertas biografías. Esa belleza, desde luego, será -en su carácter perecedero- discutible.
Sin embargo, hay personas cuyas biografías son lo suficientemente peculiares para deslumbrar. Sea como sea que se construya dicho relato. O tal vez no.
Tal vez lo único que nos deslumbra de los acontecimientos es su arquitectura invisible, esa arquitectura que la narratología y los semiólogos quieren descubrir, entre sistemas y balbuceos. El contexto histórico es capaz de dotar de una peculiar luz a los acontecimientos en curso. Sin embargo, con el fluir del tiempo y la rotación geográfica, el contexto histórico acaba disolviéndose y mutando. Entonces, ¿lo que nos queda al final del recorrido es un acto de magia? ¿Acaso dominar ese truco es lo único que servirá para construir e instaurar toda mitología posible? ¿Qué es la historia, sino el relato de la historia? ¿O hay, incluso, algo más, algo impreciso que determina la historia futura?
La vida de Mika Feldman (luego Etchebéhère) parece salida de una novela. De alguna de esas novelas de Julio Cortázar[1] en las que el compromiso político y la literatura se confunden en una misma expresión. Sería imposible dar cuenta de la riqueza de su experiencia de vida, a través de una sucesión de notas biográficas. Si lo intentáramos, podríamos decir que nació en Santa Fé (Argentina) en 1902, que estudió odontología, que militó en varios partidos políticos: fue comunista, anarquista y socialista, que por entonces conoció a quien sería su esposo y que juntos militaron en el Partido Comunista Argentino, aunque fueron expulsados por su adhesión al Trotskismo, estuvieron boyando en la Patogonia, seducidos por el paisaje bucólico, pero en 1931 se mudaron a Europa. En 1936 (en los inicios de la Guerra Civil Española) ellos eran jóvenes y apostaron por la revolución.150 hombres alcanzaron para combatir en la toma de Atienza. Hipólito murió y Mika ocupó su lugar, como líder revolucionaria, capitaneando la columna miliciana del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Debido a su compromiso político con el Trotstkismo, en 1939 fue declarada enemiga de la República. La intervención del anarquista Cipriano Mera le salvó la vida. Estuvo exiliada en Bs. As. y en París. En 1975 decidió escribir sus memorias. A sus 66 años, ayudó a los estudiantes a levantar barricadas en el Mayo del 68 Francés. En 1976, organizó la primera protesta en Francia, contra la dictadura militar argentina. Murió en 1992.
El documental, que se estrenó junto con la reciente publicación del libro que recoge sus memorias, intenta dar cuenta de todo ello. Resulta curiosa la vinculación filial de los directores (que cuentan con larga experiencia cinematográfica previa) con Mika Etchebéhère. También, el enfoque que le han dado al documental. Lejos de haber sido concebido como un documental pedagógico, con una ordenada sucesión de fechas, anécdotas y lugares, se nota la influencia de ciertos modos de narrar que son característicos del cine… hay un tratamiento muy cuidado y sensible en la elección de la banda de sonido, la voz en off (a cargo de Cristina Banegas), las imágenes (las de archivo, pero también las tomas panorámicas de la ciudad, bajo el lirismo de Paris). El espectador, familiarizado o no con la historia de la Guerra Civil Española, dificilmente podrá escapar del hipnotismo de las imágenes. La inclusión de unas entrevistas hasta ahora inéditas, realizadas directamente a una anciana pero aún vital Mika Etchebéhère son imperdibles.
Por lo demás, la cronología de las anécdotas aparece fragmentada, por momentos desordenada. Lo que confirma y afianza la sensación testimonial. No estamos viendo un documental tradicional, estamos escuchando una historia de vida, relatada de primera mano. Y la memoria es desordenada, aleatoria, los recuerdos van y vienen, como las historias que suceden en la pantalla. Hacia el final, nos queda la extraña sensación de haber sido testigos de una suerte de road movie revolucionaria, pero cuya didáctica se revela ausente. El romanticismo de una revolución que sabemos real, pero que se escurre entre las manos.
Entonces, cabe preguntarse por qué contar estas historias, que ya fueron contadas, acaso con la variación de nombres y lugares. ¿Acaso porque al fin se revelan efectivas? ¿Acaso porque volviendo a contar una y otra vez las mismas historias terminaremos por aprehenderlas?
Hay una curiosa simetría entre los líderes revolucionarios, cuando se aprecia todo desde la óptica de lo abstracto. Los líderes revolucionarios, los reales y los de ficción, parecen responder a la misma mitología. Por ejemplo, la historia de Mika Etchebéhère, que se consideraba la madre de los milicianos, recuerda a la historia de Auxilio Lacouture, que se consideraba la madre de todos los poetas. La ironía es que Auxilio Lacouture tampoco es un personaje del todo ficcional, toda vez que ha sido inspirado en Alcira Sous Scaffo. Entonces sería interesante volver a pensar en la reciprocidad e influencia de lo real y lo ficcional.
Si no fuera porque la cronología lo desmiente, diría que la biografía de Mika Etchebéhère ha sido inspirada por la narrativa de Roberto Bolaño. Historias de jóvenes que apuestan a la revolución como modo de vida, pero que sobreviven para ver sus sueños frustrados y aprenden a convivir con ello y en ese aprendizaje acaso lo consiguen. La definición de lo que es la Literatura, según Roberto Bolaño, coincide con el lema de entonces: “Elegimos las armas. La lucha. Nuestra propia muerte”.
Ir a pelear, sabiendo de antemano que vamos a ser derrotados.
Aquí pueden leer un texto de Paula Vazquez Prieto sobre esta película.
Mika, mi guerra de España (Argentina, 2013), de Javier Olivera y Rodolfo Pochat, c/ Cristina Banegas, Arnod Etchebehere. 78’.
[1] – De hecho, Julio Cortázar fue amigo personal de Mika Etchebéhère y la edición de Milena Caserola reproduce una elogiosa carta que el autor le escribió, a propósito de la lectura de sus memorias. Por lo demás, la vida de Mika Feldman también ha inspirado el libro “La Capitana”, de Elsa Osorio.
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Hola! Recién leo esto y vengo trabajando el tema. Es decir: leer al relato de Mika como obra literaria. Si querés ponete en contacto conmigo y te muestro lo que he escrito hasta ahora. SALUDOS,
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