A lo largo de la historia del cine, se puede distinguir de manera clara y sustancial entre películas grandes y grandes películas. Es importante remarcar esa primera diferencia cuando uno quiere decir algo sobre Jumanji: En la selva. Otra diferencia importante, en el ámbito específico de la crítica cinematográfica y que funciona como divisoria de aguas, parece ser la que existe entre películas artísticas y películas de entretenimiento. Sin embargo, ya en la década del 60 del siglo XX la emblemática revista francesa Cahiers du cinema derrumbó esa absurda dicotomía (transformada luego en absurdo cliché) posicionándose desde un lugar menos previsible a la hora de evaluar una película. Es decir, lo que importa es si es buena o mala, ya no el público al que tiene como objetivo.

Hecha esta salvedad, podríamos decir que Jumanji: En la selva es una excelente película de entretenimiento. En una época plagada de películas con grandes ambiciones, sumergidas en el concepto de gigantismo cinematográfico (pienso en los tanques Marvel que rediseñaron la idea de cine espectáculo en el siglo XXI), la nueva Jumanji es una gran película a secas. Dirigida por Jake Kasdan, parte de una anécdota interesante y vista mil veces en la historia del cine como es la del cambio de roles entre los protagonistas. Cuatro adolescentes son castigados por desobediencias menores en el colegio y el castigo termina siendo limpiar el desván del colegio. Una vez allí encerrados los protagonistas encuentran un juego de la década del 90 llamado Jumanji. Así, nuestros héroes deciden abandonar el castigo impuesto y desafiar la ley, para sumergirse de lleno en el interior del video juego con todos los peligros que esto conlleva. Es en el comienzo de esa aventura cuando la película le explota en la cara al espectador con todo el poder que tiene el cine para hacerlo.

Jumanji: En la selva crece de manera juguetona en la idea del cine como aparato de divertimento o como mero artefacto de disfrute. Acá no están los traumas de las películas de superhéroes -que no son otros que los traumas de la sociedad americana post 2001-, aquí todo es adrenalina y pulsión de goce de la vida y de amor al cine (sin las citas abrumadoras de los directores bien pensantes, maldito flagelo de la época). Hay una inmersión en el tiempo pasado pero esto no deviene en manifiesto melancólico, ya que prácticamente la película no da tiempo para lamentaciones ni para peroratas discursivas tan propias de la pomposidad conservadora de la industria y todas las reminiscencias políticas que la misma conlleva. La nueva Jumanji usa la tecnología del 3D de manera funcional al relato. Kasdan nos sumerge en la materialidad del peligro que atraviesan nuestros héroes, y ese efecto prodigioso no pasa por el truco de los anteojitos sino por la seguridad narrativa con la que se cuenta lo que se quiere contar. A través de la aventura, pero con tono de comedia desbocada (en el interior del juego los protagonistas cambian de cuerpo, de personalidad e incluso de sexo) Jumanji cachetea el progresismo bien pensante riéndose de sí misma pero nunca faltándole el respeto al espectador.

Si vivir es sumergirse en la aventura, Jumanji opera como la representación cabal de ese refrán. Por otro lado, como en los grandes relatos de aventuras, todo lo que le sucede a los héroes los trasciende y cada una de esas vivencias (la metáfora de las vidas que se pierden en los videojuegos es genial) atraviesa la subjetividad de los personajes, modificándolos de manera radical. La memoria cinematográfica se activa sin necesidad de plagar a la película de citas cinéfilas postmodernas que den cuenta de todas las películas de acción que Kasdan vio para filmar la suya. El espectador puede detectar esa pulsión por el cine de género, que tan bien supo contar Hollywood desde sus orígenes. Hay más ecos de las grandes películas de aventuras de la historia del cine americano, desde Gunga Din hasta Hatari, antes que obvios guiños a Indiana Jones, y algo de ese disfrute clásico uno puede detectarlo en las actuaciones. La descosen (entendiendo todo lo que hay que entender del cine como goce) los enormes Dwayne Johnson (La Roca), y Jack Black (que hace unos grandísimos y efectivos chistes sobre los beneficios de tener pene) que contagian por arte de magia al resto del elenco. Probablemente a Jumanji: En la selva le pase (y ojalá le pase) lo mismo que a la Jumanji original. Una película que en el momento del estreno pasó desapercibida y que, con el paso del tiempo como los buenos vinos, se ha convertido en una experiencia  cada vez más disfrutable.

Jumanji: En la selva es una película en estado de gracia que hace que uno siga creyendo en la experiencia única e inexplicable de sumergirse dos horas en la oscuridad del cine, meterse de lleno en un relato y creer en todo lo que allí sucede. El poder hipnótico de la película de Kasdan no necesita de grandes discursos que lo defiendan o expliquen. Allí está para defenderse solita y lo bien que lo hace.

Jumanji: En la selva (Jumanji: Welcome to the Jungle, EUA, 2017), de Jake Kasdan, c/Jack Black, Dwayne Johnson, Kevin Hart, Karen Gillan, Rhys Darby, Bobby Cannavale, 119′.

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