En las próximas semanas mucha gente se acercará a alguna librería buscando Kryptonita, la novela más conocida de Leonardo Oyola, pues en estos días se estrena la esperada transposición cinematográfica dirigida por Nicanor Loreti, que viene de romperla en el festival de Mar del Plata.
No hace falta recurrir a ejemplos célebres como la serie televisiva Game of thrones, que hizo estallar las ventas de los libros de la saga de George R. R. Martin, o a los libros y películas de Harry Potter cuyos desempeños comerciales se alimentaron mutuamente: es lógico pensar que si una película tiene éxito, una porción de su público buscará expandir la experiencia leyendo la obra escrita en la que está basada.
De este modo algunos conocerán al escritor solamente por este libro que -si bien está fundado en una muy buena idea original con mucho potencial para el cine, un elseworld en el que los superhéroes de DC habitan el conurbano bonaerense- no es el mejor de sus textos. Veamos porqué.
Kryptonita es una novela breve muy entretenida. Narrativamente muy austera, está sostenida principalmente por relatos retrospectivos de sus personajes, que cuentan coralmente la historia de Nafta Súper, el Superman del conurbano. Si bien hay momentos de tensión muy bien llevados, la acción con la que se amaga durante todo el texto queda reducida a unas pocas páginas del final.
Al terminar Kryptonita queda gusto a poco y muchas ganas de leer más aventuras de los mismos personajes. Historias cargadas de vértigo, velocidad y acción, como las que acostumbra escribir Oyola. Lo cierto es que no va a suceder: el autor dijo que no piensa en escribir secuelas o en transformar esta idea en una saga. Sin embargo, si el lector tiene un poco de persistencia encontrará que Oyola tiene una obra previa variada y de buena calidad, llena de acción, humor y personajes notables.
En lo que a escenas de acción se refiere, mucho más jugosa es la novela Sacrificio (más abajo se contará un poco más sobre ella). En el octavo capítulo, por ejemplo, se narra un duelo memorable en un pueblo fantasma de Tucumán. Después de un conjuro elaborado por Lorelei, una bruja travesti, el Emoushon, un pibe villero y simpático, se enfrenta -con una pistola .38 en la mano y recitando la intro de Maradó de Los Piojos para darse coraje- a un demonio con forma de toro negro que tiene un hormiguero furibundo en la joroba.
Leonardo Oyola, como los superhéroes de Kryptonita y muchos otros de sus personajes, es un pibe de barrio. Nació hace algo más de cuarenta años en Isidro Casanova, en la zona oeste del conurbano bonaerense. Trabajó como periodista y se forjó como narrador con Alberto Laiseca, el maestro del terror. Desde que asistió a su taller literario, hace más de diez años, no paró de escribir. Colaboró en la revista Orsai, de Hernán Casciari, con el folletín Cruz/Diablo que se publicó durante 2012, y en la Rolling Stone. En sus libros abundan las referencias a la música, al rock nacional, al cine y a la cultura pop en general que lo formó en su juventud. Es común encontrar en sus páginas versos de canciones muy conocidas, desde Los Piojos hasta Bon Jovi, pasando por Marco Antonio Solís y el grupo Commanche.
Oyola es muy hábil para combinar en sus textos elementos realistas con la sátira y el humor, pero jugando ambiguamente con el género fantástico. Los aportes sobrenaturales de sus libros en general se amparan en las palabras de algún personaje medio chanta, en versiones de oídas o en experiencias de sus personajes vividas bajo el efecto del cansancio o de alguna droga. Siempre queda la duda de hasta dónde llega lo fantástico y hasta dónde lo real. En Kryptonita, por ejemplo, el relato sobre la banda de matanceros con poderes sobrenaturales lo hace el Tordo, un médico que está de guardia hace casi setenta horas y que sobrelleva su rutina consumiendo ansiolíticos.
La primera novela de Oyola, Siete & el Tigre Harapiento, de 2005, es un estupendo policial negro que toma prestado el nombre de un disco del grupo Duran Duran. Los integrantes de la banda de criminales que habitan sus páginas tienen también los mismos nombres que los músicos del conjunto británico, pero “traducidos” creativamente. Así, Nick Rhodes es Nicolás Rodas, Simon Le Bon es Simón Lebón, y los tres Taylor (los de Duran Duran no son parientes entre sí) son en su libro los hermanos Sastre. En la trama, que transcurre en Buenos Aires en los últimos años del siglo XIX, se destacan la dinámica narrativa de las escenas de sangre y violencia, y las descripciones de la ciudad en aquella época.
Hacé que la noche venga, publicada en 2008, se inscribe en el género de terror. La acción ocurre en el invierno de 1939 en Buenos Aires, y cuenta la historia de un ciruja que es testigo de un asesinato confuso en los túneles que se estaban construyendo para la traza del subte D. También tiene elementos del policial porque los protagonistas están dispuestos a todo para investigar lo que pasó con esa muerte y con las que se suceden después. La novela tiene algunos puntos en común con la película española El día de la bestia de Álex de la Iglesia, en la que un par de personas comunes se enfrentan a poderes diabólicos y salvan al mundo sin que nadie más se entere.
Un aspecto curioso de los textos de Oyola es que logra que termines simpatizando con algunos personajes que nunca creíste que te caerían bien. Eso es lo que pasa con Aguirre, un policía mediocre de pasado oscuro que habita en las páginas de la novela Santería, publicada en 2008, y de la mencionada Sacrificio, de 2010, las dos primeras entregas de la tetralogía todavía inconclusa, El juego de los cuatro reinos y que son de lo mejor del autor. Esta saga situada a mediados de los ’90 en una villa que había donde hoy se erigen los rascacielos de Puerto Madero cuenta con un abanico de personajes riquísimo y relata la historia de la rivalidad entre dos brujas: La Víbora Blanca, pobre y buena; y La Marabunta, rica y malvada. Puede considerarse tanto un policial negro como un western urbano (vale el oxímoron). En ella se conjugan también elementos del género fantástico con el que Oyola siempre coquetea: el enfrentamiento entre fuerzas sobrenaturales buenas y malas, la protección de San La Muerte a sus devotos que les impide morir en tiroteos y los conjuros de magia negra para atraer demonios desde el mismísimo infierno.
Loreti contó en una reciente entrevista a TN que cuando leyó Kryptonita, enseguida se imaginó la película que quería hacer, una adaptación del mundo del cómic a un mundo realista argentino. Mostrar un relato más allá de los superheroico: “Que cuente la historia de la banda y toda la cosa familiar. Una historia de redención y lealtad”.
Hay que tener en cuenta que la mayor parte de la acción del libro transcurre en un único escenario: el Hospital Paroissien, lo cual facilita la adaptación al cine. En ese sentido, más complejo hubiera sido filmar Siete & el Tigre Harapiento, porque habría que producir locaciones ambientadas a finales del siglo XIX, de interiores y de exteriores.
La novelita Bolonqui, que fue publicada en 2010 y es material de lectura en algunas escuelas secundarias, narra desde la perspectiva de unos compadritos tangueros del barrio de Boedo lo que podía haber sido el fin del mundo en 1910, si el cometa Halley impactaba contra la Tierra. En esta historia, rica en escenarios reales del barrio y mostrando tradiciones porteñas como torneos de truco, los personajes se enfrentan al Diablo y algunos demonios subalternos valiéndose del coraje, la amistad y los códigos compartidos. Todo lo que promete esta novela se cumple. Por el contrario, en Kryptonita, haciendo una ruptura con su género, las páginas están llenas de superhéroes que nunca terminan de explotar ni de mostrar sus poderes, quedando todo en poco más que un amague.
Algunos de los libros de Oyola son muy difíciles de conseguir en Argentina. Las novelas Gólgota y Chamamé (Premio Dashiel Hammet 2008), son dos historias vibrantes de violencia y venganza que fueron publicadas solamente en Europa, y son inhallables en las librerías porteñas. Sultanes del ritmo, que se editó en 2013 en Uruguay, es una antología de cuentos que Oyola fue escribiendo en los últimos años para diversas publicaciones. La variedad de registros termina componiendo un volumen muy entretenido con cuentos muy pulidos en el que el factor común es que todas las historias transcurren al margen de la ley. Este se puede conseguir usualmente en la feria del libro de Buenos Aires, en el stand del país oriental.
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